LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


jueves, 31 de julio de 2014

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Dios nos ama

​El amor ocupa un lugar central en todas las facetas de la vida humana. El hombre está hecho para sentirse amado y amar. Para un crecimiento normal necesita del amor de los padres y educadores, del amor de la familia y de los amigos, del amor matrimonial... Es una realidad que experimentamos todos los días y que tiene una explicación lógica: Dios es amor y nos ha creado a su imagen y semejanza. La persona que ama y se siente amada es imagen viva del Creador. Por ello lógicamente el amor tiene que ser fundamental en las relaciones del hombre con Dios. En la 2ª lectura san Pablo nos invita a ser conscientes de esta realidad: Dios nos ama con un amor tan fuerte que nada ni nadie nos puede separar de ese amor, que culminará en nuestra resurrección y glorificación. Lo dice para fundamentar la esperanza cristiana. Ninguna vida humana es una casualidad, todas han venido a la existencia porque previamente Dios padre las ha pensado con amor y las ha destinado a compartir la filiación de su Hijo y con ello su gloria. Para ello a cada una le ofrece todos los medios necesarios de forma que lo puedan conseguir. Se interfiere la libre voluntad humana que se puede negar a colaborar y frustrar el plan divino, pero por parte de Dios todo está hecho. El amor que nos tiene Dios padre es la suprema garantía de nuestra esperanza. Este es el alimento gratuito que se nos ofrece en la 1ª lectura y que da sentido a nuestra vida.

​Es importante en la vida cristiana sentirse amado por Dios. Para ello la tradición cristiana invita a repasar todos los beneficios que hemos recibido en nuestra vida concreta: la vida, la salud, la familia, la educación, la fe, el bautismo, los sacramentos, el perdón de los pecados, la Eucaristía...

​El amor pide amor y el Padre nos pide que le mostremos nuestro amor aceptándolo como la persona más importante de nuestra vida, como nuestro primer valor e identificándonos con su voluntad. Esta es que venga su Reino, como nos ha enseñado Jesús. Que venga el reino de Dios a nosotros es dejar a Dios que sea el protagonista de nuestra vida.

​.El Evangelio nos recuerda la forma concreta cómo Jesús anunció el Reino de Dios, con palabras y con signos, que ayudaban a comprender lo que significa que Dios ya comienza a reinar en un proceso que ya se ha iniciado y que culminará en su parusía. Curar a enfermos significa que Dios no quiere el dolor y que llegará un momento en que compartiremos la resurrección de Jesús, venciendo totalmente el dolor y la muerte en un mundo en que Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas (Apoc 21,4). Pero no es sólo un signo del futuro que nos espera sino que tiene una implicación actual, pues la lucha contra el dolor y la enfermedad  forma parte de las tareas del Evangelio y es una forma concreta de corresponder al amor del Padre.  A pesar de todo, el dolor es una realidad que nos acompaña, pero Jesús da un nuevo sentido redentor al dolor, que por eso deja de ser una realidad totalmente negativa.  En esta misma línea está el “signo de los panes”. Ya en el AT aparece el alimento gratuito a los hambrientos como signo del Reino futuro (1ª lectura) cf. también Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados... consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros... (Is 25,6-8). Durante su ministerio Jesús dio de comer a una masa, anunciando con ello que con su obra comienza el cumplimiento del banquete anunciado y las implicaciones que este comienzo tiene para sus discípulos.Ser discípulo de Jesús implica continuar en nuestro mundo el signo de los panes, trabajando contra la injusticia del hambre en el mundo y favoreciendo un justo reparto de bienes entre todos los hombres. Los que trabajen por hacer de este mundo un “banquete fraternal” recibirán el premio del banquete final del Reino de Dios consumado:Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis (Mt 25,34-35).

​La Eucaristía es la gran celebración del amor que nos tiene el Padre. En ella nos entrega constantemente a su Hijo y continúa alimentando nuestro amor para que, unidos a Jesús, nos comprometamos por un mundo más justo y fraternal, anuncio del futuro Reino de Dios.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

martes, 22 de julio de 2014

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Alegría por el don recibido

La alegría es consustancial con la fe cristiana, como subrayan las dos pequeñas parábolas del Evangelio y hace poco ha comentado ampliamente el papa Francisco en la Exhortación apostólica postsinodal Evangelii Gaudium. Si evangelizar es anunciar una alegre noticia, la señal más clara de que una persona ha aceptado ese mensaje es la alegría. Lo muestra muy bien Lucas cuando en Hch 8,4 dice que Felipe anunciaba en una ciudad de Samaría la Buena Noticia y termina el breve relato diciendo que se llenó de alegría aquella ciudad (Hch 8,8).

Jesús pronunció ambas parábolas con dos finalidades, primera para hacer ver que el móvil de la conducta cristiana tiene que ser la alegría, pues es ésta el móvil natural que mueve a los humanos. La verdad, lo bueno y lo bello son los móviles naturales de toda voluntad. El problema que plantea esto es que desgraciadamente no todos ven a Jesús, su obra y a la Iglesia de esta forma, debido a prejuicios y falta de formación.

La segunda para animar al discípulo a vivir su fe en un ambiente negativo de incredulidad. Aunque todos abandonen la fe cristiana y sus exigencias, yo sigo, convencido como estoy de que se trata de un tesoro, que justifica sobradamente que se trabaje por él.

Todo esto implica la necesidad de estar evangelizados, conociendo y gustando todos los aspectos positivos de la fe cristiana con alegría. Es un gran problema de la Iglesia en este momento. Toda la Evangelii Gaudium se mueve en esta dirección e invita a convertirse a la misión, es decir, a subrayar todo aquello que ayuda a conocer y vivir la fe cristiana y a abandonar y eliminar todo aquello que la afea o incluso la contradice.

La segunda lectura presenta una faceta importante de nuestra alegre noticia: toda nuestra vida está “positivamente programada” por Dios. Él fue el primero que pensó y conoció a cada uno de nosotros y lo hizo con amor. Nadie le obligó. Lo hizo libremente y por amor y, como todo su amor se concentra en su Hijo, nos pensó y creó para compartiéramos la filiación, la felicidad y la gloria de su Hijo. Para ello cuando hemos nacido nos ha dado el don de la fe, por el bautismo nos ha unido a Jesús, y está dispuesto a consumar su obra haciéndonos compartir la gloria de Jesús. Por ello ahora hace cooperar todas las cosas que nos suceden, positivas y negativas, para el bien de los que nos sentimos amados por Dios. Tiene sentido la vida en el seguimiento de Jesús.

A este respecto la primera lectura subraya un aspecto importante para nuestra tarea de seguimiento, recordando la petición que hizo Salomón, pidiendo a Dios sabiduría para gobernar. Debemos pedir a Dios sabiduría para conocer con alegría y llevar a cabo en cada momento lo que nos exige el seguimiento de Jesús, pues ello es nuestra vocación.

La Eucaristía de cada domingo es motivo de alegría, por una parte, por la celebración de los grandes valores que hemos recibido, y, por otra, porque la celebración comunitaria nos fortalece para la vivencia tantas veces solitaria de la fe.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería