LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


miércoles, 3 de septiembre de 2014

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO

Corregir con amor

En la 2ª lectura san Pablo nos recuerda que el amor es el resumen de toda la vida cristiana. A primera vista no hay novedad en esta afirmación que ya está presente en el AT (Dt 6,6: amarás al Señor tu Dios con todo el corazón...) y ratificada por Jesús (Mt 22,34-40). La novedad está en que Jesús nos da su Espíritu y nos capacita para amar como él nos ha amado (Jn 13,14). Por ello para el cristiano el amor no es una meta utópica sino una realidad a su alcance si colabora con la gracia de Dios.

Este mandato es lógico. Si la naturaleza de Dios es amor, igual debe ser la naturaleza de sus hijos, como pone relieve la 1 Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en la muerte” (3,14); Queridos hermanos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor (4,7-8).

Este amor tiene que estar presente en todas las acciones del cristiano. Hoy la palabra de Dios en la 1ª lectura y Evangelio nos recuerda la necesidad de corregir al hermano pecador como expresión de amor. El hermano peca. Basta apelar a la propia experiencia. La Iglesia y sus componentes somos santos por la gracia de Dios, pero también pecadores. ¿Qué hacer ante el pecado del hermano? Jesús nos ofrece una serie de normas para afrontar la situación: Hay que amar siempre al hermano pecador; aunque peque, no deja de ser hermano, como se recuerda en la parábola del Hijo Pródigo (Lc 15,31). Hay que ver la manera de salvar al hermano que comete el mal, pues no es voluntad de vuestro Padre, que está en los cielos, de que perezca ninguno de los pequeños (Mt 18,14). No hay que condenarlo como definitivamente perdido y sin remedio: No juzguéis y no seréis juzgados (Mt 7,1); la razón es que no conocemos suficientemente el corazón del hombre y nos exponemos a arrancar trigo, creyendo que arrancamos cizaña. Esta tarea se la reserva Jesús en el juicio final (Mt 13,28-30). Queda totalmente excluida la crítica negativa y despiadada, que sólo es expresión de envidia y falta de amor. Una madre puede reconocer el pecado de su hijo, pero jamás se dedicará a darlo a conocer. Finalmente la corrección fraterna y el perdón. El Evangelio de hoy subraya la corrección fraterna y el del próximo domingo hablará del perdón.

La corrección fraterna es importante en la vida cristiana. Ante el pecado del hermano no vale quedar impasible, si realmente se le ama, pues se está autodestruyendo. En la 1ª lectura el texto de Ezequiel recuerda que somos corresponsables del hermano y obligados a corregirle. Jesús igualmente nos manda la corrección fraterna, que hay que hacer de la forma más delicada posible, buscando sólo el bien del hermano; de aquí la gradación que propone. A veces no da resultado, porque no se hace con amor y todos tenemos un quinto sentido que capta la autenticidad de la corrección, discerniendo si las palabras de la corrección proceden de un corazón que ama o de un corazón que no ama y actúa por otros motivos. No se trata de corregir cualquier desvío pequeño, sino algo grave, que puede hacer daño a la comunidad, como dejan entender las últimas palabras de Jesús que hablan de excomulgar.

La comunidad cristiana tiene que caminar de forma realista, consciente de la presencia del Espíritu que la santifica y la empuja a luchar siempre contra el pecado presente en ella. En esta tarea la Eucaristía tiene un papel importante, pues en cada celebración el Espíritu nos purifica y fortalece para hacer de nuestra existencia un sacrificio existencial, unido al de Cristo.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

miércoles, 27 de agosto de 2014

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO

Participar la eucaristía

         En la 2ª lectura san Pablo invita a ofrecer la propia vida a Dios como el único sacrificio que le es agradable, de acuerdo con su naturaleza espiritual y la nuestra racional. Dios es amor y lo que espera de la persona humana es su amor, su corazón, ofrecido libremente. Por eso ya en el AT se le pide que ame a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con todas sus fuerzas (Dt 6,5), lo que implica una vida en la que la voluntad de Dios es lo más importante. Este es el culto razonable del ser humano a Dios, pues es lo único propio que posee. Todo lo demás, la vida, los bienes, todo lo ha recibido de Dios. Solo tiene una cosa propia, su amor que es esencialmente libre y se ofrece a quien uno quiere. Eso es lo que pide Dios.

         La humanidad fue incapaz de hacer esta ofrenda, por tener un corazón debilitado por el pecado original. Pero Dios no cede en sus pretensiones y, para hacerlo posible, Dios Padre envía a su Hijo, que se hace hombre y realiza esta ofrenda en nombre de toda la humanidad. Toda la vida de Jesús es hacer la voluntad del Padre por amor, desde la encarnación, en que según Hebr 10,5 dijo al Padre: “He aquí que vengo para hacer tu voluntad”, hasta la muerte en cruz en que pronunció el “Todo se ha cumplido” (Jn 19,30). Esta vida, consagrada al amor, llegó a Dios y constituye el único sacrificio agradable a Dios Padre, por el cual nos perdona, nos hace hijos suyos, nos permite el acceso a él y nos posibilita compartir su felicidad.

         La tarea del cristiano es ratificar lo que Jesús ha hecho en nombre de cada uno de nosotros. Lo hacemos en el bautismo en que nos unimos a él y él nos da su Espíritu, que nos capacita y fortalece para vivir como él. Ya es posible hacer de nuestra vida un sacrificio agradable a Dios, uniéndonos al sacrificio de Jesús, viviendo como él, siguiéndole en nuestra vida de cada día..

         En el evangelio de hoy Jesús nos recuerda lo que implica vivir unidos a él y seguirle: negarse a sí mismo, es decir, no vivir centrado en el propio egoísmo sino en los intereses del amor a Dios, y tomar la cruz, es decir, estar dispuestos a morir si es necesario por Jesús. Es una opción que humanamente parece una necedad, contraria a lo política y culturalmente correcto, lo que explica la postura de algunos cristianos que desgraciadamente se avergüenzan de manifestar públicamente su fe. Pero es la verdadera sabiduría existencial. Esto se traduce en la vida de cada día en pequeñas y grandes renuncias en el seguimiento de Jesús, pero que comportan grandes alegrías porque es el camino que conduce a la plenitud del amor y la felicidad. La opción del placer por el placer es un error existencial.

         En este contexto se comprende la razón de la Eucaristía, que nos ha dejado Jesús como modo de alimentar nuestra ofrenda existencial a Dios, uniéndonos al único sacrificio que llega al Padre, el de Jesús. La reforma litúrgica ha dejado claro cómo se participa en la Eucaristía. Erróneamente antes se le daba mucha importancia al llamado ofertorio, como acto de ofrecimiento, cosa que no lo es sino un simple acto secundario de preparación de las ofrendas (por ello no tiene sentido acompañarlo con cantos de ofrendas, cosa frecuente, pero errónea). El verdadero ofrecimiento tiene lugar inmediatamente después de la consagración. En ésta, se hace sacramentalmente presente Jesucristo entregándose al Padre, es decir, en actitud pascual, sacrificial, dinámica, actualizando su muerte y resurrección. A continuación se hace la ofrenda al Padre, recordando el sacrificio (se alude a la muerte y resurrección) en nombre de toda la Iglesia. En este momento cada uno de los que participan debe ofrecer su propia vida, unida a la de Jesús. Sigue una oración en la que se pide al Padre la unidad de los que nos unimos al sacrificio de Cristo, condición necesaria para que el Padre acepte nuestra oblación. En la comunión Jesús nos alimenta para que hagamos efectivo este ofrecimiento en cada momento de nuestra vida.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

miércoles, 20 de agosto de 2014

DOMINGO XXI DEL TIEMPO ORDINARIO

La misericordia del señor es eterna

         En el salmo responsorial aclamamos y pedimos: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. Dios ha creado el mundo por amor y lo conduce hacia su plenitud con amor, a pesar de todos los pecados e infidelidades de la humanidad. La misericordia divina acompaña siempre la humanidad.

         Dios ha creado el mundo y lo ha puesto en las manos libres de la humanidad. Esta lo conduce de forma irregular, alternando la justicia con la injusticia. Es en este mundo concreto donde Dios actúa, respetando siempre la libertad humana y normalmente sirviéndose de hombres de buena voluntad, para llevar a cabo su gobierno del mundo, escribiendo derecho con renglones torcidos.

         El resultado es que no siempre aparece claro el gobierno misericordioso divino. De aquí los frecuentes ¿porqués? ante la acción divina. ¿Por qué permite esto u lo otro? A ello se refiere la 2ª lectura en que s. Pablo alaba la profunda sabiduría de Dios en el gobierno de la historia. Es un gobierno llevado a cabo con una sabiduría profunda que escapa a los humanos. Dios camina en la historia, pero sus huellas son irrastreables. Una cosa está clara. Todo es para nuestro bien.

         En este contexto nos habla hoy la liturgia de la misión especial que Jesús encomendó a Pedro al servicio de la unidad de la Iglesia. Es una manifestación constante de la misericordia del Señor. A lo largo de la historia han ejercido este carisma papas diversos y con motivaciones diversas, unos han seguido fielmente a Jesús en su ministerio, otros han dejado mucho que desear, pero a través de todos la sabiduría divina ha acompañado a la Iglesia a lo largo de los siglos. Realmente la historia del papado pone de manifiesta que Dios lleva su Iglesia de la mano. Si la Iglesia fuera solo obra de hombres, ya habría desaparecido.

El carisma del papado consiste en significar y asegurar la unidad de los cristianos, unidad de fe, pues Jesús sólo nos ha entregado una enseñanza; unidad de celebración, pues todos formamos la única Iglesia de Jesús, cuya finalidad principal es el culto al Padre, y unidad de vida como manifestación de la misma vida nueva que hemos recibido. Esta tarea la han ejercido los papas de diversas formas a lo largo de la historia, de acuerdo con las circunstancias de cada época. Se puede discutir si la actual es la más apropiada para nuestro tiempo, lo que no se puede discutir es que el Papa tiene esta tarea por encargo de Jesús y que su misión de asegurar la unidad de la Iglesia es fundamental. Hay que dar muchas gracias a Dios por la serie de papas que ha dado a su Iglesia en los últimos tiempos. 

         Hay que acoger este regalo de Dios a su Iglesia con acción de gracias, con amor, con sinceridad y críticamente. Con acción de gracias a Dios por este don; con amor, que debemos a todos, y especialmente a los que consagran su vida al servicio de la Iglesia; con sinceridad, evitando acoger solo lo que está de a cuerdo con mi forma de pensar; críticamente, sabiendo discernir el valor de cada palabra o actuación del papa, una cosa es cuando habla ex cathedra y debo aceptar, y otra cuando manifiesta una opinión particular, de la que se puede disentir. Y entre ambas hay una variada gama de situaciones intermedias.

         El Papa es un cristiano entre los cristianos, hombre débil como los demás. Por eso está necesitado de nuestra oración para que el Señor lo ilumine y fortalezca en su difícil tarea. Fue la primera cosa que pidió el actual papa Francisco, cuando fue elegido, y continúa pidiendo reiteradamente.

         La celebración de la Eucaristía es manifestación constante de la misericordia divina acompañando a su Iglesia. Es sacramento de la unidad, en que recordamos al Papa y pedimos por él como expresión de la comunión que nos une a todos y a los que nos gobiernan en nombre del Señor. Están necesitados de nuestra oración, afecto y obediencia para bien de toda la Iglesia.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

miércoles, 13 de agosto de 2014

DOMINGO XX DEL TIEMPO ORDINARIO

La salvación es universal. En Dios no hay acepción de personas

En las lecturas de la liturgia de este domingo resuena la afirmación del carácter universal de la salvación, pues Dios es padre de todos y en él   no hay acepción de personas. La 1ª lectura, tomada de un discípulo de Isaías, afirma que la salvación que goza Israel se extenderá a todos los pueblos que acepten sinceramente vivir como miembros del pueblo de Dios. En el Evangelio Jesús cura a la hija de una mujer extranjera, que manifiesta una gran fe en su poder personal. Jesús parece no hacerle caso a la primera petición que le hace, afirmando que su misión era solo el pueblo de Israel. Realmente se trataba de una excusa para provocar el acto de fe decisivo, ante el que actuó. La mujer reconoce su necesidad y expresa su fe, conversión y fe, las dos condiciones necesarias para que la salvación llegue a toda persona. El hecho se presenta como un adelanto del carácter universal de la salvación, anunciado en el AT y que se realizará en la Iglesia.

La 2ª lectura habla de la elección especial de Israel como pueblo de Dios, afirmación que parece contradecir lo anterior, pero realmente lo aclara. Por una parte, ayuda a comprender el carácter de esta elección. No se trataba de excluir definitivamente al resto de la humanidad de las bendiciones de Dios, que siempre actúa por medio de su Espíritu en todos los tiempos y lugares con plena libertad, sino de preparar un pueblo especial donde fuera creciendo la planta que después se trasplantaría a todos los lugares. Como en un vivero se siembran semillas y se cuida con esmero el crecimiento de las plantas hasta que están fuertes y en condiciones de ser trasplantadas a otros lugares, así Dios eligió a un pueblo para educarlo poco a poco como pueblo suyo y ofrecer después esta salvación a todos los pueblos. Por eso la elección de Israel no excluye la salvación universal, como ha recordado la 1ª lectura, al contrario, esta es su última finalidad.

Por otra parte, la 2ª lectura habla de la incredulidad del pueblo judío, el pueblo elegido, por la que actualmente está fuera de la plenitud de salvación que se ofrece por Cristo. El motivo es su orgullo religioso y falta de fe. Quieren un mesías, pero no de acuerdo con los planes de Dios sino de los propios, por lo que rechazan a Jesús. Deseaban un mesías político-religioso que hiciera de ellos un gran imperio, y se encontraron con un mesías que actúa de forma humilde entre lo más humildes del pueblo y que termina fracasando en una cruz. S Pablo comenta esta situación exhortándonos a no despreciar al pueblo judío y a aprender la lección, pues si no aceptamos con humildad y fe viva la salvación según los planes de Dios revelados en Jesús, también nosotros seremos excluidos; si ellos, a pesar de ser pueblo elegido, quedaron fuera de la salvación, igual nos puede suceder a nosotros. A pesar de todo, el pueblo judío, pueblo elegido, se convertirá, pues Dios es fiel a sus promesas, « pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables».

La salvación cristiana se ofrecer a todos los hombres sin exclusión y con los mismos requisitos, conversión sincera que reconoce la propia debilidad moral y pecado y fe viva en el poder salvador de Dios por medio de Jesucristo. Hoy día asistimos a un corrimiento del mapa del mundo creyente, países que fueron cristianos están dejando de serlo y otros nacen a la fe. Esta situación es una llamada a la conversión sincera de todos nosotros.

La palabra de Dios invita a la apertura, ofreciendo el Evangelio a todos y acogiendo a los nuevos cristianos, especialmente a los inmigrantes que viven entre nosotros y que hay que incorporar a nuestras comunidades. En la Iglesia cristiana desaparecen los nacionalismos, todos somos iguales e hijos de Dios.

La Eucaristía es sacramento de universalidad, de unidad y de comunión. En ella damos gracias al Padre por el don de la fe y pedimos vivir todas sus consecuencias.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

SOLEMNIDAD DE LA ASUNCIÓN DE LA VIRGEN AL CIELO

 

María. Madre y modelo

La palabra de Dios nos ofrece diversos aspectos de la asunción de María, que nos ayudan a comprender la celebración. La 1ª presenta la imagen de una mujer gloriosa, que da a luz al Mesías y después de persecuciones y dificultades, es coronada y glorificada. Esta mujer es símbolo de todo el pueblo de Dios, del AT y NT, llamado a hacer presente al Mesías en este mundo y, después de dificultades, a ser glorificado. La Iglesia ve en esta figura una imagen de María virgen. Ella es miembro eminente del pueblo de Dios y fue la mujer concreta que dio a luz al Mesías y el primer ser humano que ya comparte la gloria de Jesús. Como tal, es modelo de todo cristiano, llamado como ella a hacer presente a Jesús y a compartir su resurrección. Caminamos hacia una meta extraordinaria.

La 2ª profundiza en la causa de nuestra futura glorificación, la muerte y resurrección de Jesús, primogénito de entre los muertos. Él con su muerte y resurrección nos ha abierto el camino que conduce a nuestra plena felicidad y gloria, vivir consagrados a hacer la voluntad del Padre por amor. Dios es amor y el amor es el único camino que conduce a él. La lectura habla de un orden en la participación de la plena glorificación de Jesús. A él alude la liturgia para sugerir que María es la primera que la comparte.

Finalmente el Evangelio nos dice cómo María recorrió el camino abierto por Jesús y que la condujo a la meta de la glorificación: servir y orar. Se enteró del embarazo de su prima y se puso en camino con diligencia para ayudarla. Su prima la alaba como madre del Señor y se cree indigna de esta visita y María responde alabando a Dios. Ora con corazón humilde y agradecido, dos características importantes de la oración, agradeciendo el don de la maternidad divina. Ora a Dios, con una oración que le sale de lo más profundo de su ser, porque es misericordioso y fiel a sus promesas y pone a su servicio toda su omnipotencia como manifiesta su acción revolucionaria consistente en fecundar a una virgen

En medio del descanso veraniego, esta fiesta de la Virgen nos recuerda que existe un verdadero descanso, pleno y eterno, que Dios tiene destinado a los que le aman. Jesús nos abrió el camino y nos capacitó para gozarlo, María, su madre, es la primera que lo ha conseguido plenamente. Ella, como madre y modelo, nos recuerda el camino y nos ayuda para conseguirlo. Por ello es madre de nuestra esperanza.

En la Eucaristía se hace sacramentalmente presente la meta, Jesús resucitado viene a nuestro encuentro y nos alimenta para seguir caminando. Por él damos gracias al Padre que nos eligió antes de la creación del mundo para que seamos santos e inmaculados en el amor (Ef 1,4) y nos ha dado a María como madre y modelo.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

jueves, 7 de agosto de 2014

DOMINGO XIX DEL TIEMPO ORDINARIO

 

No temer, gentes de poca fe

         El evangelio presenta a Jesús regañando a Pedro por su falta de fe. Jesús anda sobre las aguas, una acción que presenta el AT como propia de Dios con la que Jesús sugiere su pertenencia al mundo divino, realidad que al final reconocen los discípulos confesando que en verdad es hijo de Dios. Pedro le pide participar de esta prerrogativa y Jesús se la concede, pero, “al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, empezó a hundirse y gritó: Sálvame Señor”. Y Jesús le regaña por su falta de fe. Pedro puede andar sobre el agua apoyado en la palabra de Jesús, que le capacita para participar cualidades divinas, pero esto exige una fe plena en su palabra. Por ello el reproche de Jesús: “hombre de poca fe”, que cree en Jesús, pero se asusta ante la fuerza del viento.

S. Mateo hace una lectura simbólica del hecho a la luz de la resurrección, en que Jesús ha prometido estar siempre dinámicamente presente con sus discípulos: “Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo” (Mt 28,20). Esta promesa exige a los cristianos una fe fuerte, especialmente en los momentos de dificultad en que sopla el viento fuerte y da la impresión de que todo se viene abajo. Por ello ante todos los problemas se nos exige afrontarlos con fe fuerte en la presencia del Resucitado. El cristiano no puede ser pesimista, debe ser realista y capaz de ver las cosas como están para buscar las soluciones adecuadas, y siempre optimista por la fe en la resurrección. Dios es especialista en hacer de la muerte camino de resurrección.

Uno de los problemas que ha preocupado a la Iglesia desde sus comienzos es el de la incredulidad judía. ¿Cómo es posible que el pueblo judío, destinatario de las promesas de Dios y que espera un Mesías salvador, a la hora de la verdad lo rechace? Se explicaría que lo hiciera una minoría y que la mayoría lo aceptarse, pero sucedió al contrario. ¿No estarán ellos, conocedores de las Escrituras en la verdad, y nosotros en el engaño? Los discípulos de Jesús estamos en la verdad, Jesús es el verdadero mesías y salvador enviado por Dios. La incredulidad judía se basa en no aceptar un mesías en la línea del siervo de Dios, humilde, como le gusta manifestarse a Dios (1ª lectura), que murió crucificado y no respondía a sus expectativas nacionalistas. Pero esto no significa que Dios haya perdido las riendas de la Historia de la salvación. Dios respeta la libertad del pueblo judío y al final también reconocerá a Jesús.

S Pablo nos ofrece una reflexión sobre nuestra postura ante este hecho en la carta a los Romanos 9-11, cuyo comienzo se lee hoy en la 2ª lectura y el final el próximo domingo. Hoy hemos escuchado cómo se duele por esta situación y recuerda los privilegios del pueblo judío, que a pesar de su incredulidad, sigue siendo pueblo de Dios y siguen siendo válidas las promesas de Dios, que siempre es fiel. Por eso son “nuestros hermanos mayores”, como gustaba nombrarlos san Juan Pablo II, que comparten con nosotros gran parte del tesoro de nuestra fe. Ante su incredulidad no debemos despreciarlos sino aprender la necesidad de una fe humilde para aceptar los caminos de Dios como él los ofrece, sin poner condiciones. Desgraciadamente a lo largo de la historia se han dado posturas contra el pueblo judío que no responden al espíritu cristiano, calumniándolo, persiguiéndolo, desterrándolo, asesinando. No son pueblo deicida, pues de la acción de Jesús solo fue responsable una minoría de aquella época, no todo el pueblo de entonces ni todas las generaciones. Hoy se nos invita a colaborar con ellos en todas las exigencias de nuestra fe común a favor de un mundo mejor y a luchar contra todo tipo de antisemitismo. En estos días tiene lugar en la Franja de Gaza una guerra entre los palestinos de Hamás y el Estado judío, causa de condenas por la actuación del ejército de Israel. En este caso hay que saber distinguir pueblo judío y Estado de Israel. Aunque en el Estado de Israel habita casi la mitad de la población mundial judía, la otra mitad no pertenece a este Estado. Por otra parte, una cosa es el Estado de Israel y otra la política concreta del gobierno actual con la que se puede estar en total desacuerdo. Una persona puede ser buen ciudadano de su nación, aunque no esté de acuerdo con la política de su gobierno.

La Eucaristía celebra el amor universal de Dios, que perdona a todos, quiere la salvación de todos y dirige la Historia de la salvación. En ella Jesús manifiesta de una manera especial su presencia activa entre sus discípulos y alimenta su fe y amor universal.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

jueves, 31 de julio de 2014

DOMINGO XVIII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Dios nos ama

​El amor ocupa un lugar central en todas las facetas de la vida humana. El hombre está hecho para sentirse amado y amar. Para un crecimiento normal necesita del amor de los padres y educadores, del amor de la familia y de los amigos, del amor matrimonial... Es una realidad que experimentamos todos los días y que tiene una explicación lógica: Dios es amor y nos ha creado a su imagen y semejanza. La persona que ama y se siente amada es imagen viva del Creador. Por ello lógicamente el amor tiene que ser fundamental en las relaciones del hombre con Dios. En la 2ª lectura san Pablo nos invita a ser conscientes de esta realidad: Dios nos ama con un amor tan fuerte que nada ni nadie nos puede separar de ese amor, que culminará en nuestra resurrección y glorificación. Lo dice para fundamentar la esperanza cristiana. Ninguna vida humana es una casualidad, todas han venido a la existencia porque previamente Dios padre las ha pensado con amor y las ha destinado a compartir la filiación de su Hijo y con ello su gloria. Para ello a cada una le ofrece todos los medios necesarios de forma que lo puedan conseguir. Se interfiere la libre voluntad humana que se puede negar a colaborar y frustrar el plan divino, pero por parte de Dios todo está hecho. El amor que nos tiene Dios padre es la suprema garantía de nuestra esperanza. Este es el alimento gratuito que se nos ofrece en la 1ª lectura y que da sentido a nuestra vida.

​Es importante en la vida cristiana sentirse amado por Dios. Para ello la tradición cristiana invita a repasar todos los beneficios que hemos recibido en nuestra vida concreta: la vida, la salud, la familia, la educación, la fe, el bautismo, los sacramentos, el perdón de los pecados, la Eucaristía...

​El amor pide amor y el Padre nos pide que le mostremos nuestro amor aceptándolo como la persona más importante de nuestra vida, como nuestro primer valor e identificándonos con su voluntad. Esta es que venga su Reino, como nos ha enseñado Jesús. Que venga el reino de Dios a nosotros es dejar a Dios que sea el protagonista de nuestra vida.

​.El Evangelio nos recuerda la forma concreta cómo Jesús anunció el Reino de Dios, con palabras y con signos, que ayudaban a comprender lo que significa que Dios ya comienza a reinar en un proceso que ya se ha iniciado y que culminará en su parusía. Curar a enfermos significa que Dios no quiere el dolor y que llegará un momento en que compartiremos la resurrección de Jesús, venciendo totalmente el dolor y la muerte en un mundo en que Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas (Apoc 21,4). Pero no es sólo un signo del futuro que nos espera sino que tiene una implicación actual, pues la lucha contra el dolor y la enfermedad  forma parte de las tareas del Evangelio y es una forma concreta de corresponder al amor del Padre.  A pesar de todo, el dolor es una realidad que nos acompaña, pero Jesús da un nuevo sentido redentor al dolor, que por eso deja de ser una realidad totalmente negativa.  En esta misma línea está el “signo de los panes”. Ya en el AT aparece el alimento gratuito a los hambrientos como signo del Reino futuro (1ª lectura) cf. también Hará Yahveh Sebaot a todos los pueblos en este monte un convite de manjares frescos, convite de buenos vinos: manjares de tuétanos, vinos depurados... consumirá a la Muerte definitivamente. Enjugará el Señor Yahveh las lágrimas de todos los rostros... (Is 25,6-8). Durante su ministerio Jesús dio de comer a una masa, anunciando con ello que con su obra comienza el cumplimiento del banquete anunciado y las implicaciones que este comienzo tiene para sus discípulos.Ser discípulo de Jesús implica continuar en nuestro mundo el signo de los panes, trabajando contra la injusticia del hambre en el mundo y favoreciendo un justo reparto de bienes entre todos los hombres. Los que trabajen por hacer de este mundo un “banquete fraternal” recibirán el premio del banquete final del Reino de Dios consumado:Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo, porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis (Mt 25,34-35).

​La Eucaristía es la gran celebración del amor que nos tiene el Padre. En ella nos entrega constantemente a su Hijo y continúa alimentando nuestro amor para que, unidos a Jesús, nos comprometamos por un mundo más justo y fraternal, anuncio del futuro Reino de Dios.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

martes, 22 de julio de 2014

DOMINGO XVII DEL TIEMPO ORDINARIO

 

Alegría por el don recibido

La alegría es consustancial con la fe cristiana, como subrayan las dos pequeñas parábolas del Evangelio y hace poco ha comentado ampliamente el papa Francisco en la Exhortación apostólica postsinodal Evangelii Gaudium. Si evangelizar es anunciar una alegre noticia, la señal más clara de que una persona ha aceptado ese mensaje es la alegría. Lo muestra muy bien Lucas cuando en Hch 8,4 dice que Felipe anunciaba en una ciudad de Samaría la Buena Noticia y termina el breve relato diciendo que se llenó de alegría aquella ciudad (Hch 8,8).

Jesús pronunció ambas parábolas con dos finalidades, primera para hacer ver que el móvil de la conducta cristiana tiene que ser la alegría, pues es ésta el móvil natural que mueve a los humanos. La verdad, lo bueno y lo bello son los móviles naturales de toda voluntad. El problema que plantea esto es que desgraciadamente no todos ven a Jesús, su obra y a la Iglesia de esta forma, debido a prejuicios y falta de formación.

La segunda para animar al discípulo a vivir su fe en un ambiente negativo de incredulidad. Aunque todos abandonen la fe cristiana y sus exigencias, yo sigo, convencido como estoy de que se trata de un tesoro, que justifica sobradamente que se trabaje por él.

Todo esto implica la necesidad de estar evangelizados, conociendo y gustando todos los aspectos positivos de la fe cristiana con alegría. Es un gran problema de la Iglesia en este momento. Toda la Evangelii Gaudium se mueve en esta dirección e invita a convertirse a la misión, es decir, a subrayar todo aquello que ayuda a conocer y vivir la fe cristiana y a abandonar y eliminar todo aquello que la afea o incluso la contradice.

La segunda lectura presenta una faceta importante de nuestra alegre noticia: toda nuestra vida está “positivamente programada” por Dios. Él fue el primero que pensó y conoció a cada uno de nosotros y lo hizo con amor. Nadie le obligó. Lo hizo libremente y por amor y, como todo su amor se concentra en su Hijo, nos pensó y creó para compartiéramos la filiación, la felicidad y la gloria de su Hijo. Para ello cuando hemos nacido nos ha dado el don de la fe, por el bautismo nos ha unido a Jesús, y está dispuesto a consumar su obra haciéndonos compartir la gloria de Jesús. Por ello ahora hace cooperar todas las cosas que nos suceden, positivas y negativas, para el bien de los que nos sentimos amados por Dios. Tiene sentido la vida en el seguimiento de Jesús.

A este respecto la primera lectura subraya un aspecto importante para nuestra tarea de seguimiento, recordando la petición que hizo Salomón, pidiendo a Dios sabiduría para gobernar. Debemos pedir a Dios sabiduría para conocer con alegría y llevar a cabo en cada momento lo que nos exige el seguimiento de Jesús, pues ello es nuestra vocación.

La Eucaristía de cada domingo es motivo de alegría, por una parte, por la celebración de los grandes valores que hemos recibido, y, por otra, porque la celebración comunitaria nos fortalece para la vivencia tantas veces solitaria de la fe.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

sábado, 28 de junio de 2014

REFLEXIONA CADA DIA

SOLEMNIDAD DE S. PEDRO Y S. PABLO

 

He corrido hasta la meta, he mantenido la fe

         La liturgia celebra de forma conjunta la fiesta de los dos grandes apóstoles de la Iglesia de Roma, san Pedro y san Pablo, por lo que es necesario dar relieve a las dos figuras, evitando la tendencia a realzar la figura de Pedro y dejar en un segundo plano –o silenciar- la de Pablo. No se unieron ambas celebraciones por falta de días en el calendario, que sobran, sino conscientemente para poner de relieve la acción de Dios en sus santos patronos. Aunque no fueron ellos los fundadores de la comunidad romana, ambos ejercieron en ella su ministerio, en ella dieron testimonio de su fe con el martirio y en ella están enterrados. La Iglesia de Roma es depositaria de su sepulcro y de su tradición y por ello el obispo de Roma es heredero del carisma de presidencia que Jesús confió a Pedro y del carisma misionero que confió a Pablo al servicio de toda la Iglesia.

         Pedro y Pablo, dos personas diferentes, pero coincidentes en su fidelidad a la tarea recibida. La 1ª lectura recuerda un antecedente del martirio de Pedro y la 2ª el testamento de Pablo en que declara que va a la muerte consciente de la misión cumplida. Ambos tuvieron que afrontar muchas dificultades, pero con la gracia de Dios se mantuvieron fieles hasta el final. De Pedro solo conocemos lo que nos recuerda la 1ª lectura y su crucifixión final en Roma, de Pablo conocemos mucho más por los Hechos de los Apóstoles, por su propio testimonio en sus cartas y por la tradición histórica que afirma que terminó decapitado en Roma.

         Ambos fueron elegidos por Jesús, aunque de diferente manera. Simón fue llamado al comienzo del ministerio y siguió a Jesús durante todo él; fue elegido además como miembro principal del grupo de los Doce, como recuerda el Evangelio, y, como tal, fue el primero en dar testimonio de la muerte y resurrección de Jesús, Pablo, en cambio, fue elegido por Jesús en los primeros años de la Iglesia, cuando lleno de celo perseguía a los cristianos. Por ello consideraba su nacimiento a la fe como abortivo (1 Cor 15,8), inmerecido y contra naturaleza. Todo ello muestra que la vocación es gracia de Dios que llama a quién quiere, cuando quiere y cómo quiere.

         Ambos son diferentes por su misión y modo de actuar. Pedro predicó el evangelio especialmente a los judíos, sin excluir a los gentiles, Pablo, en cambio, se dirigió especialmente a los gentiles, sin excluir a los judíos. Pedro recibió la tarea de ser piedra de la Iglesia al frente de la Iglesia apostólica, dedicándose a predicar el Evangelio y a visitar las comunidades eclesiales como signo de comunión. Son pocos los datos biográficos que poseemos de su actividad, pero sabemos que visitó las comunidades de Lida, Jafa, Cesarea, Antioquía de Siria, Corinto y Roma. También se nos recuerda que Dios le confió la tarea de admitir los primeros gentiles en la comunidad cristiana. Pablo, por su parte, se dedicó a crear comunidades cristianas entre los gentiles, donde Cristo no era conocido, dejando como legado la fundación de las grandes comunidades de Europa central.

La tradición recuerda diversos momentos en que se encuentran: la primera vez fue a los tres años de la conversión de Pablo cuando fue a Jerusalén a hacer una visita de cortesía y comunión a Pedro que duró dos semanas (Gál 1,18), a los 14 años de nuevo va Pablo a Jerusalén para discernir junto a Pedro, Juan y Santiago sus puntos de vista sobre la evangelización de los gentiles, puntos de vista que fueron aceptados por Pedro, reconociendo mutuamente la tarea que cada uno había recibido del Señor (Gál 2,1-10). Más adelante, Pablo, que desea vivir en comunión con Pedro, no tiene inconveniente en reprenderle por su comportamiento poco claro con los gentiles en Antioquía (Gál 2,11-14). Finalmente coinciden en Roma, lugar del martirio de ambos. Dos misiones diferentes, pero en comunión y con un mismo final y que revelan la libertad del Señor Jesús por su Espíritu en el gobierno de la Iglesia de todos los tiempos: por una parte, crea el grupo de los Doce con Pedro como fundamento de su Iglesia, por otra, junto a ellos y en comunión con ellos llama a personas singulares al servicio de la misma Iglesia. Jesús actúa por medio de la institución creada por él y por medio de personas y grupos carismáticos que también llama y capacita para la misma misión. Ambos están llamados a vivir en comunión al servicio del mismo Señor y de la misma misión.

El obispo de Roma, el Papa, es sucesor de ambos apóstoles. Sus carismas permanecen en la Iglesia. En la Eucaristía damos gracias por estos carismas del obispo de Roma, pedimos por él – oraciones que tanto pide el papa Francisco - y nos comprometemos a vivir en comunión con él.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

lunes, 9 de junio de 2014

SOLEMNIDAD DE LA SANTISIMA TRINIDAD

 

Conocer y adorar a dios uno y trino

Después de recordar todos los misterios de la Historia de la salvación, la Iglesia nos invita en esta fiesta a aproximarnos al misterio de Dios, autor de toda ella, en actitud de adoración. Es lo que pedimos en la oración de la misa, que marca el sentido de la celebración.

Conocer el misterio de Dios. Dios pertenece al misterio, lo que implica que no lo podemos conocer, pero ha querido darse a conocer de diversas formas, lo que supone que quiere que lo conozcamos y respondamos a su acción.

Dios es uno y siempre ha querido ser conocido y adorado por el hombre. Para eso dotó a la humanidad de razón, capaz de llegar a él por medio de la creación, meta que de hecho alcanzó (Rom 1,18-23 cf Sap 13,1-9). Pero, dadas las limitaciones y oscuridades propias de este conocimiento, ha querido darse a conocer de forma más clara. En la primera lectura se revela como Dios uno, único Señor, poderoso y a la vez clemente y compasivo, es decir, como un Ser que ama y quiere tener relaciones con la humanidad para derramar sobre ella su misericordia poderosa. Jesús acepta esta doctrina cuando afirma que el principal mandamiento es Escucha, Israel, el Señor tu Dios es uno.

Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón... (Mc 12,29-31), pero además nos ha dicho que este Uno no es un eterno egoísta solitario, porque eso contradice a su esencia de amor que implica darse, sino que es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Ha explicado que el Padre es el origen y fuente absoluta del amor y como tal tiene que amar; que el término de este amor es el Hijo, cuya esencia es ser amado y como tal tiene que devolver el amor al Padre; y que este amor mutuo es el Espíritu que también tiene una entidad propia. Es lo que nos recuerdan la 2ª lectura y el Evangelio y que aparece de diversas maneras en el Nuevo Testamento. Por eso es señal de identidad de los cristianos. La Iglesia recibió esta enseñanza y profundizó en ella, acuñando para ella el nombre de trinidad con el fin de sugerir el misterio de tres personas y un solo Dios.

Jesús nos ha acercado más al misterio de Dios, no para complicarnos con conocimientos enrevesados, sino porque es necesario para nuestra vida cristiana, ya que participamos la naturaleza divina (2 Pe 1,4)y el conocimiento de nuestro ADN o nuestro “grupo sanguíneo” nos ayuda a realizarnos mejor. Por un lado, porque nuestro “grupo sanguíneo” proviene de Dios uno y trino, cada uno tiene que ser una persona que busca su perfección, pero en el amor,abierta a los demás. La persona es autónoma e independiente, responsable, pero a la vez social; por otro, se nos enseña que las acciones de Dios hacia la humanidad son comunes, pero que cada persona divina deja su impronta. Así la segunda lectura nos habla del amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo, lo que implica que todos los dones que recibimos son manifestación del amor del Padre, de la gratuidad del Hijo y de la comunión del Espíritu, lo que exige que nuestras acciones se realicen en el amor, la gratuidad y la comunión. Igualmente el Evangelio nos recuerda que el Padre envió a su Hijo por amor.

Adorar a Dios uno y trino, acción que se significa con la genuflexión y postración, implica aceptar su soberanía con una vida obediente a su voluntad, es decir, recibir con humildad y agradecimiento sus dones, dejarse transformar por Dios, dejar que Dios sea nuestro Dios y rechazar todos los ídolos, porque los ídolos no son más que concreciones del pecado y destruyen al hombre. El adorador de Dios es hombre libre.

Celebrar la Eucaristía es celebrar el misterio de Dios uno y trino. El Espíritu Santo nos une a Cristo y por Cristo adoramos al Padre, ofreciendo nuestra vida. Todo esto se significa en la gran doxología:Por Cristo, con él y en él, a ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.

martes, 3 de junio de 2014

REFLEXIONA EN PASCUA

SOLEMNIDAD DE PENTECOSTÉS

 

El espíritu Santo crea un pueblo de profetas y testigos

         En Israel Pentecostés fue originariamente una fiesta de origen agrícola que celebraba la cosecha recogida. Más adelante Israel asoció esta fiesta a sus experiencias religiosas, celebrando en ella la cosecha de Pascua que fue la alianza sinaítica, en la que fue constituido pueblo de Dios y recibió el don de la Ley. Siguiendo este esquema, los cristianos celebramos en Pascua la resurrección de Jesús y en Pentecostés su gran cosecha, el don del Espíritu Santo que tiene la tarea de repartir entre todos los hombres la salvación ganada por Jesús. Nos lo recuerda el Evangelio de hoy en que Jesús resucitado nos da el Espíritu Santo y con él la misión.

         Son múltiples las facetas de la acción del Espíritu Santo en cada persona: capacita para oír la palabra de Dios como palabra viva y eficaz, capacita para responder a ella con la fe, en el bautismo nos perdona los pecados y nos convierte en hijos de Dios y miembros del cuerpo de Cristo (2ª lectura), nos capacita para amar como Dios quiere, nos convierte en pueblo de profetas y capacita para dar testimonio como cristianos. Todo esto a nivel personal, a nivel comunitario pone al frente de la comunidad eclesial pastores capacitados para guiar al pueblo de Dios (obispos, sacerdotes, diáconos) y siempre está en el interior de la Iglesia santificándola en los sacramentos, animándolo todo y conduciéndola a su plenitud.

         De entre todas las facetas la fiesta de hoy invita a centrarse en la de pueblo de profetas, que ejercen como testigos de Jesús resucitado que ha comenzado el Reino de Dios, como pone de relieve la 1ª lectura. Cuando en su primer discurso Pedro explica lo que ha sucedido ese día en que oyeron a los apóstoles hablar en otras lenguas, dice que es el cumplimiento de lo que Dios había prometido por el profeta Joel, que llegaría un tiempo en que todo el pueblo de Dios serían profetas, haciéndose así realidad el deseo de Moisés, que deseaba que todo el pueblo pudiera profetizar (Núm 11,29).

         Ser profeta no es tanto poder adivinar el futuro cuanto poder hablar y actuar en nombre de Dios, capacitado para discernir los acontecimientos a la luz de su palabra. Para ello el profeta cuenta con la ayuda del Espíritu Santo, pero es necesario colaborar con él, conociendo la palabra de Dios con la lectura de la Sagrada Escritura y la oración y dándola a conocer como palabra viviente con la propia vida. Así el profeta se convierte en testigo de Jesús y del Reino. En la fiesta de la ascensión se recordaba que todos los cristianos tienen la tarea de ser testigos, hoy se nos dice que para ello contamos con la ayuda del Espíritu Santo que da sabiduría y fortaleza para llevar a cabo esta tarea.

     Es testigo de un acontecimiento el que lo ha visto y puede dar cuenta de él. Esto implica para el cristiano haber visto a Jesús, no sensiblemente sino con los ojos de la fe que es una visión mucho más eficaz, y haber experimentado los frutos de su obra, con la que se ha comprometido. Para el que ha visto a Jesús, este se convierte en el centro de su vida, es su amigo íntimo y vive para él. El que ha experimentado los frutos de la obra de Jesús, ha descubierto un gran tesoro que necesariamente, movido por la alegría (Mt 13,44), lo dará a conocer a los demás. Para esta tarea contamos con la ayuda del Espíritu, pero es necesario ser dóciles a su acción.

         El pueblo judío, en la fiesta de la renovación de la alianza, renovaba su compromiso de vivir como pueblo de Dios. En la celebración de la Eucaristía, nosotros actualizamos la nueva alianza y el compromiso de vivir como pueblo de profetas y testigos. En ella el Padre por medio de Jesús nos da una gracia especial del Espíritu Santo que nos hace ver mejor y capacita para ser testigos. 

Antonio Rodríguez  Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

viernes, 30 de mayo de 2014

REFLEXIONA EN PASCUA

Las diez frases más importantes del Papa Francisco en Tierra Santa

La peregrinación del Papa a Tierra Santa dejó muchas imágenes pero también grandes palabras, como la invitación a los presidentes de Israel y Palestina a rezar juntos en el Vaticano.

1. "En este lugar, donde ha nacido el Príncipe de la Paz, deseo dirigir una invitación a usted, Señor Presidente Mahmoud Abbas, y al Señor Presidente Shimon Peres, a que elevemos juntos una intensa oración pidiendo a Dios el don de la paz. Ofrezco mi casa en el Vaticano para acoger este encuentro de oración”.

2. "¡Nunca más, Señor, nunca más! 'Adán, ¿dónde estás?' Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo que el hombre, creado a tu imagen y semejanza, ha sido capaz de hacer. Acuérdate de nosotros en tu misericordia”.

3. "Esas son las raíces del mal: el odio y la codicia por el dinero y la fabricación y la venta de armas. Esto nos debe hacer pensar. ¿Quién está detrás?, ¿quién da a todos los que están en guerra las armas para continuar el conflicto? También en nuestros corazones dediquemos una palabra para que esta pobre gente, criminales, se convierta”.

Francisco se reunió en varias ocasiones con los niños, que construirán el futuro de Oriente Medio. Les recordó que tienen que mirar siempre hacia adelante y denunció la situación de los niños esclavos.

4. "No dejen nunca que el pasado les determine la vida. Miren siempre adelante. Trabajen y luchen por lograr las cosas que ustedes quieren. Sepan una cosa: que la violencia no se vence con la violencia. La violencia se vence con la paz. Y la paz se alcanza con el trabajo, con la dignidad, con llevar la patria adelante”.

5. "Todavía hoy muchos niños son explotados, maltratados, esclavizados, objeto de violencia y de tráfico ilícito.

¿Somos tal vez retóricos y pietistas, personas que se aprovechan de las imágenes de los niños pobres con fines lucrativos? ¿Somos capaces de estar a su lado, de "perder tiempo” con ellos? ¿Sabemos escucharlos, custodiarlos, rezar por ellos y con ellos? ¿O los descuidamos, para ocuparnos de nuestras cosas?”

El motivo de este viaje fue conmemorar el 50 aniversario del abrazo entre un Papa y el principal líder ortodoxo tras mil años de silencio. Francisco y Bartolomé I repitieron el mismo gesto.

6. "Debemos pensar que, igual que fue movida la piedra del sepulcro, así pueden ser removidos todos los obstáculos que impiden aún la plena comunión entre nosotros”.

Por primera vez, también rezaron juntos el Padrenuestro.

En Tierra Santa están presentes las tres grandes religiones monoteístas. Francisco también contribuyó a mejorar las relaciones entre musulmanes, judíos y cristianos.

8. "Respetémonos y amémonos los unos a los otros como hermanos y hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro. Que nadie instrumentalice el nombre de Dios para la violencia. Trabajemos juntos por la justicia y por la paz. ¡Salam!”

9. "Se trata de un vínculo que viene de lo alto, que sobrepasa nuestra voluntad y que mantiene su integridad, a pesar de las dificultades en las relaciones experimentadas en la historia”.

10.Este vínculo lo escenificaron el Papa y dos amigos suyos, un musulmán y un judío. Se abrazaron junto al Muro de las Lamentaciones al tiempo que decían: "Lo hemos conseguido”.

lunes, 26 de mayo de 2014

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN

 

La Iglesia, pueblo de testigos

         La glorificación de Jesús es un aspecto inseparable de su resurrección. La fiesta de hoy no significa que Jesús solo fue glorificado a partir de este momento, lo fue desde el primer momento de su resurrección. Resurrección y glorificación son dos palabras que se refieren al mismo misterio, aunque desde diversos puntos de vista. Cuando decimos resucitar queremos decir que el que había muerto, ha vuelto a la vida; cuando decimos glorificar, decimos que ha vuelto a una vida divina, una vida infinita, inmortal, compartiendo la gloria de Dios padre, no a la misma, limitada y mortal que tenía antes. Lo recuerda la 2ª lectura cuando afirma que Dios «según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo,resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro». Durante estos domingos hemos celebrado que Jesús resucitó y se apareció en diversas ocasiones a sus discípulos. Hoy celebramos la última aparición oficial y el mandato que nos dejó de ser sus testigos hasta que venga de nuevo como juez universal.

         San Lucas, en su obra Los Hechos de los Apóstoles, es el único autor que nos habla de la ascensión del Señor resucitado y de su sentido. Nos lo recuerda la 1ª lectura. En ella se nos narra cómo Jesús durante cuarenta días se apareció a los apóstoles convenciéndolos de que con su resurrección comenzaba el reinado de Dios sobre el mundo. Los apóstoles que lo escuchaban no tenían todavía ideas claras y le preguntan si ya va a tener lugar el final de la historia con el reinado definitivo de Dios, que impone su salvación a toda la humanidad. Jesús les aclara que no, que eso tendrá lugar en un momento del futuro que no nos importa conocer. Lo importante ahora es que sepamos que El había conseguido una gran cosecha salvadora con su muerte y resurrección para toda la humanidad (la 2ª lectura habla de ella) y que ahora era necesario que se invitara a toda la humanidad a aceptar voluntariamente esta salvación. Esta era la tarea de ellos. Él ya no aparecerá más visiblemente, pero esto no quiere decir que nos abandona, pues seguirá de forma invisible acompañándonos hasta el final. Y cuando Jesús subió, un ángel explica que vendrá de nuevo a juzgar vivos y muertos y pedirnos cuenta de nuestra tarea. De esta forma se nos recuerda que la Iglesia tiene un tiempo propio, entre la Ascensión y la segunda venida gloriosa de Jesús, su parusía, y que su tarea es la de ser un pueblo de testigos que invitan a toda la humanidad a aceptar a Jesús y su obra. Al final de la historia, Jesús nos pedirá cuenta a todos de esta tarea. La Iglesia aparece así como un pueblo misionero, pueblo de testigos. El libro de Los Hechos de los Apóstoles nos cuenta cómo la primera generación cristiana cumplió esta encargo. Ahora nos toca a nosotros.

         En el Evangelio san Mateo nos da a conocer otras cosas que dijo Jesús en esta aparición final y que san Lucas no cuenta. Declara que con su muerte y resurrección ya ha conseguida la plenitud del poder salvador y que ahora hay que aplicarlo a toda la humanidad. Para eso envía a los apóstoles y a toda su Iglesia a crear un discipulado especial. Si discípulo es aprender y asumir el tipo de vida de un maestro, aquí se trata de compartir la vida trinitaria y vivir de acuerdo con ella para lo que cuentan con las enseñanzas de Jesús (bautizar es sumergir; en este caso sumergiéndose en la vida trinitaria: el Espíritu une a Jesús y Jesús lleva al Padre). Para esta tarea el Glorificado estará dinámicamente presente en su Iglesia. Se va visiblemente, pero continúa activamente por medio del Espíritu Santo, capacitándonos para ser sus testigos.

         Si testigo es el que ha visto algo y lo dice, la tarea del cristiano es experimentar personalmente la salvación de Jesús y darla a conocer con la vida y las palabras. La 2ª lectura invita a pedir la gracia de conocer en profundidad la obra de Jesús para entusiasmarse con ella: que ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros.

         La Eucaristía se celebra en el tiempo del testimonio,recordando la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, mientras esperamos su venida gloriosa. En ella el Glorificado nos invita a verle y oírle para ser sus testigos veraces.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

miércoles, 21 de mayo de 2014

VI DOMINGO DE PASCUA

Prontos para dar razón de vuestra esperanza

         San Pedro, en la 2ª lectura, exhorta a todos los bautizados a estar preparados para dar razón de su esperanza. Para ello cuentan con una ayuda especial, el Espíritu Santo. En el Evangelio Jesús nos enseña que lo poseemos y nos diviniza y en la 1ª lectura se nos recuerda que nos capacita especialmente para ser testigos gozosos con nuestra vida y palabras.

         Lo normal de la vida cristiana es la alegría y la dificultad. El relato de Hechos recuerda cómo Felipe evangelizó, es decir, anunció la alegre noticia a una ciudad. Y como signo de que la recibió afirma que la ciudad se llenó de alegría. La alegría es fundamental en la vida cristiana y signo de haber sido evangelizado. Y junto a ella la persecución, totalmente compatible con ella. Si Jesús fue discutido, rechazado y llevado a la cruz, lo normal es que sus discípulos sigan el mismo camino. El rechazo revestirá diversas formas, a veces será violento y se traducirá en prisiones y muertes, a veces será ambiental y se manifestará en antipatía, marginación, silenciar, ridiculizar, poner dificultades... En esta situación existe la tentación de vivir en el gueto, huyendo de la sociedad hostil y creando un grupito aislado de la sociedad y sin influencia en ella. Pero esto es contrario al mandato de Jesús que quiere que seamos levadura en medio de la masa. Por eso contra esto nos habla san Pedro en su primera carta: no hay que huir sino vivir críticamente en medio de la sociedad como testigos, dando testimonio de nuestra fe.

Para todo ello nos capacita el Espíritu Santo. En el Evangelio Jesús nos recuerda que un fruto importantísimo de su muerte y resurrección es el don del Espíritu Santo, que habita en nosotros como defensor y espíritu de la verdad, es decir, para acompañarnos, fortalecernos y ayudarnos a conocer la verdad, vivir en ella y dar testimonio de ella. La 1ª lectura, por otra parte, recordando la actividad de los apóstoles Pedro y Juan, nos dice que capacita especialmente para ser testigos. Los cristianos hemos recibido esta ayuda en los sacramentos del bautismo y confirmación. Pero no basta haber recibido el don, hay que cultivarlo para recibir sus frutos y Jesús nos dice que este cultivo se realiza en el amor: si me amáis guardaréis mis mandamientos... y sus mandamientos se resumen en el amor. Y es lógico porque el Espíritu Santo es amor y su caldo de cultivo es el amor.

Con la ayuda del Espíritu hoy día es importante saber dar razón de nuestra fe, lo que implica esforzarnos por conocerla mejor y vivirla con alegría.

         La celebración de la Eucaristía es central en la vida del testigo. Ella es un momento fuerte de experiencia del Señor resucitado que fortalece para ser sus testigos gozosos.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

martes, 13 de mayo de 2014

REFLEXIONA EN PASCUA

V DOMINGO DE PASCUA

 

Somos un sacerdocio sagrado

La liturgia de Pascua continúa ofreciendo diversas facetas de lo que significa la resurrección de Jesús. Hoy san Pedro en la 2ª lectura nos dice que Cristo, muriendo y resucitando nos ha convertido en pueblo sacerdotal: Vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción del templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepta por Jesucristo.

El anhelo de todas las religiones y la finalidad de todos los sacrificios es llegar a Dios para compartir su amor, perfección y alegría. La etimología de sacrificium es lo que hace sagrado, es decir, lo que acerca a Dios. Pero ¿cómo el ser humano, finito y limitado, puede llegar a Dios, infinito, totalmente distante? Hoy día la humanidad construye medios rapidísimos para unir grandes distancias, aviones, trenes Ave... ¿Con qué medio llegar a Dios? De mil maneras lo ha intentado inútilmente la humanidad en las diversas religiones: ofreciendo alimentos, ofreciendo animales, ofreciendo velas... Pero eran caminos inválidos e inútiles, porque Dios no necesita alimentos ni animales ni velas... El único camino para llegar a Dios tiene que estar de acuerdo con su naturaleza divina. Y como Dios es amor puro, el único camino que realmente acerca a él es el amor puro. )Y quién es capaz de amar así, después del pecado original?

Dios padre, porque es amor puro, ofreció la solución: envió a su Hijo, por el que había creado todas las cosas, para que se hiciera hombre, y a sus ojos un hombre especial, pues representaba a toda la humanidad. Su tarea era recorrer el camino del amor puro en nombre propio y de toda la humanidad. Esto fue todo el ministerio público de Jesús, que vivió entre los hombres enseñando los caminos del amor y criticando las formas falsas de religiosidad. Por eso lo mataron. No murió por criminal ni con odio, sino porque hizo la voluntad del Padre por amor. Y una vida consagrada al amor, llega a Dios. Y el Padre lo resucitó porque recorrió el camino del amor. Y no solo a él sino a todos los que llevaba en su corazón, a la humanidad con la que se había solidarizado y a la que representaba. Por eso Jesús es el Camino que conduce al Padre.

Así lo explica Jesús a sus discípulos en la última cena, según el Evangelio de hoy: En la casa de mi Padre hay muchas moradas... voy a prepararos sitio. Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros...Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Jesús resucitado ya ha vuelto y ahora nos invita a unirnos a él y él nos lleva al Padre. Por eso toda persona que lo acepta por la fe y el bautismo es sacerdote que, unido a Jesús, tiene acceso al Padre, la fuente de la felicidad. Somos un pueblo sacerdotal y nuestra ofrenda fundamental es nuestro amor que se traduce en una vida consagrada a buscar el bien de los demás. Jesús es el camino, pues se trata de que cada uno recorra personalmente el camino de amor que él recorrió, que es el único que conduce al Padre. Y además: la verdad y la vida. El sentido del conjunto es: Yo soy el camino (porque yo soy) la verdad (o revelación auténtica de Dios) y la vida (puesto que vive en el Padre y el Padre en él). Por ello Jesús no es un simple maestro de sabiduría y moral, es la presencia humanizada del Dios de la vida y el amor que sale a nuestro encuentro y nos lleva de la mano a Dios padre. Para los cristianos la única imagen válida de Dios es la revelada por Jesús: Dios es el padre de nuestro señor Jesucristo. Igualmente la moral cristiana no es un capricho impuesto por Dios sino el camino real que nos lleva a él, y como este camino es el del amor y éste se realiza en la vida secular de cada persona en su familia, trabajo y compromisos sociales, el camino que nos lleva a Dios no nos aliena de este mundo sino que nos compromete seriamente con él.      

Al servicio del sacerdocio del pueblo de Dios está el sacerdocio ministerial de los presbíteros, que tienen la tarea de hacer sacramentalmente presente el sacrificio existencial de Jesús en la Eucaristía, para hacer realidad nuestro sacrificio existencial, unido al de Cristo.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

martes, 6 de mayo de 2014

REFLEXIONA EN PASCUA

IV DOMINGO DE PASCUA

 

imagenes de jesus el buen pastor (5)

El Buen Pastor

El tiempo de Pascua invita a profundizar en lo que significa la muerte y resurrección y hoy lo hace con la comparación del Buen Pastor.Jesús en el Evangelio se presenta a sí mismo como pastor bueno, en la 2ª lectura nos lo recuerda san Pedro y en la primera el mismo san Pedro nos explica cómo es pastor bueno, muriendo y resucitando, por lo que Dios Padre lo ha constituido Mesías y Señor.

El símil procede de un mundo cultural rural, agrícola y ganadero, que para muchos de los actuales oyentes, inmersos en una cultura urbana, ha perdido su viveza natural y se ha convertido en un concepto vago. Pertenece a un mundo en que cada familia solía tener un poco de ganado, pero no el suficiente como para tener un pastor propio que los sacara cada día a pastar. Por eso se solía encomendar a pastores profesionales que se dedicaban a ello y, naturalmente, se procuraba buscar uno bueno, digno de confianza, en quien se podía confiar que trataría el ganado de la mejor manera posible. En la alegoría Jesús explica su obra apoyándose en cada una de las facetas de un pastor bueno: sabe que las ovejas tienen dueño y quiere corresponder a la confianza que ha puesto en él el dueño, siguiendo sus instrucciones. Por ello entra en el redil por la puerta. Conoce las ovejas por su nombre. Cuando las saca al campo, va delante de ellas abriendo camino. Busca en todo su bien. Las ovejas instintivamente lo siguen.

1. Jesús entra legítimamente en el redil porque es el enviado del Padre y sólo actúa de acuerdo con su voluntad, que consiste en que dé vida abundante. Para eso murió y resucitó. Sólo el que busca el bien de la persona está legitimado ante Dios para ponerse al frente de un grupo humano.

2. Es más. Por eso Jesús es la puerta que permite entrar y formar parte del pueblo de Dios. No hay salvación fuera de él. Cuando la humanidad perdió la posibilidad de acercarse a Dios por medio del único camino posible, que es el del amor puro, el Hijo de Dios se hizo hombre, solidario y representante de todos, y en nombre de todos recorrió el camino del amor que acerca a Dios, tarea que culminó en su muerte y resurrección. En Cristo resucitado todos tenemos acceso al Padre. Él es el camino, la verdad y la vida. Nadie puede ir al Padre sin él (Jn 14,6). Por eso Jesús no es mero maestro de moral. Es necesario unirse a él para poder entrar, porque él es la puerta.

3. Como pastor verdaderamente interesado por las personas las conoce por su nombre, es decir, con un conocimiento íntimo y real, sintonizando con su situación y necesidades reales; el suyo no un conocimiento frío o indiferente sino con un conocer que es amar. Como el Padre lo conoce a él y él al Padre, así nos conoce y quiere que le correspondamos conociéndolo de igual manera. Conocer a Jesús implica amarlo y seguirlo.

4. Va delante de ellas, pues ya ha recorrido el camino que ahora debemos recorrer, actualizando en nuestra vida la suya, actuando como buenos pastores en cada faceta de nuestra vida familiar y profesional. El seguimiento e imitación de Cristo es básico en la vida cristiana. Es necesario descubrir la alegría de seguir a Cristo.

5. Yo he venido para que tengan vida y vida abundante, hasta el punto de que dio su vida por nosotros, en contraposición a tantos que solo buscan aprovecharse del hombre, robando, matando, destruyendo, porque no les interesa el bien de las personas.

6. La persona tiene un olfato instintivo que le permite discernir quién busca realmente su bien auténtico. Pero es necesario no obstruir este olfato con intereses bastardos.

En su contexto histórico esta alegoría tiene carácter polémico, pues la expuso Jesús criticando la forma de actuar de los fariseos, que con pretextos religiosos no servían al hombre sino que se servían de él. Por eso es una llamada para revisar nuestro pastoreo en las diversas facetas de nuestra vida, familiar, social, eclesial. Nuestra forma concreta de ejercer nuestro pastoreo manifiesta nuestra fe en la resurrección.

En cada celebración eucarística Jesús actúa como Buen Pastor, que actualiza su tarea de ser puerta que nos lleva al Padre, caminando delante de nosotros y alimentándonos para realizar nuestra propia tarea de pastores en nuestro ambiente. Ahora se realiza de una forma especial lo que hemos recitado en el salmo responsorial: El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas. Me guía por el sendero justo con su palabra,... Preparas una mesa ante mi con su cuerpo y con su sangre.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

sábado, 26 de abril de 2014

Paz

 

Danos, Señor, aquella Paz extraña
que brota en plena lucha
como una flor de fuego;
que rompe en plena noche
como un canto escondido;
que llega en plena muerte
como un beso esperado.
Danos la Paz de los que andan siempre,
desnudos de ventajas;
vestidos por viento
de una esperanza núbil.
Aquella Paz del pobre
que ya ha vencido el miedo.
Aquella Paz del libre
que se aferra a la vida.
Paz que se comparte en igualdad
como el agua y la Hostia.

Pedro Casaldáliga.

REFLEXIÓN PARA PASCUA

resurr6

“Deseo para todos nosotros, ojos de Pascua

capaces de mirar en la muerte hasta la vida

de mirar en la culpa hasta el perdón

de mirar en la separación hasta la unidad

de mirar en las llagas hasta la gloria

de mirar en el hombre hasta ver a Dios

de mirar en Dios hasta ver al hombre

de mirar en el yo hasta ver el tú.

Y junto a esto, toda la fuerza de la Pascua”

Moseñor Klaus Hemmerle

II DOMINGO DE PASCUA

 

Guercino il (Giovanni Francesco Barbieri) - La incredulidad de Santo Tomás

VIDA NUEVA, NUEVO FRUTO DE LA DIVINA MISERICORDIA

La cincuentena pascual invita a tomar conciencia y celebrar las muchas riquezas de la resurrección de Jesús. Hoy en concreto nos presenta nuestra vida filial como fruto de la resurrección.

En la 2ª lectura san Pedro nos invita a bendecir a Dios nuestro padre, agradeciéndole que nos haya hechos hijos suyos por la resurrección de Jesús: Bendito sea Dios que nos ha hecho renacer por la resurrección de Jesucristo. Es una vida nueva que participa la vida del Padre. Cristo resucitado nos ha transmitido el mismo ADN divino. Hay que tomar conciencia de que se trata de una filiación especial. Dios como creador ama y cuida de todas sus criaturas.

Todos nosotros, desde nuestro nacimiento natural, ya participábamos esta filiación. Ahora se trata de algo especial. Participar la filiación de Jesús, el Hijo único resucitado, una vida divina y eterna, que nunca acabará, nos hace familiares de Dios y nos llevará a la resurrección y a una plenitud gozosa. Tenemos un futuro extraordinario y una vida con sentido. Todo ha sido posible por la muerte y resurrección de Jesús, que se solidarizó con nosotros y murió y resucitó en nombre de todos nosotros.

Cuando el Padre aceptó la muerte de Jesús y lo resucitó, lo hizo con todo lo que él quería y representaba, con toda la humanidad, que ya tenía derecho a ello, siempre que cada uno acepte libremente el ser hijos de Dios y se comprometa a vivir como Jesús. La 1 Pedro se dirige a cristianos perseguidos por un ambiente anticristiano y les dice que no se maravillen, que es normal, pues ahora nos toca compartir la muerte de Jesús con garbo y alegría para después compartir su gloria. Somos hijos de Dios por pura gracia de Dios, por pura misericordia, como hoy nos recuerda la Iglesia al celebrar en este domingo la fiesta de la divina misericordia.

         El Evangelio recuerda la aparición de Jesús a los apóstoles y los dones que trae consigo su presencia, dones que ahora ya gozamos los hijos de Dios: alegría de saber que Jesús es el viviente y siempre está con nosotros, paz íntima, fruto de ser hijos que nos capacita para vivir en armonía con Dios padre y con los hermanos, el don del Espíritu Santo, que nos ha perdonado los pecados, nos hace hijo de Dios y capacita para vivir como tales, y finalmente la tarea misionera de compartir estos dones con los demás.

La 1ª lectura nos recuerda cómo vivían los primeros cristianos y con ello cómo tienen que obrar los que tienen el ADN divino, que es amor: perseverando fielmente en la doctrina apostólica, en la oración, en la comunión entre los hermanos, comunión de corazón y de bienes, en contexto de alegría.

En este domingo la Iglesia canoniza y nos propone como ejemplo dos grandes papas, los beatos Juan XXIII y Juan Pablo II, dos diferentes y complementarias maneras de vivir como hijos de Dios, que compartieron la cruz de Jesús y ahora comparten su gloria.

En cada Eucaristía Jesús actúa como pontífice misericordioso, que nos comprende y ayuda, ofreciéndonos sus dones para fortalecer nuestra vida filial.

Antonio Rodríguez Carmona

sacerdote de la diócesis de Almería

martes, 15 de abril de 2014

VIERNES SANTO

Valorar la pasión de Jesús y compadecerlo en sus miembros

La celebración de hoy es larga, por lo que el comentario homilético debe ser breve, pero rico y sugerente, poniendo de relieve tres aspectos.

1. Valorar y agradecer la pasión histórica de Jesús, que revela su amor (nos amó y se entregó por nosotros: Ef 5,2) y el amor del Padre que nos lo entrega (amó Dios tanto al mundo que entregó su Hijo unigénito: Jn 3,16). La 1ª lectura, el 4º poema del Siervo de Yahvé, presenta a Jesús como cordero inocente, representante de la humanidad, en cuyo favor sufre y muere. En la segunda lectura en su 2ª parte (v 7-9) Jesús aparece pidiendo al Padre superar todo tipo de muerte y gozar de la plenitud de la vida y lo consigue para él y para nosotros. Por su parte, el Evangelio, la pasión según san Juan, ofrece el relato más sublimado de la pasión de Jesús, en el que la presenta como el camino regio de un rey hacia su trono. Jesús aparece consciente, libre y dueño de su destino y de los acontecimientos: cuando lo van a detener se revela como Yo soy(nombre divino), da permiso para que lo detengan y ordena que dejen en libertad a sus discípulos. En la escena ante Anás se comporta con plena dignidad y libertad. En el diálogo con Pilatos no se sabe quién es el juez y quién el reo, pues Jesús está en el centro de la escena junto a Pilato.

Estos diálogos culminan en dos grandes revelaciones: he aquí el hombre, es decir, hasta donde es capaz de llegar el Hijo de Dios encarnado por amor a los hombres, y he aquí vuestro rey, es decir, Jesús es verdaderamente rey pero en su total entrega y humillación. En la cruz Jesús aparece con su título de rey de los judíos en todas las lenguas conocidas, presentándose así a todo el mundo; hasta el último momento vive cuidadoso de cumplir la voluntad del Padre hasta en los últimos detalles. Y finalmente, a la hora de morir, lo hace libremente: Juan lo subraya escribiendo e inclinando la cabeza, entregó el espíritu; normalmente un moribundo muere y después, como consecuencia, inclina la cabeza, pero aquí es al revés: Jesús muere libremente y nos entrega su espíritu. 

2. Compartir la cruz gloriosa de Jesús. Toda la celebración trata de convencernos que ser cristiano implica compartir en la vida diaria su pasión y muerte. El dolor está presente en la vida cristiana, el dolor físico igual que en todos los miembros de la humanidad, y el dolor específico de vivir el discipulado en lucha constante contra “nuestra carne” y contra la oposición del mundo no cristiano. Pero la cruz de Jesús, que hay que compartir, es gloriosa y camino de compartir la resurrección de Jesús. La 2ª lectura invita a confiar en su ayuda, pues el Señor resucitado nos comprende, ya que, aunque no puede sufrir, tiene la experiencia de lo que es una existencia humana amando y sirviendo a los demás. Por ello es el Sumo Sacerdote misericordioso y comprensivo.

3. Cristo sigue sufriendo en sus miembros. Jesús ahora no sufre y por ello no tiene sentido una reacción puramente sentimentalista, pero sufre en sus miembros. Por eso celebrar su pasión se tiene que concretar en la compasión de todo sufrimiento humano: las personas que sufren por enfermedad, los que sufren perseguidos por su fe y por el servicio a la justicia. Esto es tan importante que el mismo Jesús ha dejado como materia del juicio final el problema del hambre en el mundo, el de la falta de agua, el de los inmigrantes y sin papeles… (Mt 25,31-46).

Antonio Rodríguez Carmona

sacerdote de la diócesis de Almería

JUEVES SANTO

 

Haced esto en memoria mía

La 2ª lectura narra la institución de la Eucaristía y el mandato de celebrarla como memorial. En esta celebración la Iglesia nos invita a tomar conciencia de este mandato y de sus implicaciones, pues está en el centro de la fe católica: eucaristía – amor – sacerdocio ministerial

El memorial es una institución exclusiva del judeo-cristianismo. Se trata de un recuerdo que hace dinámicamente presente la gracia de lo recordado, algo solo posible por el poder de Dios que lo ordena y promete. De esta manera la gracia dada a una generación del pasado sigue disponible para las generaciones futuras. La 1ª lectura recuerda el memorial de la primera Pascua, en que se actualiza la acción liberadora de Dios, el paso de la esclavitud a la libertad y la creación del pueblo de Dios. Es una fiesta de liberación y solidaridad, que Jesús lleva a su plenitud con su muerte y resurrección.

Después de la consagración, el sacerdote dice: “Este es el sacramento de nuestra fe”, que traduce el original latino mysterium fidei. No se trata de una invitación a la adoración de la Eucaristía sino a confesar la presencia dinámica del misterio de la fe cristiana, objeto de nuestra entrega creyente, que es la muerte y resurrección de Jesús. Por eso el pueblo responde proclamando la presencia de Jesús en el misterio de su muerte y resurrección, que está dinámicamente viniendo a cada uno hasta que llegue plenamente en su parusía, que deseamos. Es una preparación a la segunda epíclesis en la que pedimos al Espíritu Santo nos una al sacrificio de Cristo. Este es el centro de la memoria de Jesús. Realmente, si no nos unimos con nuestra vida concreta a su sacrificio, no podemos decir que la celebramos, pues falta lo fundamental. Y esta unión a Jesús implica entrega a su amor, que nos amó y se entregó por nosotros como oblación y víctima de suave olor (Ef 5,2). No hay Eucaristía sin amor a los hermanos. Es interesante constatar que la forma concreta de la segunda epíclesis en el canon II es una oración al Espíritu Santo pidiendo la unidad de los celebrantes en la Iglesia. Es que sin unidad no podemos ofrecernos con Jesús al Padre. Reamente la Eucaristía es celebración de toda la vida de Jesús entregada a los demás y que culmina en su muerte y resurrección.

El Evangelio lo confirma. San Juan, que dedica en su Evangelio un riquísimo capítulo 6 a la Eucaristía, no narra su institución en la Última Cena sino un rito equivalente que realizó Jesús en el contexto de esta institución, el lavatorio de los pies. Es un relato que, igual que el de la Eucaristía, consta de dos partes, rito y mandato. En la Eucaristía, consagración del pan y el vino y mandato de repetir, aquí lavatorio de los pies y mandato de repetir lavándonos los pies mutuamente como hizo Jesús. Con esto Jesús nos enseña que la Eucaristía es el servicio humilde de esclavo que realiza con su muerte y resurrección y con el mandato de lavarnos mutuamente los pies nos dice que repitamos esta celebración con todo lo que implica, entrega de esclavo por la salvación del hermano inspirada en el amor.

Antes de narra el lavatorio, Juan nos recuerda las disposiciones de Jesús, con las que hay que celebrar el memorial con sus implicaciones: en contexto de Pascua, fiesta de solidaridad humana y liberación divina; habiendo amado, amó hasta el extremo; consciente de la traición de Judas y de que no todos van a responder; consciente de su dignidad filial y de su libertad.

Con toda razón hoy se recuerda Caritas. Sin Eucaristía no hay Iglesia y sin Caridad (concreta en Caritas o asociaciones representativas de la comunidad cristiana equivalentes) no hay Iglesia, como la quiere Jesús.

El mandato del memorial también implica la creación del ministerio sacerdotal, sin el cual no hay Eucaristía. Por ello la Iglesia invita también hoy al pueblo cristiano a agradecerlo, a pedir vocaciones y perseverancia para todos los ministros actuales que han consagrado su vida al servicio de la Eucaristía. Que el Señor los fortalezca en sus debilidades para que vivan su ministerio centrado en la Eucaristía y ayudando al pueblo de Dios a vivirla.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería

viernes, 11 de abril de 2014

PREGON PARA LA SEMANA SANTA

 

Real Hermandad del Santo Vía-Crucis, Cofradía de Nazarenos de Nuestro Padre Jesús de la Amargura, María Santísima de las Lágrimas y Nuestra Señora de los Reyes

Si te dicen que no estoy, recuerda.
Si te dicen que me he ido, pregunta sin miedo.
Si te dicen que nunca he estado, sonríe.
Si te dicen que no sirvo, muestra tus anhelos.
Si adviertes que me ausenté, llora los porqués.
Si no me encuentras, busca.
Si dudas y desesperas, camina.
Si la vida se hace dura y sangra, mira mis entrañas.
Si te avisan que no siento, acércate.
Si te atemorizan porque no llamo, escúchame.
Si te aseguran que estoy perdido, sigue mis huellas.
Si te sugieren que ya no sirvo, descubre tu alianza conmigo.
Si te dicen que me fui, persígueme.
Si te aseguran que he perdido, proclama mi triunfo.
Si te dicen que he muerto, búscame entre los vivos.
Si te dicen que soy un fantasma, palpa mis llagas.
Si te dicen que vuelvo, no te detengas.
Si te preguntan si perdoné, di que sí.
Si te dicen que me has perdido, háblales de tus encuentros conmigo.
Si te sugieren que fracasé, diles que el ser humano es lo que importa.
Y si te reclaman mi cadáver, di que estoy vivo en ti.

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martes, 8 de abril de 2014

DOMINGO DE RAMOS

 

Tened los sentimientos propios de los que están en Cristo Jesús

La liturgia del Domingo de Ramos intenta dar el tono con que hay que vivir toda esta semana e invita a disponernos adecuadamente para la celebración del triduo pascual, en que la Iglesia celebra la muerte y resurrección de Jesús. En este domingo el acento recae en la cruz gloriosa que lleva a la resurrección. Se nos invita a contemplar y agradecer la pasión de Jesús, y a imitarla en nuestra vida, pues, como dice Pablo, por muchas dificultades hay que entrar en el reino de Dios (Hch 14,22). La cruz acompañará siempre al cristiano, por lo que debe estar muy convencido de que la cruz de Cristo es gloriosa.

La segunda lectura, el himno de Filipenses, ayuda a ello de manera especial. En él san Pablo nos invita a tener los sentimientos propios de los que están en Cristo Jesús, es decir, los cristianos que por el bautismo están insertos en Cristo resucitado. ¿Y cuáles son estos sentimientos? Por amor asumió la naturaleza humana con todas sus limitaciones y dolores, menos el pecado, viviendo como uno de tantos. Y todo esto, a pesar de su condición divina, que le hubiera permitido otro tipo de redención. De esta forma se solidarizó con la humanidad pecadora, se hizo su representante. Realmente la salvación de la humanidad está en Dios-amor, que desea compartir su gloria y felicidad con la humanidad, que para ello tiene que vivir libremente una vida totalmente consagrada al amor. Pero este camino se le había cerrado por la desobediencia de Adán. Por eso Jesús, el nuevo Adán y nuestro nuevo representante, nos acercó a Dios por su obediencia hasta la muerte, y no cualquier tipo de muerte, sino muerte de Cruz. Por eso Dios lo exaltó y lo convirtió en Señor de toda la creación y salvador de todos los hombres. Por él todos los hombres tenemos acceso a Dios y a la salvación plena. Por ello la vida de Jesús es la vida del que vive para los demás y los sentimientos de los que estamos en Cristo Jesús tienen que ser vivir para los demás.

Las otras lecturas son ejemplos concretos de este vivir para los demás. En la procesión de ramos el evangelio de san Mateo recuerda las disposiciones con las que Jesús se mete en la boca del lobo, consciente de que lo van a matar: entra como rey manso, dispuesto a sufrir la violencia, consciente de que es el camino para ser rey, como rezará el título que pondrán en la cruz. En la misa la primera lectura proclama el tercer poema del Siervo, donde se presenta el secreto de su actuación: escucha con atención y lleva a la práctica lo que le dice Dios, aunque sea doloroso. Es el discípulo aplicado, atento al camino que señala Dios para recorrer el camino del Siervo. Finalmente como evangelio se lee la pasión según san Mateo. Los diversos relatos de la pasión narran los mismos acontecimientos, pero cada evangelista lo hace desde un punto de vista propio. Mateo en su relato subraya las disposiciones con que Jesús vive la pasión: con conocimiento consciente, libertad, dignidad e inocencia, véase p.ej. el relato del final de Judas (propio) y el de la confrontación Jesús-Barrabás, por otra, Mateo insiste en el carácter de cumplimiento que tiene la pasión, por lo que frecuentemente nota que se está cumpliendo la Escritura, expresión de la voluntad del Padre, y consiguientemente, se realiza en contexto histórico salvífico, dando paso a la plenitud de los tiempos escatológicos, como ponen de relieve el terremoto y las resurrecciones que tienen lugar. Jesús aparece así como el Justo sufriente, que se consagra a hacer la voluntad del Padre, consciente de que este camino, aunque doloroso, culmina en la resurrección para él y para todos nosotros. No es un masoquista que busca el dolor por el dolor, asume todo el dolor que es necesario para oponerse al mal y esto le llevó a la muerte. Pero así ha transformado el dolor en dolor glorioso porque lleva a la resurrección.

La celebración de la Eucaristía es presencia sacramental de esta muerte y resurrección, invitando a todos los participantes a unirse ahora a la muerte, haciendo la voluntad de Dios en cada momento, alimentando así una vida propia de los que están en Cristo Jesús.

Antonio Rodríguez Carmona

Sacerdote de la diócesis de Almería