Conocerte, Señor
es aprender a escuchar tu voz
que nos habla en la historia,
en los acontecimientos,
en la vida que nos rodea.
Es descubrir tu presencia
en los sencillos y desvalidos,
en los que no tienen voz ni lugar
en la sociedad de nuestros días.
Es atender a tus palabras,
e intentar vivir conforme a ellas,
haciendo el bien,
preocupándonos de los demás,
siendo honestos, justos, sinceros.
Conocerte Señor
es practicar tus enseñanzas.
No quedarnos en la teoría,
en un saber que no produce frutos,
y, por lo tanto, no es bíblico,
ni espiritual,
porque donde está el Espíritu
hay vida, y Vida nueva.
Es ser misericordioso,
compasivo,
atento al otro,
dispuesto a compartir
sus penurias, sus tristezas,
sus alegrías, sus dificultades.
Danos coherencia.
Que nuestras vidas
muestren con obras concretas
qué Dios es el que conocemos,
a quién hemos entregado
nuestros esfuerzos,
en qué Dios confiamos,
a quién servimos.
es aprender a escuchar tu voz
que nos habla en la historia,
en los acontecimientos,
en la vida que nos rodea.
Es descubrir tu presencia
en los sencillos y desvalidos,
en los que no tienen voz ni lugar
en la sociedad de nuestros días.
Es atender a tus palabras,
e intentar vivir conforme a ellas,
haciendo el bien,
preocupándonos de los demás,
siendo honestos, justos, sinceros.
Conocerte Señor
es practicar tus enseñanzas.
No quedarnos en la teoría,
en un saber que no produce frutos,
y, por lo tanto, no es bíblico,
ni espiritual,
porque donde está el Espíritu
hay vida, y Vida nueva.
Es ser misericordioso,
compasivo,
atento al otro,
dispuesto a compartir
sus penurias, sus tristezas,
sus alegrías, sus dificultades.
Danos coherencia.
Que nuestras vidas
muestren con obras concretas
qué Dios es el que conocemos,
a quién hemos entregado
nuestros esfuerzos,
en qué Dios confiamos,
a quién servimos.
Marcelo A. Murúa
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