Este domingo aparecía en su periódico un reportaje del corresponsal en Roma Íñigo Domínguez sobre la renuncia de Benedicto XVI. El reportaje se titulaba “Un Pastor entre lobos” y en él describía cómo las guerras internas de la Curia Romana estaban detrás de la renuncia del Papa. Así pues los “lobos” son los Cardenales que rodean al Papa, personas sin escrúpulos, ansiosas de poder, llenas de miserias y podredumbre. Leyendo este reportaje me parecía estar viendo una secuela del “El Código da Vinci” o de “El Padrino III”, donde la Iglesia aparece como una especie de organización criminal cuyo único interés es el poder mundano y el dinero, y que, por tanto, nada tiene que ver con el Evangelio que predica, que no sería más que una fachada para tener engañada a la gente ingenua, es decir, a los católicos. Para quien tiene tal concepto de la Iglesia (los anticlericales de siempre) es evidente que una renuncia del Papa no puede estar motivada simplemente por las razones que el propio Benedicto XVI ha dado: su falta de fuerzas, debido a su avanzada edad (casi 86 años) para poder seguir sirviendo adecuadamente a la Iglesia en este ministerio, tal como requieren los tiempos actuales. No, deben haber otras razones inconfesables, propias de una organización que tras su fachada esconde a un nido de víboras.
Han pasado casi 8 años y nada de eso ha pasado. Los que lo hemos seguido de cerca sólo hemos visto a un hombre de Dios, con una sabiduría impresionante, que nos ha legado encíclicas, mensajes, catequesis y homilías que quedarán para la historia. Nos ha parecido que hemos podido disfrutar de haber convivido con un verdadero Padre de la Iglesia. Pero ahora se va, y los anticlericales no han quedado satisfechos. El objetivo ahora es el nuevo Papa, que lo elegirán los Cardenales de entre uno de ellos, es decir, los “lobos” en una lucha encarnizada por el poder. Para los católicos, sin embargo, el nuevo Papa será el que Dios quiera, un hombre santo, como todos los últimos Papas, que dirigirá sabiamente la nave de la Iglesia, porque, en definitiva, sabemos que Jesucristo navega dentro de ella.
Lo curioso es que ahora es el Papa quien aparece como la víctima. Recuerdo bien que cuando Ratzinger fue elegido estas mismas fuentes dijeron que con él “la Inquisición había llegado al Poder”, un “Panzekardinal en la silla de Pedro”, el “God’s Rottweiler”, y que ya nos podríamos preparar a toda clase de excomuniones y condenas. Para ponerse a temblar, vamos.
Carlos Del Río Sánchez
Sacerdote de la diócesis de Granada
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