LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


lunes, 30 de diciembre de 2013

SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA, MADRE DE DIOS

 
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María, madre del rey de la paz
Las lecturas de esta solemnidad aluden a las diversas y ricas facetas de la celebración: santa María, madre de Dios, comienzo del año, jornada de la paz.
Al terminar la octava de Navidad, la Iglesia invita a fijarse especialmente y felicitar a María, madre de Dios, por la cual se hizo presente Jesús en el mundo (segunda lectura). De aquí el nombre de esta celebración litúrgica, Santa María, madre de Dios. Es bien sabido que una mujer es madre para toda la vida, no solo en la gestación, nacimiento e infancia, sino en todas las facetas de su hijo, incluso cuando es adulto lo acompañará gozando y sufriendo con él. Así vivió María su maternidad con ese hijo especial al que consagró su vida. El Evangelio, a propósito de la visita de los pastores, alude a su mirada contemplativa sobre su hijo Dios-hombre, cuya existencia se hunde en el misterio. Ahora comparte la gloria de Jesús y, como madre de la Iglesia, vela por todos sus hijos. A ella acudimos al comienzo del año, rogando pida a su Hijo, el príncipe de la paz, la conceda a todos sus hijos y a toda la humanidad.
Al comienzo del año civil, la Iglesia nos bendice pidiendo a Dios nos conceda un año de paz con palabras tomadas de una bendición de Israel (primera lectura). Verdaderamente la paz es un don de Dios, que hemos de pedir con humildad y perseverancia.
Desde hace unos años, los papas han querido dedicar el primer día del año a la paz. Realmente a comienzos del año, todos renovamos propósitos de trabajar por mejorar nuestras vidas y en este contexto es importante que renovemos el deseo de trabajar por la paz. La paz es la síntesis de todos los bienes necesarios para la plena felicidad de la persona y del mundo. En las cartas de Pablo, todos sus deseos se resumen en gracia y paz. Esta es, por una parte, don de Dios, pero, por otra, es una tarea que tenemos que realizar. La segunda lectura recuerda una faceta del don de Dios que ya hemos recibido: somos hijos de Dios, lo que implica que todos somos hermanos. El don de la paternidad nos obliga a trabajar por vivir una fraternidad solidaria universal. Todos los hombres, por el hecho de ser creados por Dios, son hijos de Dios, pero los cristianos hemos recibido por medio de Jesús una filiación especial, que comparte por adopción la de Jesús, lo que nos obliga a corresponder de forma especial.
Corresponder nos obliga primero a vivir pacificados con nosotros mismos, pues no puede crear orden el que vive internamente desordenado: “¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros? ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra” (Sant 4,1-2). Obliga después a vivir la paz en la familia, integrándose cada uno de sus miembros en las tareas propias y en la tarea común de buscar la felicidad de todos, siempre abiertos a integrarse en la sociedad. Obliga finalmente a trabajar por el bien común de la sociedad, oponiéndose a todo lo negativo y cooperando positivamente en todo positivo.
En su mensaje de este año el papa Francisco subraya la necesidad de vivir la solidaridad, cuyo fundamento es el hecho de que tenemos un mismo Padre y que todos somos hermanos. "Una verdadera fraternidad entre hombre supone y exige una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, o ese hacerse 'prójimo' que cuida de los otros", Ante esto hay que desterrar la cultura de la indiferencia ante los sufrimientos de los demás, pues las palabras ¿Dónde está tu hermano? dirigidas por Dios a Caín nos interpelan a todos los hombres ante todos los sufrimientos y desórdenes que sufre la humanidad actualmente.
La Eucaristía celebra el don de la paz, la pedimos como don de Dios y nos une al Príncipe de la paz. Por eso nos damos un saludo de paz, que debe ser un compromiso por ella.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería


LAS FAMILIAS UN GRAN REGALO DE DIOS PARA EL MUNDO ¡RECEMOS POR ELLAS!


jueves, 26 de diciembre de 2013

NAVIDAD… ¡SÍ!

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!! NAVIDAD !!
!! SI !!
A los corazones limpios.
A la risa eterna …
A nuevas ilusiones.
A la amistad...
a la sonrisa
a la alegría…
A los valores humanos..
a los buenos recuerdos….
a los dulces amores ….









ES NAVIDAD…¡FELICIDAD!

Paz y Amor en la Navidad a la luz del mensaje del Papa en la exhortación “Evangelii Gaudium” … Hagamos definitivo nuestro encuentro con Jesús. Que la ternura del Niño Jesús inunde nuestros corazones y luego, derrochémosla con los demás…
Cuando la vida interior se cierra en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás. La alegría siempre permanece, como luz, que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado.
Los gozos más bellos y espontáneos son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. Llegamos a ser plenamente humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos.
La comunidad evangelizadora asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. El confesionario debe ser el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible.
La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás.Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio». Nunca los dejemos solos.
Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro. Hoy todo entra dentro de la ley del más fuerte,  donde el poderoso se come al más débil.
Los cristianos insistimos en nuestra propuesta  de reconocer al otro, de sanar las heridas,  de construir puentes. Los pecados de algunos, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor; muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre.
Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente. La mundanidad espiritual, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal.
Esta oscura mundanidad se manifiesta en un cuidado del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles el Evangelio. Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia.
El sacerdocio reservado a los varones, puede volverse en una cuestión conflictiva , si se identifica la potestad sacramental con el poder. Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social .Una auténtica fe, siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo.
Para la Iglesia la opción por los pobres tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo». Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día?
Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos. Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás.
¡Feliz Navidad!











jueves, 19 de diciembre de 2013

MI FELICITACIÓN PERSONAL

 

Felicitación navideña 2013

IV DOMINGO DE ADVIENTO

María modelo de maternidad virginal
Hay dichos populares que encierran buena carga teológica, como la expresión Felices Pascuas (en plural) para felicitar la Navidad. Realmente Pascua es solo la celebración de la resurrección de Jesús, pero también se aplica este nombre a su nacimiento. Es que para los cristianos la celebración de la Navidad solo tiene sentido a la luz de la Pascua de Resurrección. En ella el niño que nació en Belén llegó a su meta y ahora es el Señor resucitado, que está presente como salvador en toda la historia, especialmente en su Iglesia: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo (Mt 28,20). Celebrar Navidad es tomar conciencia del comienzo de esta presencia dinámica de Jesús en medio de nosotros como salvador. Por ello esta celebración es también Pascua. En ella los cristianos tenemos la tarea de hacer realidad esta presencia dinámica con la ayuda del Espíritu Santo en nuestra vida y en la de los demás.
         En este contexto la Iglesia nos recuerda hoy la maternidad virginal de María como modelo de la maternidad de la Iglesia y de cada cristiano. Las tres lecturas hablan del nacimiento virginal de Jesús, hijo de Dios y descendiente de David. En la segunda lectura Pablo habla de Jesús, hijo de Dios e hijo de David. El Evangelio, por su parte, nos dice cómo es hijo de David, recordando la anunciación a José, en la que el ángel anuncia a José que su esposa ha concebido por obra del Espíritu Santo, pero que él tiene la misión de darle su apellido y hacer de padre legal, con lo que Jesús será legalmente hijo de David, de acuerdo con el plan de Dios. El evangelista además ve un anuncio de la concepción virginal en el antiguo oráculo de Isaías, que se recuerda en la primera lectura, en que Isaías anunciaba al rey Acaz que su joven mujer había concebido un hijo, cuyo nacimiento será signo de que Dios continuará acompañando a la amenazada dinastía de David y de esta forma seguirá siendo Dios-con-nosotros, Enmanuel. Históricamente se trataba de la concepción natural del futuro rey Ezequías, pero Mateo reinterpreta el oráculo a la luz de la revelación cristiana que conocía la concepción virginal de Jesús.
         Hoy día hay en ciertos sectores cristianos reticencias para aceptar el hecho de la concepción virginal de Jesús, sin tener en cuenta que el dato está presente en el NT y en las confesiones de fe desde la antigüedad. Las reticencias se deben a varios motivos, por una parte, a desconocimiento del sentido teológico de la concepción virginal, y, por otra, a la revalorización de la sexualidad humana y del matrimonio. Es verdad que la sexualidad humana es positiva y querida por Dios y, por ello, también el matrimonio, que vivido cristianamente, es medio de santificación. Por eso Jesús pudo haber nacido de un matrimonio normal. Si no lo acepta la fe de la Iglesia no es porque hubiera sido menos digno para el Hijo de Dios, sino por fidelidad a la revelación, a los datos del NT interpretados así por toda la tradición de la Iglesia.. En el credo apostólico profesamos: Y fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de María Virgen y en el Niceno-constantinopolitano: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen y se hizo hombre.
         En cuanto al sentido de la virginidad en este momento preciso, en el umbral del Nuevo Testamento, la virginidad es una realidad negativa. En Israel el ideal de la mujer es el matrimonio y la fecundidad, por ello la virginidad es una pobreza, una desgracia. En este momento, la concepción virginal nos revela que Jesús es un don de Dios para el que se sirve de la colaboración de una mujer, cuya aportación básica es su pobreza. María hace presente a Jesús solo por obra del Espíritu Santo. Después vivió su vocación como entrega total al servicio del plan salvador de Dios. A partir de ella la virginidad consagrada pasó a tener un sentido positivo en la Iglesia, como expresión y al servicio de la entrega total a Dios.
         María, virgen-pobre, es modelo de la Iglesia y del cristiano, llamados a hacer constantemente presentes a Jesús virginalmente, solo por obra del Espíritu Santo, excluyendo todo poder humano coactivo, y sirviéndose de medios pobres, nuestra palabra, oración y ejemplo. En Navidad vamos a celebrar el comienzo de la presencia humana del “Dios-con-nosotros”, presencia que quiere continuar sirviéndose de nuestra pobre colaboración, que hemos de ejercer con fe, humildad, amor y agradecimiento, como María, nuestra madre y modelo.
En la Eucaristía Jesús sigue siendo Dios-con-nosotros y Salvador de forma virginal, por obra del Espíritu Santo. Es el regalo que el Padre ofrece a sus hijos para alimentarles y ayudarles a hacer presente a Jesús en medio del mundo de forma virginal.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería







viernes, 13 de diciembre de 2013

III DOMINGO DE ADVIENTO

La esperanza cristiana pasa a través de las esperanzas humanas
         La esperanza cristiana es un don de Dios, que hemos recibido gratuitamente, igual que la fe y la caridad. Hemos de pedir humildemente la gracia de permanecer y crecer en ella, afrontando todas las dificultades.
         Una causa de dificultades suelen ser las esperanzas humanas que nos acucian con sus agobios. Realmente cuando una persona está agobiada por problemas inmediatos de subsistencia (trabajo, casa, alimentación, salud...) no está en condiciones de oír hablar de esperanzas en un futuro cielo, que aparentemente no le solucionan nada de su problema presente. Incluso se ha acusado a la religión de alienante, opio del pueblo, porque adormece a las personas, haciéndoles olvidar las opresiones y sufrimientos del presente en aras de un hipotético cielo. La acusación descansa en una visión falsa de la obra de Jesús y del cristianismo. Es verdad que se pueden dar personas que actúen de esta manera, pero realmente están equivocadas, pues la esperanza cristiana pasa a través de las esperanzas humanas. Son inseparables.
         Las lecturas de hoy nos lo recuerdan: el profeta Isaías con ricas imágenes (el desierto florecerá, el débil se fortalecerá...) recuerda el futuro de felicidad que Dios nos ha prometido (1ª lectura), futuro que ya debe tener su eco en nuestro mundo haciendo justicia a los oprimidos, dando pan a los hambrientos, liberando a los cautivos, dando vista a los cielos... (Salmo responsorial). Es lo que hace Jesús, que se acredita como el Mesías prometido porque ya ha comenzado a realizar estos signos, garantía de la plenitud que ciertamente llegará (Evangelio) y hemos de esperar con paciencia (2ª lectura). El que espera con certeza, tiene paciencia hasta que todo se cumple.
         Alcanzaremos la meta de la esperanza cristiana, el cielo, en la medida en que nos dediquemos a satisfacer las esperanzas humanas de nuestro prójimo. La explicación es sencilla. La meta de la esperanza cristiana es ver a Dios, unión íntima con Dios amor, y esto implica una vida en amor creciente, que se traduce en amor concreto con las personas que nos rodean y en vivir como fermento de justicia en la sociedad en la que estamos insertos, comprometiéndonos en conseguir un mundo más justo, que ofrezca esperanzas a todos los hombres, especialmente a los pobres. El cristiano tiene que acreditar su condición siendo instrumento de Dios para colmar las esperanzas humanas de los que lo rodean. No podrá resolverlo todo, pero tiene obligación de hacer todo lo que pueda. Al final seremos juzgados de amor.
        Por otra parte, la esperanza cristiana ayuda a purificar y relativizar las esperanzas humanas. Ayuda a purificar, cuando nos hace ver que algunas son falsas, como las promesas de felicidad en el dinero, en el sexo, en el prestigio... Igualmente ayuda a reconocer que todas las esperanzas humanas son limitadas y no tienen capacidad para llenar la vida de la persona. Los cristianos debemos repasar de vez en cuando el examen que hace el libro del Eclesiastés de todas las felicidades humanas cuando se absolutizan y exclamar: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
         La esperanza cristiana en una felicidad total en la comunión plena con Dios amor es la única que puede dar sentido a nuestra vida, porque llena el corazón humano, creado para lo infinito, y es para siempre. 
         En la Eucaristía Jesús sigue alimentando nuestra esperanza en un final de plena felicidad y para ellos nos capacita para ser instrumentos de esperanza para tantas personas que a nuestro alrededor sufren agobiadas pos sus problemas. Así realizaremos los signos de la presencia del Reino, continuando la obra de Jesús.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería








jueves, 5 de diciembre de 2013

“SER CATEQUISTA ES UNA VOCACIÓN”

 

El Papa Francisco ha dicho:  que “ser catequista” es una vocación y no un trabajo.

Ayudar a los niños, a los muchachos, a los jóvenes,

a los adultos a conocer y a amar cada vez más al Señor,

es una de las aventuras educativas más bellas,

¡se construye la Iglesia! ¡“Ser” catequistas! No trabajar

como catequistas, ¡eh! ¡Eso no sirve! Yo trabajo

como catequista porque me gusta enseñar... pero tú

no eres catequista, ¡no sirve! ¡No serás fecundo! ¡No

serás fecunda!

Catequista es una vocación: “ser catequista”, esa es

la vocación; no trabajar como catequista. Entiendan

bien, no he dicho “hacer” el catequista, sino “serlo”,

porque envuelve la vida.

Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con

la vida, con el testimonio. Recuerden aquello que Benedicto

XVI nos ha dicho: “la Iglesia no crece por

proselitismo. Crece por atracción”. Y eso que atrae es

el testimonio. Ser catequista significa dar testimonio

de la fe; ser coherente con la propia vida. Y esto no es

fácil. ¡No es fácil! Nosotros ayudamos, nosotros guiamos

hacia el encuentro con Jesús con las palabras y

con la vida, con el testimonio.

Me gusta recordar aquello que San Francisco de Asís

decía a sus frailes: “Prediquen siempre el Evangelio y

si fuese necesario también con las palabras”.

Pero antes el testimonio: que la gente vea en sus vidas

el Evangelio, pueda leer el Evangelio. Y “ser” catequistas

requiere amor, amor a Cristo cada vez más

fuerte, amor a su pueblo santo. Y este amor no se

compra en las tiendas; no se compra ni siquiera aquí

en Roma.

¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo!

¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo parte de

Cristo y nosotros debemos volver a partir desde Cristo,

de este amor que nos da. Para un catequista, para

ustedes, también para mí, porque también yo soy catequista.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Decálogo del Adviento

  1. Reconoce tu pobreza, tu vacío.
  2. Reconoce tu debilidad: tú solo no puedes alcanzar lo que tanto deseas.
  3. No te acomodes a tu pequeñez: lucha por crecer siempre más, estírate, transciéndete.
  4. No te distraigas, no te entretengas, vive con el alma de puntillas.
  5. Sé persona de grandes deseos: no te conformes con las migajas de la mesa de la esperanza.
  6. Grita, suplica, llora, ora. Apasiónate. Crece en el deseo, crece en el amor. El amor engendra deseo y el deseo enciende el amor.
  7. Paciencia y perseverancia. Todo tiene su tiempo para madurar  y todo se debe preparar. No seas caprichoso, ni ansioso. La espera aquilata y capacita.
  8. No duermas. Vigila. No dejes que tu lámpara se apague.
  9. También la fe ha de estar despierta.
  10. Atento a cualquier signo, voz o pisada. Los ojos y los oídos bien abiertos, no vaya a pasar de largo.

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN.SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

María, modelo de esperanza, reina del adviento
En este tiempo de Adviento, tiempo de esperanza, María aparece como modelo de la esperanza cristiana, mostrándonos cuáles son los fundamentos de esta, fe en la palabra de Dios y humildad. Ambas permiten colaborar eficazmente con las promesas de Dios, protagonista de la salvación.
         Primero es la fe en Dios misericordioso y poderoso que quiere la salvación del hombre y manifiesta su plan en su palabra, esperando de cada persona concreta colaboración, porque quiere contar con ella en su actuación en la historia humana. En la segunda lectura san Pablo recuerda en la carta a los Efesios el plan salvador de Dios, bendecir y divinizar a todos los hombres por Jesucristo, haciéndolos santos e inmaculados en el amor. En este contexto el Evangelio recuerda que pidió la colaboración de María, que responde ofreciendo su pequeñez: Aquí está la sierva del Señor, que se haga en mí según su palabra. Cree en la palabra y comienza una aventura que vivirá en la oscuridad de la fe, siempre confiada en la palabra de Dios que no falla, “sin saber a dónde iba”, como Abraham, pero convencida de que Dios la acompañaría. Por eso, como sierva humilde se puso en las manos de Dios. Porque era humilde acepta el plan de Dios y se pone sin condiciones a su servicio.
         Fe y humildad son importantes para la esperanza de todo cristiano.   La fe es el fundamento de la esperanza. Creo porque espero. La segunda virtud teologal supone la primera. La esperanza cristiana es diferente de las expectativas humanas. Estas esperan de acuerdo con las posibilidades que poseen en el presente, y así, por ejemplo, proyecta gastar de acuerdo con el dinero que se posee. Pero la esperanza se apoya en la fe en las promesas de Dios, poderoso para cumplir lo que promete, todo siempre inspirado en su misericordia. Y “para Dios nada hay imposible” , como recuerda el ángel a María. Por eso la Iglesia invita siempre y especialmente en este tiempo a recordar las promesas de Dios para avivar nuestra esperanza. Las primeras lecturas de la liturgia este tiempo de Adviento van en esta línea. La de este domingo anuncia la venida del Mesías, que tendrá la plenitud del Espíritu Santo y por ello traerá un reino de justicia y paz, una vuelta al paraíso perdido. Una meta a la que tenemos que caminar y que con toda certeza se realizará.
         Junto a esto la Iglesia nos pone en guardia para superar dos tentaciones, la de rebajar las promesas y ponerlas a la altura de nuestras expectativas, fundadas en nuestra pobre experiencia individual y eclesial. Y otra, fundada en la misma raíz, nuestra pobre experiencia, y que consiste en declarar algo como imposible. Todo lo que Dios ha prometido y nos pide es posible.
         Igualmente es importante la humildad, que excluye el orgullo y la autosuficiencia. El autosuficiente cree que lo tiene todo y no espera ya nada, pero realmente está alienado y no es consciente de las carencias y necesidades que tiene. Vive un mundo irreal. El humilde, en cambio, conoce sus limitaciones y posibilidades y espera que Dios las colme.
María experimentó estas realidades y en el Magnificat alabó a Dios poderoso y misericordioso, que “ha hecho cosas grandes en mí” y “hace proezas con su brazo... derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos colma de bienes y a los ricos despide vacíos”.
         La Eucaristía es lugar privilegiado para agradecer al Padre, en primer lugar, la obra que ha realizado en María, y junto con esto, la vocación que nos ha dado y los medios que estamos recibiendo para llevarla a cabo. Por otra parte, es alimento de los hijos que capacita para seguir adelante, creciendo santos e inmaculados en el amor, y garantía de que llegaremos a la meta querida por el Padre.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería







jueves, 28 de noviembre de 2013

ADVIENTO Y ESPERANZA

 
Domingo 1º de Adviento. Ciclo A
1 de diciembre de 2013
Una vez más estamos en el tiempo de Adviento. Durante estas cuatro semanas preparamos la celebración de la fiesta del nacimiento de Jesús. Pero no sólo eso. El Adviento es el tiempo que resume toda nuestra vida. En este tiempo se nos invita a redescubrir la virtud de la esperanza. Y a vivir como quienes están de camino.
En este itinerario del Adviento nos acompañan, sobre todo, las figuras del profeta Isaías, de Juan el Bautista y de María la Madre de Jesús.
En este primer domingo, recordamos cómo Isaías invitaba a las gentes de su pueblo a marchar por las sendas del Señor, a repensar nuevas estrategias para la paz y a caminar a la luz del Señor. En ese camino había de encontrarse Israel con todos los demás pueblos de la tierra. La esperanza o es universal o no es esperanza (Is 2, 1-5).
ORACIÓN Y TAREA
En este nuevo año litúrgico leeremos el evangelio según San Mateo. En el texto que hoy se proclama (Mt 24, 37-44) escuchamos este aviso: “A la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. En tiempos de Noé las gentes vivían despreocupadas y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio.
El evangelio nos invita a vivir atentos y despiertos.
Con frecuencia vivimos olvidando lo que somos y lo que esperamos. Estamos llamados a vivir esperando la manifestación del Señor y la plenitud de su Reino. La esperanza nos exige vivir despiertos, atentos a los signos de los tiempos.
En la eucaristía repetimos con frecuencia la súplica con que se cierra el libro del Apocalipsis: “Ven, Señor Jesús”. Tendremos que preguntarnos si de verdad vivimos esperando, deseando y anticipando la manifestación del Señor. Orar bajo el signo de la esperanza, no significa manifestar nuestro descontento con la realidad de este mundo.
Al contrario. Como nos ha dicho el Concilio Vaticano II, “La espera de una tierra nueva no debe amortiguar, sino más bien avivar, la preocupación de perfeccionar esta tierra, donde crece el cuerpo de la nueva familia humana, el cual puede de alguna manera anticipar un vislumbre del siglo nuevo” (GS 39).
VIGILANCIA Y ESPERA
Hoy encendemos la primera de las velas en la corona del Adviento. A su luz escuchamos las dos exhortaciones que nos dirige Jesús, también en nuestro tiempo:
“Estad en vela porque no sabéis cuándo vendrá vuestro Señor”. Nos mantenemos despiertos, no por temor al que viene sino con la gozosa espera del que ama. Además de velar y orar, dedicamos un momento a buscar algunos signos por los que el Señor nos indica el camino que hemos de seguir para anunciar y preparar su venida.
“Estad preparados porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del Hombre”. Esta última frase no es una amenaza, sino una preciosa advertencia. En cualquier momento de la historia humana puede hacerse evidente que el Señor está con nosotros. Para el buscador de pepitas de oro cualquier momento puede ser el que cambie su suerte. Hay que estar atentos.
- Señor Jesús, andamos preocupados por mil cosas y nos enzarzamos en discusiones sin sentido. No permitas que perdamos de vista la realidad que nos circunda. Ayúdanos a descubrir en ella los signos de tu presencia. Y a esperarte cada día con amor. Amén.
José-Román Flecha Andrés
















Adviento: La vigilancia cristiana consiste en la perseverancia en la caridad

 
Queridos hermanos y hermanas: Concluyendo ya las catequesis sobre el Credo, hoy quisiera detenerme en la "resurrección de la carne", y hablarles del sentido cristiano de la muerte y de la importancia de prepararnos bien para morir en Cristo.


Para quien vive como si Dios no existiese, la muerte es una amenaza constante, porque supone el final de todo en el horizonte cerrado del mundo presente. Por eso, muchos la ocultan, la niegan o la banalizan para vivir sin aprensión la vida de cada día.

Sin embargo, dentro de nosotros hay un deseo de vida dentro de nosotros, más fuerte incluso que el miedo a la muerte, que nos dice que no es posible que todo se quede en nada. La respuesta cierta a esta sed de vida es la esperanza en la resurrección futura.

La victoria de Cristo sobre la muerte no sólo nos da la serena certeza de que no moriremos para siempre, sino que también ilumina el misterio de la muerte personal y nos ayuda a afrontarla con esperanza. Para ser capaces de aceptar el momento último de la existencia con confianza, como abandono total en las manos del Padre, necesitamos prepararnos. Y la vigilancia cristiana consiste en la perseverancia en la caridad. Así, pues, la mejor forma de disponernos a una buena muerte es mirar cara a cara las llagas corporales y espirituales de Cristo en los más débiles y necesitados, con los que Él se identificó, para mantener vivo y ardiente el deseo de ver un día cara a cara las llagas transfiguradas del Señor resucitado.
El papa Francisco



ADVIENTO: TIEMPO DE ESPERA

 
LUCES DE ESPERANZA
Al comienzo del Adviento es preciso recordar la esperanza. Sin ella no podríamos percibir un futuro positivo y deseable. Y nos hundiríamos en el pesimismo de quien siente haber fracasado en la vida. Sin un futuro realmente luminoso, nos perdemos en el camino. El futuro prende en nosotros la humilde lámpara de la esperanza.
1. Todos necesitamos esperar algo. Aguardamos la hora feliz de conseguir lo que anhelamos. Pero eso que esperamos no va a caer de las nubes. Ha de ser preparado con nuestro trabajo. Ahora bien, las cosas pueden ofrecernos satisfacciones, pero no nos aportan la felicidad. Como ha dicho el Papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud, en Brasil, tanto los jóvenes como los adultos sentimos “la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer”.
2. Así pues, no nos basta con esperar algo. Necesitamos esperar a alguien. Lo saben los jóvenes que aguardan la aparición de la persona en la que desean depositar su amor. Y lo saben los esposos que esperan la llegada de sus hijos. Vivir “en estado de esperanza” es la imagen de toda la existencia humana. Esperar a alguien exige estar muy atentos a los signos que pueden anunciarnos su llegada. No dejar pasar el momento. Y hacer de él un verdadero encuentro que nos saque de nosotros mismos.
3. Además de esperar a alguien, necesitamos esperar en alguien. Poner en otra persona nuestra confianza. Descansar en ella. Eso es lo que acerca la esperanza a la fe humana y al amor interpersonal. Claro que el esperar en otro puede a veces defraudarnos. A fin de cuentas, deseamos poder esperar en Otro, mayor que nosotros, Queremos que nos acoja con alegría y generosidad, que nos ame hasta perdonarnos y que nos ayude a comenzar el camino cada día, como si fuera el primero de nuestra vida. En realidad, de esa forma solo podemos esperar en Dios.
4. Y, finalmente, necesitamos que alguien espere algo bueno de nosotros. Y que espere en nosotros. Necesitamos sentirnos necesitados. Todos agradecemos que los demás confíen en nosotros y se fíen de nosotros. Queremos que estén seguros de que podemos hacer algo significativo en nuestra vida y para la vida de los demás. Pues bien, una esperanza tan firme y tan inmotivada, tan amante y tan fiel, sólo Dios nos la puede demostrar.
“Seamos luces de esperanza”. La última Jornada Mundial de la Juventud nos ha recordado que el hábito y la virtud de la esperanza son fundamentales en la vida de los jóvenes. El Papa Francisco ha dicho que los jóvenes no solo necesitan cosas. “Necesitan sobre todo que se les propongan esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo”.
Hemos de estar muy atentos para no apagar sus mejores esperanzas. Y para no sustituir la esperanza última y verdadera por los abalorios de las esperanzas inmediatas. Todo eso nos recuerda el tiempo de Adviento
José-Román Flecha Andrés








Evangelii Gaudium: La hoja de ruta pastoral de Francisco.


 

De Pablo VI a Aparecida. Éstos son los hilos conductores de la primera exhortación apostólica del Papa. Evangelli Gaudium es un documento denso, en el que el Papa traza la hoja de ruta de la nueva primavera que quiere para la Iglesia. Una Iglesia que mire a los pobres y que se convierta realmente a todos los niveles, incluido el propio papado. Una Iglesia mucho más colegial y mucho más sinodal, en la que las conferencia episcopales volverán a recobrar su pasado protagonismo. Un documento basado en la "alegría de la fe".

El Papa Francisco aboga en su primera exhortación apostólica 'Evangelii Gaudium' (la alegría del Evangelio), que se ha hecho pública este martes, por una "conversión del papado" y, concretamente, por "una saludable descentralización" de la Iglesia, así como por aumentar la responsabilidad de los laicos.
Con este cambio pretende que el papado sea "más fiel al sentido que Jesucristo quiso darle y a las necesidades actuales de la evangelización" por lo que destaca que las conferencias episcopales podrían hacer una contribución a fin de que "el afecto colegial" tuviera una aplicación "concreta" que aún no se ha realizado.
Además, reitera la importancia de aumentar la responsabilidad de los laicos, mantenidos "al margen de las decisiones" y señala que "todavía es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia", en particular "en los persos lugares donde se toman las decisiones importantes" así como también destaca que se requiere un mayor protagonismo por parte de los jóvenes.
Además, el Papa denuncia el sistema económico actual que califica de "injusto en su raíz" porque en esa economía predomina "la ley del más fuerte" en la que existe una "nueva tiranía invisible, a veces virtual", de un "mercado pinizado" donde imperan la "especulación financiera, una corrupción ramificada y una evasión fiscal egoísta".
Por otro lado, indica que "no debe esperarse que la Iglesia cambie su postura" sobre el aborto pues "no es progresista" resolver los problemas "eliminando una vida humana", aunque reconoce que la Iglesia ha hecho "poco" por acompañar a las mujeres que se encuentran en esta situación, sobre todo, en un contexto de violación o extrema pobreza.
"Éste no es un asunto sujeto a supuestas reformas o modernizaciones. No es progresista pretender resolver los problemas eliminando una vida humana. Pero también es verdad que hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias, particularmente cuando la vida que crece en ellas ha surgido como producto de una violación o en un contexto de extrema pobreza. ¿Quién puede dejar de comprender esas situaciones de tanto dolor?", se pregunta.
Por ello, puntualiza que la Iglesia quiere cuidar con predilección a "los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos, a quienes hoy se les quiere negar su dignidad humana".
Asimismo, el Papa Francisco invita a "no cerrar" las puertas de los sacramentos, sobre todo las del Bautismo, "por una razón cualquiera" pues "todos pueden participar de alguna manera en la vida eclesial" y porque la Iglesia "no es una aduana" sino que hay lugar para todos. También ha instado a abrir las puertas de la Eucaristía que "no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles". Estas convicciones, según concreta, tienen "consecuencias pastorales que están llamados a considerar con prudencia y audacia".
LA IGLESIA NO ES UNA "ADUANA"
"A menudo nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas", señala en esta exhortación que recoge los trabajos de la Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos dedicada a 'La nueva evangelización para la transmisión de la fe' celebrada del 7 al 28 de octubre de 2012.
El Papa se dirige así en la que es su primera exhortación apostólica postsinodal "a los fieles cristianos para invitarles a una nueva etapa evangelizadora marcada por la alegría" en un documento de 142 páginas y cinco capítulos en los que el Pontífice anima a "recuperar la frescura original del Evangelio" y propone encontrar "nuevos caminos" y "métodos creativos" para no encerrar a Jesús en "esquemas aburridos".
En esta línea, destaca que es necesaria una "conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están" y una "reforma de estructuras" eclesiales para que "todas ellas se vuelvan más misioneras". Así, por ejemplo, exhorta a tener "templos con las puertas abiertas en todas partes" para que los que quieren estar cerca no se encuentren "con la frialdad de unas puertas cerradas".
Además, en este documento el Papa invita a cuidar a los más débiles como las personas sin casa, los drogodependientes, los refugiados, los pueblos indígenas, los ancianos "cada vez más solos y abandonados", los migrantes por los que exhorta a los países "a una generosa apertura" y las mujeres que sufren "situaciones de exclusión, maltrato y violencia".
PERSECUCIÓN DE CRISTIANOS
Finalmente, Francisco denuncia los "ataques a la libertad religiosa" y "las nuevas situaciones de persecución a los cristianos" y destaca la importancia del ecumenismo con los hermanos ortodoxos para aprender de su colegialidad episcopal.
Además remarca la importancia de la relación con los creyentes del Islam y pide "humildemente" a los países de tradición islámica que aseguren la libertad religiosa a los cristianos, teniendo en cuenta la libertad que los creyentes del Islam gozan en los países occidentales".
En esta línea, invita a "evitar odiosas generalizaciones, porque el verdadero Islam y una adecuada interpretación del Corán se oponen a toda violencia" así como también reitera "la importancia del diálogo y de la alianza entre creyentes y no creyentes".
En la rueda de prensa, Baldiserri, Lombardi, Fisichella y Celli.
Lombardi: "El primer documento escrito a dos manos" por el Papa. Un documento amplio por sus páginas y por su riqueza. Fruto de un trabajo personal del Santo Padre en el mes de agosto, tras el regreso de Rio.
"Es realmente de su mano y podemos decir que el texto original es en lengua española. Español e italiano, textos de referencia y de base".
Hay también una síntesis de algunas páginas, que puede ayudar a leer más rápido un texto tan rico.
Rino Fisichella
"Escrita a la luz de la alegría"
"Vías de empeño pastoral"
"Invitación a recuperar una visión profética y positiva de la realidad"
"Pide mirar adelante, a pesar de la crisis"
"El texto va más allá de la experiencia del Sínodo"

"Acoger el momento de gracia que la Iglesia está viviendo"
"Prolongando la enseñanza de la Evangelii Nuntiandi coloca a Cristo en el centro"
"Traza un denominador común para toda la Iglesia: reencontrar una metodología común"
"El amor misericordioso de Dios, hilo conductor"
"La dinámica del Éxodo, de salir de sí misma"
"La intimidad de Jesús es una intimidad itinerante"
"El Papa crea neologismos: Primerear, Dios nos precede en el amor"
"Ofrecer misericordia"
"El Papa propone pasar de una visión burocrática de la pastoral a una perspectiva misionera y en estado permanente de evangelización"
"Hay estructura eclesiales que pueden llegar a condicionar el dinamismo evangelizador"
"Audacia de ser creativos, para repensar la evangelización"

"El edificio moral de la Iglesia puede convertirse en un castillo de naipes y esto es un peligro"
"Equilibrio entre el contenido de la fe y el lenguaje con el que se expresa"
"Un pasaje importante es el número 32, donde el papa muestra la urgencia de llevar a término algunas perspectivas del Vaticano II, en particular el primado de Pedro y las Conferencias episcopales"
"Recupera la propia identidad sin complejos de inferioridad"
"La credibilidad de la Iglesia le llega por sus obras de caridad y solidaridad"
"Cristianos invitados a huir de la mundanidad"
"Exigencia de la promoción del laicado y de la mujer"
Lorenzo Baldiserri
"Llama la atención la presentación gozosa del Evangelio"
"La palabra alegría aparece 48 veces"
Cita San Irineo, a Ambrosio y San Agustín, Tomás de Aquino y Tomás de Kempis, Newman, Henri de Lubac, Bernanos y Romano Guardini, entre otros.
Cita a la Evangelli Nuntiandi de Pablo VI y la Familiaris Consortio, etc.
Alude a los documentos de Puebla y de Aparecida
"Uno de sus grandes temas es el de la sinodalidad"
"Propone una gran conversión, partiendo de las parroquias, asociaciones y movimientos"
"Hasta llegar a proponer una conversión del papado"
"Ejercicio colegial del papado"
El Papa quiere que las conferencias episcopales sean expresiones de colegialidad.

Monseñor Celli
"El estilo del documento con su estilo y con su lenguaje propio"
"El tono de este documento es casi coloquial"
"Lenguaje sereno, cordial y directo"
"Presta una particular atención a la homilía"
"Aprender a utilizar imágenes en la predicación"
"Una buena homilía debe contener: una idea, un y un mensaje"
"Una predicación positiva que ofrece siempre esperanza"
"La vía de la belleza para seguir a Jesús"
























martes, 26 de noviembre de 2013

¿QUÉ ES EL ADVIENTO?

El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico, empieza el domingo más próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.
El término "Adviento" viene del latín adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia,

El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.

Se puede hablar de dos partes del Adviento:

Primera Parte

Desde el primer domingo al día 16 de diciembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;

Segunda Parte

Desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.

Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.

COMENTARIO DOMINICAL-CICLO C

La esperanza cristiana

Recordando la venida de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, y su nacimiento en Belén, la Iglesia nos recuerda que ese nacimiento ha tenido consecuencias históricas importantísimas para la humanidad y para cada uno de nosotros. Vino y no se ha ido, pues sigue con nosotros. Primero vivió una auténtica existencia humana en todo igual a la nuestra menos el pecado y que culminó en su muerte y resurrección. Desde entonces sigue con nosotros de forma invisible como Señor resucitado en medio de la Iglesia y en el corazón de todos los que le acogen como salvador. Finalmente al final de la historia se hará visible a toda la humanidad. Por eso la Iglesia habla de las tres venidas de Jesús, en el pasado en Palestina, en el presente en el corazón de cada cristiano y en la Iglesia, y al final en su parusía. Al recordar la primera, nos invita a tomar conciencia de que nos encontramos en el contexto de la segunda, esperando la tercera, y de sus implicaciones y lo hace evocando la espera del pueblo de Israel a quien se prometió un Mesías.

         Si estamos entre la segunda y tercera venida, significa que la vida cristiana es esencialmente espera. El tiempo de Adviento es una invitación a examinar nuestra esperanza.

         La esperanza es algo connatural con la persona humana. La razón es que tenemos un corazón ansioso de felicidad infinita y para llenarse necesita de pequeñas satisfacciones presentes y la esperanza de otras que acaben de llenarlo. Una persona que no espera está muerta. Dios nuestro padre, respondiendo a esta sed de esperanza que ha puesto en nosotros, ha prometido una felicidad total consistente en participar la gloria de nuestro Señor Jesucristo, resucitado de entre los muertos. De esto y sus exigencias nos habla en concreto hoy la palabra de Dios.

         La primera lectura evoca de forma figurada ese futuro. El pueblo de Israel esperaba un Mesías que iba a traer una época de paz y felicidad a Israel y a la que se invita a todos los pueblos, que responden gozosos a esta llamada, diciendo: «Venid, subamos al monte del Señor... él nos instruirá en sus caminos...» y vendrá una época de paz sobre la tierra. Es muy importante para la vida cristiana mantener viva la esperanza de lo que “ni el ojo vio ni el oído oyó de lo que Dios tiene reservado para los que le aman”, la felicidad plena que hambreamos continuamente, viendo a Dios cara a cara y compartiendo el gozo del Señor junto con todos sus hijos. El salmo responsorial invita a responder a esa llamada: «Vamos alegres a la casa del Señor». La meta vale la pena.

         La segunda lectura y el Evangelio explicitan que este ir implica vigilar porque no sabemos el día ni la hora, es decir, el cristiano tiene que vivir en estado de vigilancia, como viven los servicios sanitarios encargados de urgencias médicas o los encargados de sofocar fuegos, siempre dispuestos a prestar el servicio... Siempre preparados a la llegada del Señor, dispuestos a entregar la vida que hemos recibido en prenda.

         Esto exige a cada uno conocer su situación actual para corregir lo negativo, reforzar lo débil y agradecer lo que está en buen estado. Hoy se recomienda la medicina preventiva para conocer nuestra situación y corregir a tiempo las deficiencias. Igualmente es importante un buen examen de conciencia en este tiempo de Adviento que desemboque en una confesión sacramental. Es un modo provechoso de vivir este tiempo y prepararse. Primero hay que examinar si vivimos en gracia de Dios, es decir, si ya hemos recibido a Jesús en nuestro corazón y lo aceptamos como amigo y después cómo vivimos esta amistad.

         En cada celebración de la Eucaristía, mientras esperamos su gloriosa venida (III anáfora), Jesús resucitado viene a nuestro encuentro para alimentar nuestra amistad común y ayudarnos a crecer en ella, preparando así el encuentro definitivo.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

domingo, 24 de noviembre de 2013

CONCLUSIÓN DEL AÑO DE LA FE

“El Señor me reveló que dijésemos el saludo: El Señor te dé la paz”.

                                    s. Francisco de Asís

jueves, 21 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

 

“Se necesita la misericordia para hacer que toda injusticia en el mundo termine en el resplandor de la verdad”.

                                                  Juan Pablo II

SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO

 

1ª Lectura: 2 Samuel 5, 1-3

Salmo 121: VAMOS ALEGRES A LA CASA DEL SEÑOR

2ª Lectura: Colosenses 1,12-20

Evangelio: Lucas 23, 35-43

  • Las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Ungido.
  • Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre, diciéndole: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”
  • “Este es el rey de los judíos”
  • Uno de los malhechores lo insultaba: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”.
  • Lo nuestro es justo; éste no ha faltado en nada”.
  • Jesús, acuérdate de mí cundo llegues a tu reino”
  • “Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Nos encontramos hoy con este trocito del evangelio, situado casi al final. Nos habla del momento de la muerte de Jesús. Sin embargo para poder llegar a su comprensión tenemos que situarnos en el primer momento de la vida pública de Jesús, concretamente en el de las Tentaciones: “Concluida la prueba, el Diablo se alejó de él hasta otra ocasión” (Lc 4,13). ¿Y qué mejor ocasión que ésta? Jesús es el Salvador del mundo, así fue anunciado por el ángel a María, así fue revelado a los pastores (sinónimo de pecadores –ladrones-) en la noche de Navidad. Sí, Jesús es el Salvador del mundo. Comenzó su ministerio público con alegría, entusiasmo, ilusión… Todos al escucharlo quedaban boquiabiertos y se maravillaban de las palabras que salían de su boca y de los prodigios que realizaba. Realmente se avivaba la esperanza en los corazones de los oyentes: ¡Es el Mesías!

Pero pronto cambiaron las cosas, empezó a decir y hacer cosas que descolocaban lo establecido, molestaba a quienes, en nombre de Dios, oprimían al pueblo. En seguida empezaron las persecuciones, las burlas, los deseos de hacerle desaparecer… así hasta que por fin lo llevan al suplicio y está muriendo, en una cruz.

Y es entonces, cuando está en la cruz, el momento que elige el Enemigo que le dejó en aquella ocasión del comienzo, para aparecer de nuevo, a través de tres tipos de personas: las autoridades junto con el pueblo, los soldados, y un ladrón, crucificado junto a él. Y en esta tentación final le recordarán que él es el Salvador, y sin embargo ahí está, como un fracasado, muriendo en una cruz. Realmente, si lo que ha dicho es verdad, Dios tiene que actuar, no le puede dejar en esa situación. Si así fuera y él bajara de la cruz, ¡sería tan fácil creer el él! Al fin y al cabo el fin que con ello se obtendría sería grande. Pero Jesús se abandonó a los brazos del Padre, y el Padre lo acogió en silencio. Son tantos los detalles que nos revela el texto, que debe ser contemplado. A ello os invito y ahora comparto mi oración del mismo.

Señor, leyendo despacio este trocito del evangelio, sólo me cabe hacer una petición: ¡Déjame rumiarlo hasta que empape todo mi ser, y en silencio, me quede contemplando!

Tantas veces escuchado, leído, explicado… ¡Señor! Hoy lo siento como dicho sólo para mí en mi ser más profundo, en mi soledad más íntima, en la quietud de mi corazón, y me parece tan hermoso, tan real, tan vivo, rondando, yo diría, la crueldad, que me deja sin palabras…

Me siento frente a ti, allá en el Calvario, junto a la cruz. Esa cruz signo de reconciliación, puerta del cielo, camino hacia la gloria, expresión de entrega, trono de Dios… Hay muchos personajes en torno a ti, que pendes del madero, dándonos por amor, hasta el último aliento, hasta la última gota de tu sangre.

Son muchos los que miran, los que observan, los que sienten… toda clase de sentimientos humanos: dolor, lástima, compasión, rabia, angustia, temor, miedo, impotencia, complacencia, duda…

Unos lloran ante el espectáculo terrible, que presenta a un ajusticiado, como tantos que lo están siendo todos los días por los explotadores de turno. Un ajusticiado cuya muerte quiere ser escarmiento para el resto, y así conseguir el sometimiento de todos: por miedo. Ya se sabe que para “conservar la vida” no hay que salirse de lo que establece el/la que manda. Así funciona este mundo.

Pero el espectáculo terrible tiene una característica especial: El reo ha sido entregado por las autoridades religiosas de su pueblo, y alegan contra él motivos religiosos. Incluso en su rechazo total, reunido el Consejo de los Ancianos, han consensuado su muerte, como beneficio para el pueblo, y no han dudado incluso, para conseguir su condena, hacer liga con el dominador de turno: Roma. Por eso, aunque históricamente en Israel, desde David, se ha confesado a Dios como único Rey, en este momento, y para conseguir la condena a muerte de “el Rey de los judíos”, del “Mesías”, las autoridades religiosas han hecho la confesión pública, comunitaria: “No tenemos más rey que el César”.

Y ahí estás tú, Señor, colgado de la cruz, regando con tu sangre la tierra para que con tu vida comience a fructificar. Sí, mucha gente te rodea: los soldados, los jefes, el pueblo, ¿quizá tu familia?, o ¿tus discípulos? ¿esos hombres y mujeres que te siguieron mientras recorrías las calles de Galilea, pero que se llenaron de miedo ante “tu fracaso?. Pero a quienes tenías más cerca, sin duda, es a esos dos que fueron ajusticiados contigo. Ahí estáis los tres en ese monte, fuera de la ciudad, constituyendo un terrible espectáculo, cuya visión produce lamentos, gritos, dolor, llanto, sufrimiento, muerte… Y en medio de todo esto ahí están esos diferentes personajes para recordarte tu humanidad, tentando tu fidelidad y queriéndote hacer dudar de esas opciones que tú has hecho y por las que has llegado hasta la cruz.

“Sálvate a ti mismo”, será el grito de las autoridades religiosas, y para ello te recordarán los signos realizados por ti: “A otros ha salvado…” La prueba de tu mesianismo, la señal de que eres el Elegido, el Ungido de Dios, será esa: que te salves a ti mismo. (Poder)

“Sálvate a ti mismo”, dirán los soldados, haciéndose mofa del letrero que cuelga de tu cruz y que muestra la causa de tu condena a muerte: “Este es el Rey de los judíos”. Fíjate, Señor, mirándolo desde fuera, desde lo humano, solamente desde lo que parece lógico, ¡vaya rey! Tendremos siempre la tentación de argumentar tu existencia como Dios, tu muerte, dulcificándola para no escandalizar; haciendo de tu mensaje algo tan cercano a nosotros que pierde todo su sentido punzante, de contradicción, desconcertante…

“Sálvate a ti mismo”, te dirá, incluso aquel que junto a ti sufre la violencia del poder, el rechazo de los otros, el olvido, la ira, la recriminación de sus semejantes. Ese deseo de “hacer justicia” quitando del medio a quienes nos agreden, nos molesten, no nos agradan… Desde ese lugar de la exclusión, ¿cómo sonó en tus oídos, tú, que estabas excluido, esas palabras salidas desde el abandono humano más terrible y dolorosos: “Sálvate… y sálvanos…”?

Pienso, Señor, que este grito tuvo que tener en ti una resonancia especial. Tú has estado toda la vida al lado de los que sufren, de los pobres, de los olvidados, de los alejados, de los excluidos, de los pecadores… Señor, ¿Cuánto dolor no experimentaste con ese grito desesperado y desesperanzado de ese ser humano, que junto a ti, muere en oscuridad y tinieblas?

Hoy quiero, Señor, quedarme aquí parada, metiéndome en la piel de ese “ladrón” que no tiene esperanza, que no ve futuro, que se siente abandonado de todos, de todo, de Dios… Y quiero ofrecerte a todos y a todas los que caminan por la vida en situaciones semejantes. Tú sabrás entender ese grito. A veces se te dirá con rabia, dolor, ironía, miedo, duda, incredulidad… pero son muchos los que como él, desde el sufrimiento humano te gritan hoy: “Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros”.

  • El otro le increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?”
  • Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino
  • Jesús le respondió: “Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso.

Sí, Señor, esta parte del evangelio es la que más gusta; la que tiene realmente sentido. A cualquiera nos gusta tomar esa personalidad del ladrón ajusticiado que reconoce su pecado. El castigo que sufre lo considera justo. Está pagando por lo que ha hecho. Aunque, queda en el aire esa pregunta: ¿es lícito quitarle la vida a alguien para que pague por el mal que ha hecho? Resulta muy duro, Señor. Y desde luego no es una decisión fácil, pero este hombre, desde su sufrimiento, sí que reconoce tu inocencia y la injusticia que se ha cometido contigo, y por eso recrimina al compañero por sus palabras, y se dirige a ti por tu nombre: Jesús. Sí, es curioso que Lucas aquí en este momento crucial de tu evangelio ponga en labios de este pecador ajusticiado, el nombre que apareció al principio del evangelio en boca del ángel cuando se anunció tu nacimiento: “Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Sí, tu misión la predecía tu nombre: eres el Salvador. A través de ti Dios salva. Por eso este hombre se dirige a ti con ese nombre, porque sabe que, aunque tú estés sufriendo esa condena injusta, tu entrega consumada es salvación para todos.

Hoy quiero entrar en este personaje, y desde mi reconocimiento como pecadora, clamar a ti, que te has hecho “uno de tantos” y “te has rebajado hasta la muerte, y una muerte de cruz”, pidiendo la salvación, tu salvación, Señor. Sé que tú comprendes nuestra debilidad, nuestra miseria, nuestra pobreza, porque tú te hiciste en todo igual a nosotros, menos en el pecado, pero sí que sabes de pobreza y debilidad y conoces desde dentro el corazón humano.

Gracias, Señor, que desde la cruz nos muestras el amor más sublime, la bondad más plena y la profundidad de tus sentimientos de ternura, de donación, de entrega… ¡Gracias, Señor! Tú eres el Rey de reyes y el Señor de los señores. Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor. ¡Gracias!

¡VENGA A NOSOTROS TU REINO, SEÑOR!

Llega, Señor, el descanso

después del día de fiesta

en él te has manifestado

Crucificado que reinas.

En ti el poder y el honor

en debilidad se muestran,

y otorgas la salvación

al que te pide clemencia.

Desde el trono de la cruz

oyes palabras y quejas,

burlas y desconfianzas

que en lo profundo te tientan.

Allí estaba ajusticiado,

por sus acciones perversas,

un hombre que reconoce

en ti, vida verdadera.

El te pide tu perdón

para estar en tu presencia

en tu corazón clemente

acogedor, sin reserva.

A él le prometes estar

el primero allá en tu mesa

en el banquete que ofreces

el gran día que se acerca.

María Cruz

Santa María de Viaceli

martes, 19 de noviembre de 2013

DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO: SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO

 

El reino del Hijo querido

La 1ª lectura recuerda la unción regia de David como rey de Israel. Más adelante Dios le prometió un trono perpetuo, lo que dio origen a la esperanza de un futuro rey, hijo de David, que vendría a salvar a Israel de sus enemigos y a constituirlo en cabeza de un reino político religioso con capital en Jerusalén. El ciego de Jericó, que invoca a Jesús con el título Hijo de David, es un testimonio de la vigencia de esta esperanza en su tiempo. Jesús es realmente rey, pero de otro tipo.

El Evangelio presenta este tipo: la imagen de Jesús en la cruz como la auténtica expresión de su reinado. El letrero puesto sobre la cruz en hebreo, griego y latín es la proclamación universal de su reinado. Los soldados se burlan de él diciéndole que si realmente es el rey de los judíos, que se salve a sí mismo. Y no lo hizo precisamente para demostrarlo, pues ser rey exige dar la vida por los demás. En el relato de la anunciación se anuncia a María el nacimiento de un hijo a quien el Señor Dios dará el trono de David su padre y su reino no tendrá fin, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lc 1,32-33), todo en futuro, porque se trata de un trono que debe recibir a lo largo de toda su vida. Y lo consiguió con una vida entregada al amor, que culmina en su muerte y resurrección. Lo explica muy bien el prefacio de la misa:Consagraste sacerdote eterno y rey del universo a tu hijo único, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con oleo de alegría, para que ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora sobre el ara de la cruz, consumara el misterio de la redención eterna, y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal, el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. Si Dios es amor, el reinado de Jesús tiene que consistir en vivir totalmente inundado por el amor del Padre y ofrecer a la humanidad la posibilidad de vivir en el amor. Se vive en el reino de Cristo cuando el amor domina en el corazón de una persona.

La 2ª lectura invita a dar gracias al Padre porque nos ha trasladado del reino del pecado que conduce a la muerte al reino de su Hijo querido, reino de gracia que conduce a la plenitud de la vida. Al final del año litúrgico la Iglesia nos recuerda nuestra situación en el reino de Jesús, invitándonos a dar gracias por todo lo recibido y a continuar trabajando para que en nuestra vida reine un amor, que se traduzca en obras propias del reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz.

La fiesta de hoy, por una parte, invita a echar una mirada optimista sobre la historia; a pesar de todos los males presentes, el mundo camina hacia una meta de salvación en que reinará plenamente el amor. Por otra, urge a renovar el compromiso de vida filial y fraternal para mantenerse dentro del Reino, pues al final seremos examinados precisamente de vida filial y fraternal, de amor (Mt 25,31-46).

En la Eucaristía damos gracias a Dios Padre que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Y además pedimos ayuda para mantenernos en las exigencias de este reino.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“El amor no consiste en sentir que uno ama, sino en querer amar”.

                                     Carlos de Foucauld

lunes, 18 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Si nos mantenemos al lado de Nuestra Señora, ella nos dará su espíritu de confianza amorosa, de abandono total y de alegría”

                                              Madre Teresa de Calcuta

domingo, 17 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Llegué a pensar que llevar una vida religiosa significaría dejar de lado todo lo terreno y vivir teniendo el pensamiento única y exclusivamente en cosas divinas”.

                                                 Edith Stein

sábado, 16 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros”.

                                     s. Teresa de Jesús

viernes, 15 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me enseñaba qué debería hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debería vivir según la forma del santo Evangelio.

                                      s. Francisco de Asís

jueves, 14 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Cualquier cosa que comprendieres con tu mente, no es Él. Si fuera Él, no podría ser comprendido. Mas para que lo saborees un poco, Dios es amor”.

                                               s. Agustín de Hipona

miércoles, 13 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

Está hablando de los efectos de la comunión: “Se da mayor gracia, la comenzada se aumenta, la fe y la esperanza cobran fuerzas, la caridad se acrecienta”

                                          s. Juan de Ávila

martes, 12 de noviembre de 2013

DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Día de la Iglesia Diocesana

Hoy se nos recuerda la importancia de la Iglesia Diocesana en un contexto litúrgico en que la palabra de Dios en el Evangelio nos ofrece una perspectiva del presente y futuro de la historia de la salvación, de la que todos nosotros formamos parte. La visión que ofrece se resume en tres datos: peligro de engaños, persecuciones, juicio de Dios sobre la historia.

El discípulo debe andar con los ojos bien abiertos ante el peligro de falsos salvadores que ofrecen salvaciones diferentes y contrarias a la de Jesús. Es una realidad que ha tenido amplio cumplimiento en la historia pasada y sigue presente en la actualidad bajo forma de comunismo materialista, capitalismo liberal, ideología de género y materialismo hedonista, rebeliones armadas, sectas, secularismo... Andar vigilante implica, por una parte, conocer bien la originalidad del mensaje de Jesús para mantenerse firmes en él, y por otra, espíritu crítico que sepa discernir el trigo de la paja, pues todas las salvaciones alternativas suelen venir envueltas en ropajes positivos y atractivos como lobos con piel de oveja. Muchos movimientos y corrientes actuales tienen elementos positivos, pero también otros incompatibles con el cristianismo. El discernimiento evitará rechazo o aceptación total acrítica y ayudará a asimilar lo positivo. Para ayudar en esta tarea están el magisterio autorizado de la Iglesia y los verdaderos profetas que suscita el Espíritu.

La segunda característica de la vida cristiana es la persecución, que reviste muchas formas: cruenta o simplemente ambiental por medio de prensa, radio y TV, parcial o general... Ante este hecho Jesús enseña, primero, que es una realidad normal de la vida cristiana, por lo que no hay que maravillarse. Si le persiguieron y mataron a él, también lo harán con sus discípulos. Lo que tiene que extrañar al cristiano es el no ser perseguido: Bienaventurados cuando, aborreciéndoos los hombres, os excomulguen y maldigan... alegraos... pues vuestra recompensa será grande en el cielo.. pero¡Ay cuando todos los hombres hablaren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas (Lc 6,22-23.26). En segundo lugar enseña que hay que afrontar esta situación como testigos con la ayuda del Espíritu, siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza, con mansedumbre y respeto y en buena conciencia (1 Pe 3,16). Finalmente nos dice Jesús que esto exige una buena dosis de aguante y paciencia para mantenerse fiel y compartir el triunfo de Cristo.

Ambas dificultades las presenta Jesús en el contexto del juicio final de Dios sobre la historia (1ª lectura) que se concretará en su parusía, en la que compartirá su gloria con los que han compartido sus dificultades.

En este contexto está clara la necesidad de vivir integrados en la comunidad cristiana. Lo primero que hizo Jesús en su ministerio público fue elegir los Doce como signo de la nueva familia que quería crear, en la que recibimos la salvación y constante ayuda mutua por medio de la palabra de Dios, los sacramentos y el acompañamiento mutuo. El cristiano no puede caminar solo y su familia eclesial natural es su parroquia integrada en una Iglesia Diocesana presidida por el Obispo diocesano. Hoy se nos invita a tomar conciencia de esta realidad y de la obligación que tenemos de sentirnos Iglesia y de apoyarla en sus necesidades para que siga realizando su misión.

En cada misa dominical nos reunimos como integrantes de la Iglesia Diocesana. Son muchas celebraciones, pero todas unidas espiritualmente pues todos tenemos un solo Señor, formamos un solo cuerpo y tenemos una misma misión. En ella todos nos unimos estrechamente en la comunión del mismo Señor.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“En cierto sentido,  María practicó su fe eucarística antes incluso de que esta fuese instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía. mientras remite a la pasión y a la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación”.

                                                 Juan Pablo II

lunes, 11 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Cuando nos sentimos tristes, defraudados por nosotros mismos, por los demás y por las cosas, pensemos que Jesús es glorioso, que está sentado a la derecha del Padre, bienaventurado por siempre, y que si lo amamos como debemos, la suma felicidad del ser infinito debe arrasar infinitamente en nuestras almas sobre la tristeza que procede de los males de los seres finitos, y que, en consecuencia,  ante la visión de la felicidad de nuestro Dios, nuestra alma debe entrar en el júbilo y las penas que la angustian deben desaparecer como las nubes ante el sol”.
                                        Carlos de Foucauld

domingo, 10 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

Tengo sed de vosotros, de ti. Es como si nos dijese a cada uno: Ven a mí y te llenaré el corazón. Te curaré las heridas. Haré de ti una criatura nueva. Te daré la paz, aunque tengas que pasar por mil tormentos. Solo tengo sed de ti. No dudes nunca de mi gracia, de mi deseo de perdonarte, de bendecirte, de vivir mi vida contigo cada día”.

                                          Madre Teresa de Calcuta

sábado, 9 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“¡Cómo no abismarse en tu grandeza, en tu misericordia, que habita en el hombre y le sostiene! Tú perdonas lo que el hombre no concibe perdonar. Tú olvidas las ingratitudes. Tú tienes tus complacencias entre los hijos de Adán, aunque estos hijos no te quieran y, sin embargo, Señor, no te quejas, y aun miras sonriente a los que te clavan en la cruz. ¡Qué ejemplo tan admirable! Tú nos enseñas y nosotros no queremos aprender… ¡Qué bueno sois, Señor!

El Hermano Rafael

viernes, 8 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Que cuanto más profundamente alguien está metido en Dios,  tanto más debe en este sentido, ‘salir de sí mismo’ , es decir adentrarse en el mundo para comunicarle la vida divina”.
                                               Edith Stein

jueves, 7 de noviembre de 2013

miércoles, 6 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Me agrada que enseñes sagrada teología a los hermanos, con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se mantiene en la Regla”.

                                          s. Francisco de Asís

DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO

Jesús nos ha regalado una gran esperanza, la resurrección.

En la segunda lectura san Pablo nos desea «que Dios nuestro Padre y Jesucristo nuestro Señor -que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza- os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas». La esperanza de la meta hacia la que caminamos tiene que dinamizar toda nuestra vida. La primera lectura y el Evangelio nos precisan que esta esperanza es nuestra resurrección, es decir, la salvación plena, total y definitiva. Por esta esperanza murieron los israelitas que hemos oído en la primera lectura, que supieron afrontar y relativizar los sufrimientos presentes, confiados en el poder de Dios que los sostendría y les devolvería la vida.

Los cristianos tenemos que ser conscientes del don que hemos recibido para vivirlo con alegría. Es una suerte ser cristianos. Esto es estar evangelizados. Todos deseamos y buscamos felicidad, gozar, realizarnos plenamente. En la calle domina una oferta que sitúa la salvación en tener, dominar, placer de todo tipo, ser admirados... Jesús, por una parte, critica y relativiza esas metas y, por otra, ofrece la verdadera salvación, que es radical, plena y total. Primero porque comienza por la raíz de la persona, por su corazón, con el perdón de los pecados y la transformación del corazón de piedra en corazón de carne, sensible a Dios y a los hombres. En segundo lugar, porque concede la posibilidad de resucitar, superando la muerte y transformando la vida actual en vida eterna, cosa imposible para las salvaciones paganas, que no afrontan con realismo el enigma de la muerte.

Resucitar es seguir viviendo, no con la vida limitada y frágil que tenemos en este mundo, sino participando la vida de Dios, plena, ilimitada, gozosa. Dios transformará y divinizará todo lo positivo de nuestra personalidad y eliminará todo lo negativo. Será vivir en plenitud de felicidad, ni el ojo vio ni el oído oyó lo que Dios tiene reservado a los que lo aman (Is 64.4; 52,15; 1 Cor 2,9). Jesús compara esta situación con un banquete, dónde hay felicidad y mutuo compartir. Dentro de una cosmovisión evolucionista, la resurrección es la plenitud de evolución a la que aspira el ser humano, pero no por fuerza propia sino por el poder de Dios. La máxima meta a que puede aspirar el ser humano.

Todo esto es posible por la resurrección de Jesús,primogénito de entre los muertos (1 Cor 15,20; Col 1,18). Por el bautismo el hombre se une a su muerte, recibe un corazón nuevo y comienza una vida nueva (Rom 6,3-4). Y si persevera en ella, viviendo para Dios y los hermanos, el mismo Espíritu que resucitó a Jesús, resucitará al creyente (Rom 8,11). Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11,25-26).

La Eucaristía es presencia del futuro en Cristo resucitado, y alimento y garantía para conseguirlo: El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo en él. Así como me envió mi Padre el viviente, y yo vivo por mi Padre, así también el que me come, vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo, no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre (Jn 6, 56-58).

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

martes, 5 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Ante todo se nos debía convencer del gran amor que Dios nos tiene, para no dejarnos prender en la desesperación sin atrevernos a subir hacia él”.

                                                       s. Agustín de Hipona

domingo, 3 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Encerró Dios en ese Sacramento santísimo todas sus maravillas pasadas… Pues aquí en el sacramento hallaréis  todo eso que hace ya tantos años que pasó; pues ésa es la virtud que tiene ese santísimo Sacramento”.

                                                    s. Juan de Ávila

sábado, 2 de noviembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

“Puesto que la Eucaristía es misterio de fe que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta”.

                                       Juan Pablo II

DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO

Buscar la gloria de Dios

En la segunda lectura san Pablo nos desea que glorifiquemos con nuestra vida a Dios y que Dios nos glorifique: Que Cristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él. Vivir buscando la gloria de Dios es el mejor modo de conseguir la propia gloria. Y en este contexto la primera lectura nos habla del amor de Dios a sus criaturas, que se revela en Jesús, buen pastor, que busca lo que estaba perdido para salvarlo.

El deseo de la propia gloria está enraizado en la naturaleza humana. Todos desean triunfar, ver reconocido su triunfo por todos y verse así plenamente realizados. El deseo es bueno e impulsa a las personas a luchar por conseguirlo, el problema es la meta deseada y el modo y camino que se elige para hacerla realidad: el esfuerzo del deportista por obtener la medalla, el esfuerzo del estudiante por conseguir el título y el trabajo que desea, el trabajo del comerciante por triunfar en su negocio, el deseo de ser plenamente feliz en el matrimonio... Son muchas las metas y los caminos, unos legítimos, otros no tanto.

Pablo nos habla de una gloria superior que nos da Dios, gloria imperecedera, al contrario de las humanas, que perecen: Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible (1 Cor 9,23). El medio para ella es buscar la gloria de Dios. Para eso contamos con la ayuda divina.

Gloria de Dios suena a egoísmo divino, como la pretensión divina que impone a la humanidad que le alabe. Y sin embargo no tiene nada que ver con eso. En la experiencia humana alabar suele ser una consecuencia de un favor recibido. Se alaba o glorifica a una persona, por ejemplo, al médico, cuando uno ha recibido la curación y alaba y agradece su actuación. Glorificar a Dios implica sentirse salvado, reconocer su amor misericordioso y, como consecuencia, desear vivir agradándole, haciendo su voluntad, lo cual a su vez revierte en nuestra bien, pues el deseo de Dios es nuestra vida plenamente realizada.

Dios es amor y padre de todos. Por ello, como buen padre, su gloria es el bien de todos sus hijos. Para que lo consigamos libremente nos ilumina con su palabra y nos fortalece con su gracia. Su gran deseo es que colaboremos y consigamos la meta que él quiere para nosotros. Es algo parecido al padre humano que ofrece todos los medios a su hijo para que estudie y consiga un porvenir. Por eso la gloria de Dios es la gloria del hombre, como la gloria de un padre humano es el triunfo de su hijo. Como consecuencia buscar la gloria de Dios es el mejor camino para conseguir la gloria que deseamos. Lo mejor que podemos desear es la meta que nos ofrece Dios padre, compartir su gloria en un mundo nuevo sin dolor ni muerte, en comunión con todos sus hijos.

Es una meta cuyo deseo el Padre ha sembrado, pues todos deseamos una felicidad infinita. La 1ª lectura nos lo recuerda, Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Igualmente el Evangelio muestra a Jesús, el enviado del Padre, buscando la oveja perdida. ¿Qué hambre de felicidad impulsa al rico Zaqueo a buscar a Jesús y, una vez encontrado por él, a desprenderse de sus bienes?

En la Eucaristía Jesús sale a nuestro encuentro y nos invita a vivir buscando la gloria de Dios, como medio de alcanzar nuestra propia gloria.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

viernes, 1 de noviembre de 2013

La vocación de todos a la santidad

La interpretación que la Iglesia le da a la fiesta puede ser doble. Por una parte celebramos conjuntamente a todos los Santos, cuya ejemplaridad propone la Iglesia y reconoce en la larga lista  de los Santorales. Por otra parte, recordamos en esta solemnidad que es como un monumento a todos los Santos anónimos, conocidos y desconocidos, a todos los habitantes de la gloria. ¡Feliz esperanza para todos!

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Dios mio, tú nos presentas un ancla a la que podamos atar nuestra alegria, y atarla de tal modo que nada nos la pueda arrebatar: esta ancla es la alegría de tu felicidad".
                                  Carlos de Foucauld