LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


martes, 26 de junio de 2012

XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: JESUCRISTO, EL DIOS DE LA VIDA


La idea que da unidad a todas estas lecturas es que Dios es amigo de la vida. Es el Dios de la inmortalidad, el Dios que llama a compartir fe y bienes materiales y el Dios que se  ha mostrado Señor de la vida en Jesucristo. Acogerle puede  colmar de fecundidad nuestra existencia.

El Dios de la vida que se compadece de sus criaturas, que ha venido a buscar y a rescatar su imagen, que vivifica con la fuerza que se desprende de su persona de Hijo de Dios encarnado, que ha asumido nuestra humanidad para transmitir la plenitud de la vida divina. El protagonista de ambos relatos es Jesús, Señor de la vida y de la muerte, que inaugura un tiempo de plenitud vital que se alcanza por la fe.

Jesús con estos milagros va revelando la identidad de Hijo de Dios, y va anunciando la Buena Noticia de la salvación de toda la persona humana, cuerpo y alma, hombre y mujer.

Dios no hizo la muerte, ni se complace en la destrucción de los vivientes. Jesús que devuelve la salud a una mujer avergonzada y la vida a una niña muerta, es el Dios de la vida, el que promete una vida eterna, la resurrección de la carne, la vida en plenitud. Nuestro Dios es el Dios amigo, Dios que ama la vida, Dios capaz de resucitar, de arrancar del poder del demonio y de la muerte.

La fe cristiana presenta al ser humano creado por Dios para la vida de una forma integral que abarca a toda la persona. Cristo trae a la humanidad una vida nueva y vence todo lo que impide vivir en plenitud. Una condición para obtener esta vida es la fe, como muestran los dos milagros del evangelio de hoy. Quien tiene fe en Jesús siempre cree en la vida, por difícil  que sean las circunstancias. Sabe que la vida que nos ofrece nos ayuda a realizar nuestro potencial mientras vivimos en la tierra y nos sumerge en el amor, la paz y el gozo de Dios por toda la eternidad.

Tenemos que interrogarnos sobre la calidad de fe de los demás, pero sobre todo de la nuestra. Ver en la muerte, la vida, como un paso; ver en Cristo, al autor de la vida y ver su deseo de transmitirla. Tanto la mujer con hemorragias como Jairo estaban atravesando momentos difíciles, pero supieron mantener la esperanza. 

Jesús sigue ofreciendo hoy dignidad y vida verdadera a quienes se acercan a él con fe. Su milagro en cada uno de nosotros es, además, una invitación a extender su vida a otras personas y en otros ambientes.

TODO TUYO


"Soy tuyo, y todo lo mio te pertenece. Te recibo como todo mi bien. Dame tu corazón" (cf. S. Luís María Grignion de Monfort,Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, VII, 216; IX, 266).

El abandono total y filial a la Virgen María, así como la actitud de admiración y alabanza que Juan Pablo II tiene hacia la Madre de Dios y Madre nuestra, no son para el Papa un simple punto de llegada de si vida espiritual, sino la estrella que guía sus pasos. La Virgen está completamente sometida a Dios: nos enseña a Cristo, es decir, nos lo indica y nos lleva a Él.

Cristo es el único maestro que debe enseñarnos, nuestro único Señor, el único del que dependemos; es la única cabeza del cuerpo del que somos miembros vivos. María es madre nuestra más que nuestras madres terrenas, y nuestra devoción por ella forma parte de la dinámica bautismal.

María es la cristiana más santa y más perfecta; se inclina sobre nosotros, sus hijos, con todo su amor maternal a fin de comunicarnos la semejanza con su Hijo. Hay un primer modo de vivir esta consagración, y es recitar el Angelus. El Papa decía esta oración tres veces al día: por la mañana, al mediodía y por la noche. De este modo Juan Pablo II mostró que el sí de María al ángel continuaba con su sí a Cristo.

El don del Espíritu en nosotros es el anuncio que prolonga y se transforma en continuidad de vida. La Virgen abrió sus brazos en una ofrenda de libertad y dijo su fiat. La respuesta de María define a un "tipo" de ser humano: el hombre que se abre a la alianza y la acoge en actitud de abandono y gratitud.

Como Cristo, que se puso completamente en las manos maternales de maría cuando estaba en Belén y en Nazaret. Como cuando fue bajado de la cruz y entregado a su Madre.

15 días con Juan Pablo II. Francesco Follo.
Resumen del primer día

viernes, 22 de junio de 2012

IGLESIA-ORACIÓN

Más íntimo para mí que yo mismo, el Espíritu ya que ha penetrado en mí cuando lo reconozco actuando en mi vida. Sucede algo extraordinario: el odre, ya viejo, es renovado por el vino nuevo. Nada como antes. Para hablar de la oración nos valemos de imágenes y movimientos del amor más humano: acercamientos, contactos, caricias.

Aquí, lo más alto, lo más grande, lo que procede de a todo, por un misterio de amor basado en la Kenosis (anonadamiento), se hace uno uno con lo más bajo, lo más profundo, lo más íntimo. Jesús fue el primero que prometió "quedarse con nosotros".

La respuesta de algunos a los que se les había confiado esta vocación fue constituir "hogares" de oración, de alabanza, lugares dedicados a la vida interior, donde las almas, en la soledad y el silencio, permanecen en la presencia de Dios para ser, en el corazón de la Iglesia, el amor que todo lo vivifica (La oración de la Iglesia: cf. Obras selectas, p. 410).

En el fondo, es preciso estar en oración para acercarnos unos a otros, comprendernos, unirnos y tener la presencia de Dios entre nosotros. En este sentido toda la comunidad es comunidad de oración.  Pero también toda oración forma la comunidad. Esta unidad de la Iglesia, que a veces cuesta percibir, es fruto del amor que está presente en la oración.

El pueblo de Dios es el pueblo constituido por Dios y únicamente por Él: sus límites son los de una familia inspirada por una audacia a la vez paterna y materna, la audacia del amor que lleva a todos a la plenitud, que sólo encuentra su alegría en la felicidad de sus hijos reunidos, juntos, reconciliados.

En la Iglesia, en el corazón de esa viña cuidada por el Padre y cuya raíz sigue siendo Jesús que ha vuelto al Padre, circula el amor. El amor realiza poco a poco la unidad en la perfección.

15 días con Edit Stein. Charles Dupuis.
Resumen del decimoquinto día.

miércoles, 20 de junio de 2012

LA COMUNIDAD


Lo primero es estar unidos a Dios; pero le sigue inmediatamente el segundo paso. si Cristo es la Cabeza y nosotros los miembros del Cuerpo Místico, entonces nuestras relaciones mutuas son de miembro a miembro, y todos los hombres somos uno en Dios, una única vida divina. Si Dios es amor y vive en cada uno de nosotros, tenemos que amarnos con amor de hermanos. El amor natural surge sólo entre aquellos que están unidos por un vínculo de sangre, por afinidad de caracteres o por intereses comunes. Para los cristianos, sin embargo, no existen los "extraños". El amor de Cristo no conoce fronteras, no cesa nunca y no echa atrás ante la suciedad o la miseria (El misterio de la Navidad, 3: Obras selectas, pp. 382-383).

Edtih Stein vive en su carne la pertenencia a la humanidad universal realizada en el seno de un pueblo mártir. Siempre subrayará el parentesco irreductible con las víctimas y con los verdugos. Este amor "natural" es quizá un amor característico de la especie biológica humana. Indica el camino, pero de una manera todavía limitada: están los que nos caen bien y los demás, los que cuentan para nosotros, los que nos importan, aquellos que, de un modo u otro, necesitamos... y luego los demás, también seres humanos, sin duda, pero menos cercanos, incluso completamente extraños. Pero para los cristianos no existen los extraños.

Es la compasión lo que nos hace llegar al corazón del otro, comprender y conocer la vida de los demás. Se trata de ir en busca de las ovejas perdidas, que lo estarán menos si nos acercamos a ellas; se trata de ir a buscarlas donde están, para que encuentren su propio camino (y no recuperarlas o llevarlas a nuestro camino recto...).

El amor de Cristo no conoce límites: llega a cada uno en su propio destino y vocación. La comunidad que se reforma así no es un club o un regimiento; el traje que se exige para entrar en el banquete de bodas no es un uniforme, ni siquiera religioso; es sin duda, mucho más profundamente, una disponibilidad necesaria (la responsabilidad por el otro y por su vida). Mi responsabilidad, el deber que se me ha encomendado, consiste en ir hacia el otro de manera profética, viviendo ya lo que no veo y dando ya lo que aún no poseo: la fraternidad de los seres humanos.

15 días con Edith Stein. Michel  Dupuis.
Resumen del decimocuarto día.

sábado, 16 de junio de 2012

VIDA INTERIOR Y ACCIONES EXTERIORES


En la vida oculta y silenciosa se realiza la obra de la redención. Una vez alcanzado el grado más alto de la oración mística, el alma no aspira a otra cosa que no sea entregarse al apostolado al que Dios la ha llamado (La oración de la Iglesia, 3: Cf. Obras selectas, pp. 407-409).


Antes que una actitud religiosa ante lo que no puede captar de la voluntad de Dios, la "perspectiva" o la "distancia" constituyen una actitud profundamente humana, casi elemental. De la filosofía ha aprendido que a menudo lo más fácil es lo menos justificado, que lo que parece lo más "natural" ya está impregnado de cultura y de costumbres diversas, que la relación con el mundo, la intención de nuestros actos e incluso la simple mirada sobre las cosas están ampliamente determinadas  por factores que es preciso identificar si queremos fundamentar radicalmente el comportamiento y la acción.


La espiritualidad extraída de la experiencia de santa Teresa acelera y radicaliza la acción filosófica: se trata de volver al interior de uno mismo para escuchar allí la sutil voz del Espíritu. Entonces ese recogimiento deja de ser pérdida de tiempo o un rodeo inútil y se convierte en el camino más corto hacia la voluntad de Dios.


Escuchar al Espíritu es el primer paso de la acción necesaria, de la que soy realmente responsable. En este diálogo de amor discreto en el que la criatura se reconstruye y, en el fondo, descansa; es donde el Creador deja que dulcemente se le acerquen, es donde arraigan la acción, el apostolado, las obras de misericordia, las cosas grandes y pequeñas que el mundo tanto necesita.


Todo es uno, y el alma es capaz de perder a Dios por Dios: la unidad íntima con Él lleva al encuentro con los hermanos, que son otros tantos rostros divinos, otras tantas alegrías o penas por compartir. cada momento posee su propio color: hay un tiempo para el silencio y un un tiempo para la alabanza; el momento de sonreír y el momento de estallar en carcajadas. Éste es el juego de la gloria de Dios: se trata de dar siempre fruto concreto en la vida, incluso en su dimensión pública, política.


15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del decimotercer día.

viernes, 15 de junio de 2012

LA EPIFANÍA QUE SE NOS HA CONFIADO


La epifanía de Dios es para nosotros la frágil figura de un niño al que se acercan los humildes y ante el que se inclinan los poderosos. En cualquier caso, la aparición de Dios no es una "lección". La manifestación externa no encuentra sentido más que a partir de lo interior, que es fuente de una vida secreta y fecunda. La epifanía que tanto necesita el mundo exige el retiro, la interiorización con Dios.

Se trata simplemente de que, en el inmenso misterio de la libertad de Dios y de los hombres, el infinito nos ama lo suficiente como para hacerse entender poco a poco y nuestra medida, al ritmo de nuestra marcha. Entonces se comprende mejor que la humildad habla claro y en voz alta de Dios: va directamente a la esencia de Dios, que es el amor, el don de sí. Todas las cualidades divinas no tienen sentido más que en el amor, y podríamos equivocarnos si razonásemos únicamente como hombres que somos.

Edith Stein insiste en esta continua elección de Dios, pues se trata de elegir y volver a elegir a Dios a medida que se nos manifiesta: Nosotros conocíamos ya a Dios, sin embargo sentíamos que Él quería ser buscado y encontrado de una manera nueva. Por eso íbamos a la búsqueda de una estrella que nos indicara el camino recto. Y ésta brilló para nosotros en la gracia de la vocación. La hemos seguido y hemos encontrado al Niño divino (Vida escondida y epifanía: cf. Obras selectas, p.246).

La epifanía es la comunicación de Dios conmigo mismo, su llamada dirigida especialmente a mí, la invitación a reunirme con Él en su novedad permanente e infinita. Edith Stein está convencida de que la manifestación externa procede del corazón y no de la superficie, del interior y no del exterior, del hogar y de la fachada. La epifanía está unida a la discreción. El Verbo de Dios necesita silencio. La epifanía es cosa de María: Dios mismo se confió a discreción amorosa, al servicio concreto, a un silencio lo suficientemente grande para albergar al "logos".

15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del duodécimo día.

jueves, 14 de junio de 2012

XI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO. EL REINO DE DIOS: INTERIORIDAD Y CRECIMIENTO


Jesús hablaba en parábolas. Era un Rabbí sabio, que además de enseñar sabía encantar a la gente; que además de expresar la verdad de Dios quería mostrar la belleza de las cosas de Dios. Así hablaba del Reino de Dios. El Reino de Dios es Dios mismo. Su persona, su vida, su proyecto de salvación, su voluntad. Pero ahora es el reinado de Dios, su efectiva acogida por los hombres, bajado a la tierra, anunciado por Cristo como modo nuevo de ser y de obrar, implantado entre nosotros.

Este Reino de Dios es también reino del hombre, un modo de ser y realizarse en libertad, de no tenernos miedo los unos a los otros, de servirnos mutuamente -porque servir es reinar-, de vivir en perfecta comunión y armonía. En una fraternidad efectiva, en un reino de paz.

Dios inculturó su vida entre nosotros. Por eso cuando se acepta y se experimenta esa vida de Dios en nosotros y entre nosotros, sentimos que el cielo ha bajado a la tierra; si en nuestro modo de obrar prevalece el amor, el dominio de nosotros mismos, la apertura a los demás; si entre un grupo, una comunidad, aflora un estilo trinitario de comunión y de vida, ha llegado hasta nosotros el reinado de Dios. Jesús nos enseña que la semilla del evangelio, bien sembrada, fructifica.

El Reino de Dios tiene también su dimensión de interioridad eclesial. No es solo realidad eclesial lo que se ve, como no es solo historia viva la que traen los periódicos cada día. Pero el reino tiene también dimensión de dinamismo. Cuanta más vitalidad tiene la semilla, tanto más hondas son las raíces y más esbeltos sus ramos.

La interioridad preserva a la Iglesia de la superficialidad. El dinamismo y la fuerza de sus ramas y frutos visibles la realiza en su visibilidad y en su testimonio. Pero a la vez necesita de los hondura de unas raíces que no se ven y que son la riqueza de la Iglesia.

Las dos parábolas que hemos leído están inspiradas en imágenes agrícolas y reflejan los conocimientos de la época. 

En la primera de las parábolas Jesús viene a decir que el crecimiento del Reino depende mucho más de la iniciativa de Dios que de los esfuerzos humanos. Eso no significa que la persona pueda desentenderse del todo, pero no le toca controlar el proceso mediante el cual el Reino avanza. Jesús nos dice que no nos descorazonemos ni seamos impacientes si no vemos frutos, sea en nuestra vida o en la vida de las personas en quienes hemos ayudado a sembrar la semilla del evangelio.

La  segunda parábola afirma que, en contra de lo que esperaban muchos contemporáneos de Jesús, el Reino no se hace presente de modo espectacular ni grandioso. Un día se hará realidad plenamente, pero mientras tanto, Dios ya está actuando en este mundo a través de los hechos aparentemente sencillos e irrelevantes. Esta parábola manifiesta que la gracia de Dios transforma inclusive las acciones más pequeñas que realizamos en su propia obra.

Para quienes se cierran a la Buena Noticia del Reino, resultan incomprensibles estas parábolas. Ante las parábolas hay que decidirse. Son historias inacabadas, interrogantes en espera de una respuesta que cada uno de nosotros está llamado a dar con sus opciones de vida y su compromiso personal.

No basta que nuestra vida  llegue a dar frutos. No basta con recibir la Palabra, hay que alimentarla con la reflexión y la oración, para que la acción de Dios fructifique.

LA EUCARISTÍA


A propósito de la Eucaristía, Edith Stein recupera ese tema del que ya se ha hablado a menudo: la estancia, la morada, la proximidad. Dios ha venido y se ha quedado en la tierra. Evidentemente es una historia de amor. Jesús ha desposado a la tierra definitivamente y le es fiel hasta la humillación; permanece con ella, zozobra con ella cuando ella pierde pie, no abandona el barco en los naufragios.

El amor de nuestro Dios es un amor conyugal y paterno: no podíamos quedarnos solos o huérfanos ante la terrible y larga espera del reencuentro. Después de haberte hecho hombre, era preciso que te siguieses entregando, que levantases tu tienda entre nosotros. Tú eres el Dios que quiere habitar entre los hombres, porque los tiempos futuros, incluso con el Consolador, siguen siendo demasiado para la debilidad de los hijos.

Como la imaginación de Dios tiene la medida de su amor, te hiciste carne de la carne de los hombres, alimento y bebida cotidianos, que transforman y divinizan la vida, la pequeña vida del hombre, convertida por fin en "historia sagrada". 

Los frutos de la tierra, llenos de vida, se convierten en su cuerpo y su sangre. Los elementos necesarios para la vida son transformados sustancialmente, si los reciben en la fe, los hombres son a su vez transformados: se encuentran sumergidos en la vida de Cristo y llenos de su divina vida (La oración de la Iglesia, 1: Cf. Obras selectas, p. 395).

La transformación de la Eucarística es el orden de la dilatación: invadidos por el Espíritu, nos sentimos menos estrechos en nuestros límites humanos, en nuestras preocupaciones, alegrías e inquietudes. La Eucaristía es la fuerza de Dios que nos hace vivir la vida de Dios, la caridad, la comunión trinitaria. El amor sólo es personal. La inmensidad de Dios está hecha de una infinidad de fidelidades personales, de una infinidad de cuidados, de una infinidad de donaciones a cada criatura. En la vida eucarística de cada particularidad es llevada a su sentido propio, cada detalle encuentra su significación, cada persona redescubre su unicidad en Dios.

15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del undécimo día.

miércoles, 13 de junio de 2012

EL ESPÍRITU DE SABIDURÍA

El hombre está llamado a vivir en su interior y a ser tan dueño de sí mismo como únicamente puede serlo desde allí; sólo desde allí es posible un trato auténticamente humano con el mundo; sólo desde allí puede hallar el hombre el lugar que le corresponde en el mundo. Pero aun siendo esto así, ni el  él mismo llega nunca a penetrar del todo en ese interior suyo. Es un secreto de Dios, cuyos velos solo él puede levantar, en la medida que a él le plazca... Y cuando su vida la alimenta de esa interioridad, vive plenamente y calcanza el grado más elevado de su ser (Ciencia de la Cruz, p. 189 y 151).

Es la extraordinaria discreción, la pura desaparición de nuestro Dios en la persona del Espíritu, que no deja ver nada que no sea él mismo, como la luz invisible inunda las cosas y las ofrece a la mirada. Cada uno de nosotros está llamado a crecer, a desplegarse; es una llamada del creador a sus criaturas. Ahí están su gloria y su felicidad y nuestra felicidad y, si queremos decirlo así, nuestra gloria de hijos de Dios.

En la medida en que Dios quiere, estoy llamado a comprender las cosas, las situaciones y a las personas. La luz de la razón penetra en la oscuridad, en los laberintos interiores, en las ambigüedades de la vida y de las relaciones, en los "síes" siempre mezclados con "noes", en al "aún no" mezclado con el "ya"...

La filosofía se convierte en el estilo de vida de los que, instruidos o no, parlanchines o callados, saben vivir desde lo más profundo de su ser, y encuentran en lo íntimo de su corazón este principio de unidad; todo concurre al bien para los que aman a Dios.

Edith Stein, que estudió mucho los mecanismosm de la comprensión de la vida de los demás, nos hacer ver en esto una obra del Espíritu: el consolador actúa en nosotros, es evidente, pero también actúa a través de nosotros: por nuestra comprensión y compasión nos da la posibilidad de compartir las penas y las alegrías. Esta inteligencia del corazón que ciertas personas poseen como un "talento" es un don del Espíritu que nos acerca los unos a los otros, que nos ofrece los unos a los otros en una comunión de hermanos y hermanas del mismo Padre.

15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del décimo día.

martes, 12 de junio de 2012

MARÍA, LA MORADA DE DIOS


Comprendía el sentido místico del lavatorio de los pies: quien se acerca a la mesa santa debe estar completamente puro, pero sólo su gracia puede conceder esta pureza. ¡Oh , Madre: enséñanos a recibir el cuerpo del Señor como tú lo has recibido! (Jueves Santo 14 abril, "María en la última cena", 10/21-IV-1938, Retiro de preparación a los santos votos perpetuos).

Pues para Edith Stein la mujer encarna en verdad una "idea" de Dios sobre la humanidad. Lo único que importa es que cada persona, hombre o mujer, adulto o niño, trabajador manual o intelectual, realice en sí mismo el proyecto de Dios sobre él.

María es la madre, la morada de Dios y de los hombres. Es sencilla, incluso elemental en su amor concreto: tiene asguizado el sentido de las cosas pequeñas, quizá minúsculas, pero nunca mezquinas, como el pan y el vino. Es discreta pero está atenta; aguarda en el corazón lo que ha llevado dentro: sin duda comprende antes que los demás, pero en silencio.

El silencio o el susurro de María son unas guías preciosas, una fuente abundante y fiel, la brújula que nos lleva al pobre y nos enseña a darle de comer y a cuidarlo. Complemtamente entregada a Dios, es toda de los hombres y anima a acercarse a Dios con sencillez, como niños hambrientos y sonrientes, niños pequeños que han jugado mucho y han corrido mucho y que rompen a reír pidiendo un poco de agua. María es la que nos desevela inmensidad de las cosas pequeñas.

No es un camino al margen del seguimiento de Cristo: el seguimiento de maría incluye el seguimiento de Cristo, porque María es la primera seguidora de Cristo, y la primera y más perfecta imagen de Cristo. Ella tiene, sin embargo, para las mujeres el significado especial de llevarlas de una forma adecuada al modo femenino, a la imagen de Cristo (La mujer, pp. 246-247).

Ella es nuestro modelo de humanidad renovada por Cristo; María, la morada de Dios, es el eslabón que no podía faltar, el vínculo entre el creador y la creación. La mujer es órgano esencial para la maternidad sobrenatrual de la Iglesia...María es el símbolo más perfecto de la Iglesia... (Mujer, p. 397-299).

Por este camino María nos enseña la Eucaristía y nos guía hacia el banquete de bodas. En esto, en su dolor al pie de la cruz, es la madre de la Iglesia: la que une en el nombre de su Hijo, la que une porque lo ha perdido todo. Vacío, la madre de Dios.

15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del noveno día.

lunes, 11 de junio de 2012

LA CIENCIA DE LA CRUZ


Todo lo que comprendemos simbólicamente bajo el nombre de Cruz, todas las cargas y sufrimientos de la vida, pueden considerarse como mensajes de la Cruz, ya que es precisamente por su medio como mejor puede aprenderse con mayor profundidad la ciencia de la cruz (Ciencia de la cruz, p. 28)


Ningún corazón humano ha penetrado jamás en una noche tan oscura como el Verbo Encarnado en Getsemaní y el Gólgota (Ciencia de la cruz, p. 33).


Edith Stein tomó el nombre de Teresa Benedicta de la Cruz... Teresa por la espiritualidad carmelita, Benedicta por la vida monástica, y la Cruz... con un talento espiritual inusitado Edith capta el vínculo íntimo que une el amor por la cruz y al amor la sabiduría. Enseguida reconoce que existe una auténtica "ciencia" de la cruz, que no se trata de un conocimiento o de un saber intelectual, de una disciplina o una especialidad... sino de una sabiduría, una visión. Que ama hasta la muerte y que, entregándose por amor, conoce el secreto último de las cosas.


Cruces tan a menudo ignoradas o rechazadas, y que no esperan más que una mirada de amor para que todo ese sufrimiento inútil, escandaloso, absurdo puede transformarse misteriosamente en fermento de amor y de salvación. Pues la cruz me necesita de verdad, necesita mi amor para liberar lo que oculta.


La cruz sigue siendo un misterioso escándalo doblemente enigmático: por lo que tiene de absurdo, que puedo reconocer, y por su fecundidad, que puedo liberar.


Cristo es el camino, todo se reduce a comprender cómo hemos de caminar imitando al único modelo que es Cristo (Ciencia de la cruz, p. 77). La realidad del no-amor pesa como un yugo sobre los hombres, un yugo de tal peso que muchos se pierden, ahogados por el sufrimiento y el absurdo. El poder de Dios es muy diferente de nuestras imágenes humanas. Acompaña el camino de los hombres "que están siendo salvados" y comparte sus calvarios.


15 días con Edth Stein. Michel Dupuis.
Resumen del octavo día.

sábado, 9 de junio de 2012

BONDAD Y VERDAD

Verdad y misericordia se han encontrado en la obra de la Redención. Ambas son una sola en Dios. El horror del pecado y la fuerza de las tinieblas se han hecho manifiestas en el sufrimiento y la muerte de Jesús. Ya no perecemos sino que por sus heridas seremos curados, por su abandono  conducidos al Padre, por su muerte ganaremos la vida, ésa es la misericordia.


La joven es fiel a esta vocación: a la verdad, cualquiera que sean las circunstancias de su trabajo y de su docencia. La verdad se  transfigura, se desvela, se convierte en un rostro y en una palabra. Mirar atentamente, intentar, comprender ya es amar, ya es rezar.


Y uno puede decir que, en muchos casos, más valdría no saber nada, no decir nada, ignorarlo todo.... En Dios la luz recobra su cualidad de calor: es precisamente el calor lo que ilumina, lo bueno hace lo verdadero. El amor es la última palabra de las cosas.


Pues, según creemos, toda la verdad ha sido entregada al mundo, pero el mundo está lejos de haberse dado cuento de todo. ¡Cuántos desastres se han cometido y tolerado con el pretexto de la verdad adquirida! ¡Cuántas catástrofes y decepciones con el pretexto de que la verdad es inaccesible! Ya es nuestra, pero aún no...


Edith Stein considera que la verdad plena no pertenece más que a Dios, y -por suerte para nosotros- para Dios nada es imposible. El día de su profesión religiosa, Edith sentirá claramente a su lado la presencia espiritual de su madre.


Estos dolores por las verdades no compartidas no son más que algo accesorio, que se podría superar mediante una especie de consenso universal. El primer don del perdón es la verdad entregada, ofrecida. A fin de cuentas, la única verdad es la del amor de bondad. La verdad de lo que soy me acerca al corazón de mi Dios.


15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del séptimo día.

viernes, 8 de junio de 2012

AMAR COMO PERSONA

Para amar, debemos ser personas. Pero parece que en nosotros el ser persona y el amar no coinciden. En todos los casos nosotros no somos nuestro amor. Nuestro amor es quizá nuestro ser más esencial. Pero en nosotros, amar y ser no coinciden, así sencillamente. Por el contrario, Dios es amor. Éste no es en Él una "parte de su esencia", porque su esencia no tiene partes. Cuando Dios se entrega a sí mismo, es su amor lo que entrega, por tanto el amor mismo es una persona (domingo de Pentecostés, La Persona del Espíritu Santo, 9-VI1935).


Ciertamente somos personas, pero sin serlo aún del todo. Ya, pero aún no... Muchas cosas en mi son "personales" en el sentido de que las vivo plenamente, físicamente y espiritualmente, concretamente, en función de un proyecto de vida. 


Pero también hay muchas cosas, grandes o pequeñas, físicas o mentales, que están "cosificadas", como dicen los filósofos, y no son de orden personal. No están asumidas de verdad ni vividas realmente, es decir, no están realmente reconocidas, aceptadas, ni asumidas.


Ser persona es la condición del amor, pero es ante todo fruto de él. Dios espera que seamos personales, y nos encomienda que nos "formemos" recíprocamente, unos a otros. Nos encarga que nos "personalicemos" unos a otros. Hace falta la persona -pero no sólo una: no existe una persona- hacen faltan personas para que haya amor.


El amor que uno tiene; pero sobre todo está el amor que uno es. El amor es casi siempre una actitud, un comportamiento, incluso una cualidad. Pero si nuestros corazones humanos experimentan la bondad de modo intermitente es porque aún no han alcanzado completamente la verdad de su ser: el amor, que es Dios. Y esto lo expresa filosóficamente de un modo muy claro: nuestro ser, nuestra sustancia, nuestra "esencia" es el amor


Sólo Dios es íntegramente amor y correlativamente, sólo Él es íntegramente persona, es decir, esencialmente singular y plural, "uno-en-comunidad". Llegar a ser uno mismo significa llegar a ser el otro; y si esta última fórmula no significa evasión o alienación del otro (¡"del que me aprovecho"!), llego a ser yo mismo perdiéndome para ser el otro en el amor por el otro, en el amor que permite al otro llegar a ser él mismo de un modo menos incompleto. Pero yo también necesito el mismo  impulso hacia mí por parte del otro...


Los sujetos humanos son personas: esto significa para nosotros que Dios hay querido encomendarlos unos a otros, unas a otras. Toda la filosofía de Edith Stein presiente y trata de establecer racional y espiritualmente que ser persona es ser único-en-comunidad. Cada no de nosotros está llamado a ser íntegramente él mismo a través de la química  paradójica del amor.  


15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del sexto día.

jueves, 7 de junio de 2012

La Santa Sede concede un Año Jubilar a la Basílica de las Angustias por el centenario de la Coronación Canónica

MODELAR LA PROPIA VIDA


La "formación libre" o la "formación de sí mismo" no es solamente una formación del cuerpo, sino también -y sobre todo- una formación de la propia alma. El alma debe llegar hasta sí misma en dos sentidos: conocerse a sí misma y llegar a ser lo que ella debe ser (Ser finito y ser eterno p. 442-443).


El hombre ha sido creado libre, es decir, capaz de amar, y en cierto modo, ha sido creado "inacabado". Edith Stein llama a esto la auto-constitución de la existencia. Filosóficamente es muy complejo, pero existencialmente es muy evidente: soy lo que llego ser por el juego de circunstancias, pero también en virtud de mis opciones. Se podría decir que mi vida es a la vez "biología" (limitaciones), y "biografía" (el talento). 


Se comprende que en todos sus trabajos Edith Stein describe la existencia humana como un taller, un campo de posibilidades, un proyecto al que hay que dar forma, igual que a una obra de arte. Los acontecimientos descubren o revelan una voluntad, un proyecto.


Pero es crucial, para pasar de mí a mí mismo, que yo sepa lo quiero y lo que valgo; dicho esto de otro modo, que el proyecto de mi existencia esté de acuerdo con mis posibilidades más íntimas. 


Educar quiere decir llevar a otras personas a que lleguen a ser lo que deben ser. Pero no posible educar sin saber antes qué es un hombre y cómo es, hacia dónde se le debe conducir y cuales son los posibles caminos para ello (La estructura de la persona humana, p. 294).


15 días con Ediht Stein. Michel Dupuis.
Resumen del quinto día

miércoles, 6 de junio de 2012

SOLEMNIDAD DEL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO. LA ALIANZA EN EL CUERPO Y EN LA SANGRE DEL SEÑOR.


Celebramos en este domingo la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre del Señor. Fiesta de la Eucaristía. Un misterio que el Jueves Santo tiene la fiesta de la Institución y el Corpus tiene una gozosa fiesta de la respuesta de la fe. Afirmar el misterio de Dios con nosotros en la Eucaristía, su compañía: que por eso santa Teresa lo llamaba Cristo "Compañero nuestro en el Santísimo Sacramento". Necesitamos este pan para afrontar la fatiga y el cansancio del viaje y el camino que debemos recorrer cada semana. Comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo. La verdadera meta de nuestro camino es la comunión con Dios. Jesús va delante de nosotros hacia el Padre, sube a la altura de Dios y nos invita a seguirlo.

La Eucaristía sigue siendo la opción fundamental de nuestra fe. Ante el misterio del Pan de Vida el sacerdote tiene que renovar su adoración, el cristiano confesar que es un misterio que trasciende su inteligencia. La Eucaristía nos pone de rodillas, confunde nuestro orgullo y nos abre a la humildad y al gozo de la fe en la palabra y en el poder de Cristo. Sólo así se convierte para nosotros en misterio de luz y de vida.

Jesús, que tantas veces había hecho de las comidas escenario privilegiado de sus enseñanzas, aprovecha una cena de despedida con sus amigos para impartir su última lección de vida. Identificando el pan partido con su cuerpo y la copa de vino compartida con su sangre, Jesús está resumiendo el sentido de su vida y anticipando el significado de su muerte como entrega y donación sin límites de toda su persona. De este modo, el ritual de la vieja Pascua judía, centrada en el cordero sacrificado en el templo, se transforma en celebración de la nueva alianza entre Dios y los hombres sellada con la sangre que Cristo derramó por todos.

Y Dios, en su amor hacia los hombres, ha sellado su alianza con nosotros con la sangre de su Hijo. Y como ésta es la alianza nueva y eterna, cada día se hace presente el único sacrificio de las única alianza nueva. Es el mismo sacrificio de Cristo en el sacrificio de la Iglesia. Iglesia unida a Cristo en alianza esponsal, en comunión de vida. Por eso el Corpus es fiesta de la Alianza Nueva en la Eucaristía, el arco iris de la paz y de la reconciliación que Dios ofrece cada día. Una alianza que pide un sí de amor, el culto del Dios vivo, una vida que prolonga la de Jesús, hecha amor y servicio.

Nos sentiremos invitados a identificarnos con las actitudes de fondo que le llevaron a entregar su vida por todos. Si no, la "comunión" con él no será expresión de "alianza", es decir, de un modo nuevo de entender las relaciones con Dios y con los demás, sino un rito vacío de contenido. Un pan que se parte y una copa de vino que se derrama. Una persona entregada, una vida para los demás.

La fiesta del Corpus Christi es singular y constituye una importante cita de fe y de alabanza para toda la comunidad cristiana. Es una fiesta instituida para adorar, alabar y dar públicamente las gracias al Señor, que "en el Sacramento eucarístico Jesús sigue amándonos hasta el extremo, hasta el don de su cuerpo y de su sangre. La finalidad de esta comunión, de este comer, es la asimilación de mi vida a la suya, mi transformación y configuración con Aquel que es amor vivo.

Cómo podríamos vivir sin Él. En estas palabras de san Ignacio resuena la afirmación de los mártires de Abitina: Sin reunirnos para celebrar la Eucaristía no podemos vivir. Nos faltarían las fuerzas para afrontar las dificultades diarias y sucumbir. Precisamente de aquí brota nuestra oración: que también nosotros, los cristianos de hoy, recobremos la conciencia de la importancia decisiva de la celebración dominical y tomemos de la participación en la Eucaristía el impulso necesario para un nuevo empeño en el anuncio de Cristo, nuestra paz al mundo. Tenemos necesidad de un Dios cercano, de un Dios que se pone en nuestras manos y que nos ama. El don santo está destinado a quienes han sido santificados.

Y tú, María, que fuiste mujer "eucarística" durante toda tu vida, ayúdanos a caminar unidos hacia la meta celestial, alimentados por el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pan de vida eterna y medicina de la inmortalidad divina.

martes, 5 de junio de 2012

Poema al Espiritu Santo de Edith Stein


¿Quien eres tu,

dulce luz que me llenas

e iluminas la oscuridad de mi corazón?
Me conduces igual que una mano materna
y si me dejas libre,
no sabría ni dar un paso.
Tu eres el espacio
que envuelve todo mi ser
y lo encierra en si,
abandonado de ti cae en el abismo de la nada,
donde tu lo elevas al Ser.
Tú, mas cercano a mi que yo misma
y mas íntimo que mi intimidad,
y aun inalcanzable e incomprensible,
y que todo nombre hacer renacer:
Espíritu Santo,
¡Amor Eterno!

Algunas reflexiones



"¿Estás alarmada por la inmensidad que los 
Santos votos requieren de ti? No tienes que estar alarmada.
Lo que has prometido está realmente más allá 
de tu propia debilidad y poder humanos;
pero no está más allá del poder del Todopoderoso
este poder será tuyo si Tú te entregas a Él"



"Mientras más oscuro se va haciendo alrededor nuestro,
más debemos abrir nuestros corazones a la luz que viene de lo alto"

MEDITAMOS Y ORAMOS CON EDITH STEIN

Algunos textos de la santa para orar y meditar


Para tomar conciencia del amor de Dios hacia mí: "Yo me sé sostenido y este sostén me da calma y seguridad. Ciertamente no es la confianza segura de sí misma del hombre que, con su propia fuerza, se mantiene de pie sobre un suelo firme, sino la seguridad suave y alegre del niño que reposa sobre un brazo fuerte, es decir, una seguridad que, vista objetivamente, no es menos razonable. En efecto, el niño que viviera constantemente en la angustia de que su madre le dejara caer, ¿sería razonable?." (Ser finito y ser eterno, p. 75)

Cómo actuar frente al amor de Dios: "Ser como un niño y poner la vida con toda la investigación y cavilación en las manos del Padre. Si todavía uno no logra esto: pedir, pedir al Dios puesto en duda y desconocido que sea él quien le ayude. Ahora míreme asombrado, que no tengo miedo de presentarme ante usted con tan sencilla sabiduría de niño. Es sabiduría, porque es sencilla y esconde en sí misma todos los secretos. Y es un camino, que conduce con total garantía a la meta."
(Autorretrato epistolar, p. 60)

Consejo para vivir cada día en las manos de Dios: "Y cuando llega la noche y la revisión del día nos muestra que muchas de nuestras obras fueron fragmentarias y otras, que también nos habíamos propuesto, quedaron sin hacer y se despierta en nosotros una suerte de vergüenza y arrepentimiento, en ese momento habremos de tomar las cosas tal cual son, hemos de ponerlas en las manos de Dios y abandonarlas a Él. De esa manera se puede descansar en Él para, después de recuperarnos verdaderamente, comenzar el nuevo día como si fuera una nueva vida." (La mujer)

SOLIDARIDAD CON LOS HERMANOS


Llegué a pensar que llevar una vida religiosa significaría dejar de lado todo lo terreno y vivir teniendo el pensamiento única y exclusivamente en cosas divinas. Que Cuanto más profundamente alguien está metido en Dios, tanta más debe en este sentido, "Salir de sí mismo", es decir, adentrarse en el mundo para comunicarle la vida divina.

Basta un poco de espacio, un rincón tranquilo, y tener la buena costumbre, cada día por la mañana... Pero con ese modo de expresarse, que parecerá algo ingenuo, Edith Stein apunta a una cosa esencial que, como filósofa, conoce bien. Los hombres y las mujeres vivimos el tiempo; nuestra existencia, es decir, nuestros deseos, proyectos y temores, nuestras alegrías y debilidades.

Mañana tras mañana, un momento tras otro, nos confía su proyecto y comparte nuestros proyectos.  La experiencia del padre Elías en el desierto nos lo ha enseñado: la única morada que cuenta es el rostro del Señor. Pero cultivar la complicidad con dios, en la disponibilidad más libre que que se pueda dar, no se queda en una conversación aparte de los hombres.

Edith Stain comprendió poco a poco cómo circula el amor, cuál es su circuito o su movimiento, y descubrió esta dimensión esencial de la oración de la Iglesia: delante de Dios uno siempre está solo y es único, y a la vez estamos siempre juntos.

Como Teresa de Jesús y su visión del infierno, Edith Stein percibe el infierno en las tribulaciones  de un mundo desorientado, en manos de políticos sectarios y racistas. Ante el auge del nazismo en su país, Edith siente en su propia carne las injusticias de las miradas partidistas, la crueldad siempre cerca.

También conoce la desesperanza y la inquietud, la descristianización y la pérdida de las intuiciones sencillas de la vida evangélica.Tiene el presentimiento que llega la hora de los mártires, como si en adelante la Sagrada Escritura no se dejase transcribir más que con la sangre de los que deben mostrar el camino.

15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del cuarto día.

lunes, 4 de junio de 2012

PERMANECER ANTE EL ROSTRO DEL DIOS VIVO

Permanecer ante el rostro del Dios vivo: ésa es nuestra vocación. Asumimos un pequeño riesgo: nos separamos por un momento de las preocupaciones de la vida normal y volvimos los ojos hacia dentro, elegimos el camino de Dios y de sus deseos. Siguiendo a Jesús, descubrimos que nuestro Dios tiene un rostro de Padre, que nos llama a Él, que se da, que se muestra.


Edith Stein descubre en ese cara a cara el único deber de su existencia, el verdadero sentido de su vida. Con el tiempo y con ayuda de la gracia y la misericordia, se trata de ser un poco parecido a Dios, Padre misericordiosa, Hijo crucificado, Espíritu de sabiduría.


Quien permanece en Dios está siempre en este cara a cara: el vaso de agua ofrecido al más pequeño se ofrece a Dios que tiene sed. Cuando estoy con ante el Padre reconozco mi miseria, mi pecado, mi deseo. Es su misericordia lo que me hace volver a mí mismo, y me descubro pecador perdonado.


Lo más eficaz es desde luego lo más discreto: el que permanece cerca del Todopoderoso contribuye a engendrar maravillas y obtiene para sus hermanos lluvia y rocío.


15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del tercer día.

viernes, 1 de junio de 2012

LA ELECCIÓN DE DIOS

"Tenía que dar el paso yo misma en la total oscuridad de la fe. Muchas veces durante aquellas semanas pensaba: ¿Quién se desmoronará antes, mi madre o yo? Pero las dos resistimos hasta el fin".


Edith es consciente de que añade un sufrimiento más a tantos dolores que ya soporta la anciana. Es casi una traición: Edith traiciona todo lo que había sido la fuerza y el valor de su madre durante una vida de pruebas, debidas especialmente a los hijos que, poco o mucho, han abandonado la religión de familia. ¡Pero abandonar o descuidar la religión es poco en comparación con la apostasía!


Dejar al padre y a la madre... Amar a Jesús más que a ellos... Dejar las redes inmediatamente está bien, pero dejar de paso al padre con las redes... (Cf. Mt 4,22). Seguir a Jesús exige una firme resolución que corta de un tajo precisamente por donde los vínculos son  más sensibles, más estrechos en pleno centro de lo que hace humana nuestra vida.


La fe, a la luz de la cruz, es una fe honesta y verdadera, pero oscura. El sufrimiento es auténtico: la noche de la partida, aunque sea una noche estrellada, no encierra ni un poco de consuelo. Por ti dejo de lado, como me dices que haga, mis proyectos, mi familia, mi prójimo.


La prueba más dura fue, sin duda alguna, la separación en medio de la incomprensión, el abandono de su madre.Como Edith Stein, los que quieren seguir a Jesús deben llevar su propia cruz -y para ello deben reconocerla-, esa cruz estrictamente particular, personal y nueva cada día.


15 días con Edth Stein. Michel Dupuis.
Resumen del segundo día.