3. La oración de S. Teresa es también transformante y dinámica, que nos lleva al servicio del hermano.
Sabemos que el agua en la vida normal es símbolo de vida, donde hay agua hay vida y donde no llega el agua no hay vida. El agua puede transformar un desierto en un oasis. Pues en la vida espiritual, el agua que es la gracia y el amor -que el Amigo y el Esposo- nos da, puede ir haciendo que en el campo de nuestra propia vida florezcan las flores y los frutos –las acciones buenas, las actitudes piadosas, las virtudes- y a través de nosotros poder llevarlas a los demás y transformar el ambiente y las situaciones negativas de las relaciones en realidades positivas. El padre Jesús Castellano nos dice: “No hay verdadera oración sin ejercicio de virtud; no hay verdaderas virtudes sin un ejercicio constante de la oración; las virtudes son la base y el fruto de oración”.
Es dinámica, porque no deja al hombre parar ante las injusticias y ante los problemas de los hombres. No se reciben las virtudes para un disfrute personal, sino para que se trabaje por un mundo más humano y mejor. Y en este itinerario o camino debemos estar siempre en movimiento, porque nunca acabamos de llegar al fin, por lo tanto estamos en continua corriente y abiertos siempre a la iniciativa de un Dios Amor que nos pone a todos en camino.
Y ese camino nos lleva a la total donación de amor por los hermanos. Este proceso de transformación en Dios –Amor, Amigo, Padre, Hermano y Esposo- nos hace ver la coherencia en la vida, entre oración y acción. No se puede ser un auténtico orador y después pasar desapercibido ante la realidad cruda y pobre del hermano. No se puede quedar un amigo de Jesús con los brazos cruzados cuando alguien pasa a tu lado y está necesitado. La oración no es estática y nos deja indiferentes, sino al contrario, es dinámica y nos abre el corazón y la inteligencia, todo nuestro ser para conocer los problemas y las situaciones de conflicto y de dolor y trabajar por solucionar en la medida de nuestras posibilidades dichos ambientes.
Desde la oración, el corazón del creyente se hace más universal, no solamente tiene un compromiso personal de dejar que el Dios-Amigo transforme su vida personal; sino que lo abre a la dimensión social y cósmica, una misión de transformar el mundo en el que vive. Todo amor maduro es siempre abierto, transformador, dinámico y este amor lo recibimos de Dios para que sea, la fuerza y el motor de nuestra entrega desinteresada y oblativa por los demás. El padre Jesús Castellano quiere poner de relieve que la oración de S. Teresa no tiene solamente repercusiones a nivel eclesial, sino también a nivel social, dice: “La vivencia espiritual de S. Teresa no sólo tiene una vertiente eclesial; su horizonte se alarga para ofrecernos una experiencia con precisas resonancias sociales”.
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