LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


lunes, 30 de diciembre de 2013

SOLEMNIDAD DE SANTA MARIA, MADRE DE DIOS

 
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María, madre del rey de la paz
Las lecturas de esta solemnidad aluden a las diversas y ricas facetas de la celebración: santa María, madre de Dios, comienzo del año, jornada de la paz.
Al terminar la octava de Navidad, la Iglesia invita a fijarse especialmente y felicitar a María, madre de Dios, por la cual se hizo presente Jesús en el mundo (segunda lectura). De aquí el nombre de esta celebración litúrgica, Santa María, madre de Dios. Es bien sabido que una mujer es madre para toda la vida, no solo en la gestación, nacimiento e infancia, sino en todas las facetas de su hijo, incluso cuando es adulto lo acompañará gozando y sufriendo con él. Así vivió María su maternidad con ese hijo especial al que consagró su vida. El Evangelio, a propósito de la visita de los pastores, alude a su mirada contemplativa sobre su hijo Dios-hombre, cuya existencia se hunde en el misterio. Ahora comparte la gloria de Jesús y, como madre de la Iglesia, vela por todos sus hijos. A ella acudimos al comienzo del año, rogando pida a su Hijo, el príncipe de la paz, la conceda a todos sus hijos y a toda la humanidad.
Al comienzo del año civil, la Iglesia nos bendice pidiendo a Dios nos conceda un año de paz con palabras tomadas de una bendición de Israel (primera lectura). Verdaderamente la paz es un don de Dios, que hemos de pedir con humildad y perseverancia.
Desde hace unos años, los papas han querido dedicar el primer día del año a la paz. Realmente a comienzos del año, todos renovamos propósitos de trabajar por mejorar nuestras vidas y en este contexto es importante que renovemos el deseo de trabajar por la paz. La paz es la síntesis de todos los bienes necesarios para la plena felicidad de la persona y del mundo. En las cartas de Pablo, todos sus deseos se resumen en gracia y paz. Esta es, por una parte, don de Dios, pero, por otra, es una tarea que tenemos que realizar. La segunda lectura recuerda una faceta del don de Dios que ya hemos recibido: somos hijos de Dios, lo que implica que todos somos hermanos. El don de la paternidad nos obliga a trabajar por vivir una fraternidad solidaria universal. Todos los hombres, por el hecho de ser creados por Dios, son hijos de Dios, pero los cristianos hemos recibido por medio de Jesús una filiación especial, que comparte por adopción la de Jesús, lo que nos obliga a corresponder de forma especial.
Corresponder nos obliga primero a vivir pacificados con nosotros mismos, pues no puede crear orden el que vive internamente desordenado: “¿De dónde proceden las guerras y las contiendas entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones que luchan en vuestros miembros? ¿Codiciáis y no poseéis? Matáis. ¿Envidiáis y no podéis conseguir? Combatís y hacéis la guerra” (Sant 4,1-2). Obliga después a vivir la paz en la familia, integrándose cada uno de sus miembros en las tareas propias y en la tarea común de buscar la felicidad de todos, siempre abiertos a integrarse en la sociedad. Obliga finalmente a trabajar por el bien común de la sociedad, oponiéndose a todo lo negativo y cooperando positivamente en todo positivo.
En su mensaje de este año el papa Francisco subraya la necesidad de vivir la solidaridad, cuyo fundamento es el hecho de que tenemos un mismo Padre y que todos somos hermanos. "Una verdadera fraternidad entre hombre supone y exige una paternidad trascendente. A partir del reconocimiento de esta paternidad, se consolida la fraternidad entre los hombres, o ese hacerse 'prójimo' que cuida de los otros", Ante esto hay que desterrar la cultura de la indiferencia ante los sufrimientos de los demás, pues las palabras ¿Dónde está tu hermano? dirigidas por Dios a Caín nos interpelan a todos los hombres ante todos los sufrimientos y desórdenes que sufre la humanidad actualmente.
La Eucaristía celebra el don de la paz, la pedimos como don de Dios y nos une al Príncipe de la paz. Por eso nos damos un saludo de paz, que debe ser un compromiso por ella.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería


LAS FAMILIAS UN GRAN REGALO DE DIOS PARA EL MUNDO ¡RECEMOS POR ELLAS!


jueves, 26 de diciembre de 2013

NAVIDAD… ¡SÍ!

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!! NAVIDAD !!
!! SI !!
A los corazones limpios.
A la risa eterna …
A nuevas ilusiones.
A la amistad...
a la sonrisa
a la alegría…
A los valores humanos..
a los buenos recuerdos….
a los dulces amores ….









ES NAVIDAD…¡FELICIDAD!

Paz y Amor en la Navidad a la luz del mensaje del Papa en la exhortación “Evangelii Gaudium” … Hagamos definitivo nuestro encuentro con Jesús. Que la ternura del Niño Jesús inunde nuestros corazones y luego, derrochémosla con los demás…
Cuando la vida interior se cierra en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás. La alegría siempre permanece, como luz, que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado.
Los gozos más bellos y espontáneos son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse. Llegamos a ser plenamente humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos.
La comunidad evangelizadora asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo. El confesionario debe ser el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible.
La Iglesia «en salida» es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás.Hoy y siempre, «los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio». Nunca los dejemos solos.
Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro. Hoy todo entra dentro de la ley del más fuerte,  donde el poderoso se come al más débil.
Los cristianos insistimos en nuestra propuesta  de reconocer al otro, de sanar las heridas,  de construir puentes. Los pecados de algunos, no deben hacer olvidar cuántos cristianos dan la vida por amor; muestran ese inmenso amor a la humanidad que nos ha inspirado el Dios hecho hombre.
Más que el ateísmo, hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente. La mundanidad espiritual, es buscar, en lugar de la gloria del Señor, la gloria humana y el bienestar personal.
Esta oscura mundanidad se manifiesta en un cuidado del prestigio de la Iglesia, pero sin preocuparles el Evangelio. Es necesario ampliar los espacios para una presencia femenina más incisiva en la Iglesia.
El sacerdocio reservado a los varones, puede volverse en una cuestión conflictiva , si se identifica la potestad sacramental con el poder. Nadie puede exigirnos que releguemos la religión a la intimidad secreta de las personas, sin influencia alguna en la vida social .Una auténtica fe, siempre implica un profundo deseo de cambiar el mundo.
Para la Iglesia la opción por los pobres tiene consecuencias en la vida de fe de todos los cristianos, llamados a tener «los mismos sentimientos de Jesucristo». Dónde está tu hermano esclavo? ¿Dónde está ese que estás matando cada día?
Entre esos débiles, que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están también los niños por nacer, que son los más indefensos e inocentes de todos. Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás.
¡Feliz Navidad!











jueves, 19 de diciembre de 2013

MI FELICITACIÓN PERSONAL

 

Felicitación navideña 2013

IV DOMINGO DE ADVIENTO

María modelo de maternidad virginal
Hay dichos populares que encierran buena carga teológica, como la expresión Felices Pascuas (en plural) para felicitar la Navidad. Realmente Pascua es solo la celebración de la resurrección de Jesús, pero también se aplica este nombre a su nacimiento. Es que para los cristianos la celebración de la Navidad solo tiene sentido a la luz de la Pascua de Resurrección. En ella el niño que nació en Belén llegó a su meta y ahora es el Señor resucitado, que está presente como salvador en toda la historia, especialmente en su Iglesia: Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación del mundo (Mt 28,20). Celebrar Navidad es tomar conciencia del comienzo de esta presencia dinámica de Jesús en medio de nosotros como salvador. Por ello esta celebración es también Pascua. En ella los cristianos tenemos la tarea de hacer realidad esta presencia dinámica con la ayuda del Espíritu Santo en nuestra vida y en la de los demás.
         En este contexto la Iglesia nos recuerda hoy la maternidad virginal de María como modelo de la maternidad de la Iglesia y de cada cristiano. Las tres lecturas hablan del nacimiento virginal de Jesús, hijo de Dios y descendiente de David. En la segunda lectura Pablo habla de Jesús, hijo de Dios e hijo de David. El Evangelio, por su parte, nos dice cómo es hijo de David, recordando la anunciación a José, en la que el ángel anuncia a José que su esposa ha concebido por obra del Espíritu Santo, pero que él tiene la misión de darle su apellido y hacer de padre legal, con lo que Jesús será legalmente hijo de David, de acuerdo con el plan de Dios. El evangelista además ve un anuncio de la concepción virginal en el antiguo oráculo de Isaías, que se recuerda en la primera lectura, en que Isaías anunciaba al rey Acaz que su joven mujer había concebido un hijo, cuyo nacimiento será signo de que Dios continuará acompañando a la amenazada dinastía de David y de esta forma seguirá siendo Dios-con-nosotros, Enmanuel. Históricamente se trataba de la concepción natural del futuro rey Ezequías, pero Mateo reinterpreta el oráculo a la luz de la revelación cristiana que conocía la concepción virginal de Jesús.
         Hoy día hay en ciertos sectores cristianos reticencias para aceptar el hecho de la concepción virginal de Jesús, sin tener en cuenta que el dato está presente en el NT y en las confesiones de fe desde la antigüedad. Las reticencias se deben a varios motivos, por una parte, a desconocimiento del sentido teológico de la concepción virginal, y, por otra, a la revalorización de la sexualidad humana y del matrimonio. Es verdad que la sexualidad humana es positiva y querida por Dios y, por ello, también el matrimonio, que vivido cristianamente, es medio de santificación. Por eso Jesús pudo haber nacido de un matrimonio normal. Si no lo acepta la fe de la Iglesia no es porque hubiera sido menos digno para el Hijo de Dios, sino por fidelidad a la revelación, a los datos del NT interpretados así por toda la tradición de la Iglesia.. En el credo apostólico profesamos: Y fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de María Virgen y en el Niceno-constantinopolitano: Y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, Virgen y se hizo hombre.
         En cuanto al sentido de la virginidad en este momento preciso, en el umbral del Nuevo Testamento, la virginidad es una realidad negativa. En Israel el ideal de la mujer es el matrimonio y la fecundidad, por ello la virginidad es una pobreza, una desgracia. En este momento, la concepción virginal nos revela que Jesús es un don de Dios para el que se sirve de la colaboración de una mujer, cuya aportación básica es su pobreza. María hace presente a Jesús solo por obra del Espíritu Santo. Después vivió su vocación como entrega total al servicio del plan salvador de Dios. A partir de ella la virginidad consagrada pasó a tener un sentido positivo en la Iglesia, como expresión y al servicio de la entrega total a Dios.
         María, virgen-pobre, es modelo de la Iglesia y del cristiano, llamados a hacer constantemente presentes a Jesús virginalmente, solo por obra del Espíritu Santo, excluyendo todo poder humano coactivo, y sirviéndose de medios pobres, nuestra palabra, oración y ejemplo. En Navidad vamos a celebrar el comienzo de la presencia humana del “Dios-con-nosotros”, presencia que quiere continuar sirviéndose de nuestra pobre colaboración, que hemos de ejercer con fe, humildad, amor y agradecimiento, como María, nuestra madre y modelo.
En la Eucaristía Jesús sigue siendo Dios-con-nosotros y Salvador de forma virginal, por obra del Espíritu Santo. Es el regalo que el Padre ofrece a sus hijos para alimentarles y ayudarles a hacer presente a Jesús en medio del mundo de forma virginal.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería







viernes, 13 de diciembre de 2013

III DOMINGO DE ADVIENTO

La esperanza cristiana pasa a través de las esperanzas humanas
         La esperanza cristiana es un don de Dios, que hemos recibido gratuitamente, igual que la fe y la caridad. Hemos de pedir humildemente la gracia de permanecer y crecer en ella, afrontando todas las dificultades.
         Una causa de dificultades suelen ser las esperanzas humanas que nos acucian con sus agobios. Realmente cuando una persona está agobiada por problemas inmediatos de subsistencia (trabajo, casa, alimentación, salud...) no está en condiciones de oír hablar de esperanzas en un futuro cielo, que aparentemente no le solucionan nada de su problema presente. Incluso se ha acusado a la religión de alienante, opio del pueblo, porque adormece a las personas, haciéndoles olvidar las opresiones y sufrimientos del presente en aras de un hipotético cielo. La acusación descansa en una visión falsa de la obra de Jesús y del cristianismo. Es verdad que se pueden dar personas que actúen de esta manera, pero realmente están equivocadas, pues la esperanza cristiana pasa a través de las esperanzas humanas. Son inseparables.
         Las lecturas de hoy nos lo recuerdan: el profeta Isaías con ricas imágenes (el desierto florecerá, el débil se fortalecerá...) recuerda el futuro de felicidad que Dios nos ha prometido (1ª lectura), futuro que ya debe tener su eco en nuestro mundo haciendo justicia a los oprimidos, dando pan a los hambrientos, liberando a los cautivos, dando vista a los cielos... (Salmo responsorial). Es lo que hace Jesús, que se acredita como el Mesías prometido porque ya ha comenzado a realizar estos signos, garantía de la plenitud que ciertamente llegará (Evangelio) y hemos de esperar con paciencia (2ª lectura). El que espera con certeza, tiene paciencia hasta que todo se cumple.
         Alcanzaremos la meta de la esperanza cristiana, el cielo, en la medida en que nos dediquemos a satisfacer las esperanzas humanas de nuestro prójimo. La explicación es sencilla. La meta de la esperanza cristiana es ver a Dios, unión íntima con Dios amor, y esto implica una vida en amor creciente, que se traduce en amor concreto con las personas que nos rodean y en vivir como fermento de justicia en la sociedad en la que estamos insertos, comprometiéndonos en conseguir un mundo más justo, que ofrezca esperanzas a todos los hombres, especialmente a los pobres. El cristiano tiene que acreditar su condición siendo instrumento de Dios para colmar las esperanzas humanas de los que lo rodean. No podrá resolverlo todo, pero tiene obligación de hacer todo lo que pueda. Al final seremos juzgados de amor.
        Por otra parte, la esperanza cristiana ayuda a purificar y relativizar las esperanzas humanas. Ayuda a purificar, cuando nos hace ver que algunas son falsas, como las promesas de felicidad en el dinero, en el sexo, en el prestigio... Igualmente ayuda a reconocer que todas las esperanzas humanas son limitadas y no tienen capacidad para llenar la vida de la persona. Los cristianos debemos repasar de vez en cuando el examen que hace el libro del Eclesiastés de todas las felicidades humanas cuando se absolutizan y exclamar: “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”.
         La esperanza cristiana en una felicidad total en la comunión plena con Dios amor es la única que puede dar sentido a nuestra vida, porque llena el corazón humano, creado para lo infinito, y es para siempre. 
         En la Eucaristía Jesús sigue alimentando nuestra esperanza en un final de plena felicidad y para ellos nos capacita para ser instrumentos de esperanza para tantas personas que a nuestro alrededor sufren agobiadas pos sus problemas. Así realizaremos los signos de la presencia del Reino, continuando la obra de Jesús.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería








jueves, 5 de diciembre de 2013

“SER CATEQUISTA ES UNA VOCACIÓN”

 

El Papa Francisco ha dicho:  que “ser catequista” es una vocación y no un trabajo.

Ayudar a los niños, a los muchachos, a los jóvenes,

a los adultos a conocer y a amar cada vez más al Señor,

es una de las aventuras educativas más bellas,

¡se construye la Iglesia! ¡“Ser” catequistas! No trabajar

como catequistas, ¡eh! ¡Eso no sirve! Yo trabajo

como catequista porque me gusta enseñar... pero tú

no eres catequista, ¡no sirve! ¡No serás fecundo! ¡No

serás fecunda!

Catequista es una vocación: “ser catequista”, esa es

la vocación; no trabajar como catequista. Entiendan

bien, no he dicho “hacer” el catequista, sino “serlo”,

porque envuelve la vida.

Se guía al encuentro con Jesús con las palabras y con

la vida, con el testimonio. Recuerden aquello que Benedicto

XVI nos ha dicho: “la Iglesia no crece por

proselitismo. Crece por atracción”. Y eso que atrae es

el testimonio. Ser catequista significa dar testimonio

de la fe; ser coherente con la propia vida. Y esto no es

fácil. ¡No es fácil! Nosotros ayudamos, nosotros guiamos

hacia el encuentro con Jesús con las palabras y

con la vida, con el testimonio.

Me gusta recordar aquello que San Francisco de Asís

decía a sus frailes: “Prediquen siempre el Evangelio y

si fuese necesario también con las palabras”.

Pero antes el testimonio: que la gente vea en sus vidas

el Evangelio, pueda leer el Evangelio. Y “ser” catequistas

requiere amor, amor a Cristo cada vez más

fuerte, amor a su pueblo santo. Y este amor no se

compra en las tiendas; no se compra ni siquiera aquí

en Roma.

¡Este amor viene de Cristo! ¡Es un regalo de Cristo!

¡Es un regalo de Cristo! Y si viene de Cristo parte de

Cristo y nosotros debemos volver a partir desde Cristo,

de este amor que nos da. Para un catequista, para

ustedes, también para mí, porque también yo soy catequista.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Decálogo del Adviento

  1. Reconoce tu pobreza, tu vacío.
  2. Reconoce tu debilidad: tú solo no puedes alcanzar lo que tanto deseas.
  3. No te acomodes a tu pequeñez: lucha por crecer siempre más, estírate, transciéndete.
  4. No te distraigas, no te entretengas, vive con el alma de puntillas.
  5. Sé persona de grandes deseos: no te conformes con las migajas de la mesa de la esperanza.
  6. Grita, suplica, llora, ora. Apasiónate. Crece en el deseo, crece en el amor. El amor engendra deseo y el deseo enciende el amor.
  7. Paciencia y perseverancia. Todo tiene su tiempo para madurar  y todo se debe preparar. No seas caprichoso, ni ansioso. La espera aquilata y capacita.
  8. No duermas. Vigila. No dejes que tu lámpara se apague.
  9. También la fe ha de estar despierta.
  10. Atento a cualquier signo, voz o pisada. Los ojos y los oídos bien abiertos, no vaya a pasar de largo.

SOLEMNIDAD DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN.SEGUNDO DOMINGO DE ADVIENTO

María, modelo de esperanza, reina del adviento
En este tiempo de Adviento, tiempo de esperanza, María aparece como modelo de la esperanza cristiana, mostrándonos cuáles son los fundamentos de esta, fe en la palabra de Dios y humildad. Ambas permiten colaborar eficazmente con las promesas de Dios, protagonista de la salvación.
         Primero es la fe en Dios misericordioso y poderoso que quiere la salvación del hombre y manifiesta su plan en su palabra, esperando de cada persona concreta colaboración, porque quiere contar con ella en su actuación en la historia humana. En la segunda lectura san Pablo recuerda en la carta a los Efesios el plan salvador de Dios, bendecir y divinizar a todos los hombres por Jesucristo, haciéndolos santos e inmaculados en el amor. En este contexto el Evangelio recuerda que pidió la colaboración de María, que responde ofreciendo su pequeñez: Aquí está la sierva del Señor, que se haga en mí según su palabra. Cree en la palabra y comienza una aventura que vivirá en la oscuridad de la fe, siempre confiada en la palabra de Dios que no falla, “sin saber a dónde iba”, como Abraham, pero convencida de que Dios la acompañaría. Por eso, como sierva humilde se puso en las manos de Dios. Porque era humilde acepta el plan de Dios y se pone sin condiciones a su servicio.
         Fe y humildad son importantes para la esperanza de todo cristiano.   La fe es el fundamento de la esperanza. Creo porque espero. La segunda virtud teologal supone la primera. La esperanza cristiana es diferente de las expectativas humanas. Estas esperan de acuerdo con las posibilidades que poseen en el presente, y así, por ejemplo, proyecta gastar de acuerdo con el dinero que se posee. Pero la esperanza se apoya en la fe en las promesas de Dios, poderoso para cumplir lo que promete, todo siempre inspirado en su misericordia. Y “para Dios nada hay imposible” , como recuerda el ángel a María. Por eso la Iglesia invita siempre y especialmente en este tiempo a recordar las promesas de Dios para avivar nuestra esperanza. Las primeras lecturas de la liturgia este tiempo de Adviento van en esta línea. La de este domingo anuncia la venida del Mesías, que tendrá la plenitud del Espíritu Santo y por ello traerá un reino de justicia y paz, una vuelta al paraíso perdido. Una meta a la que tenemos que caminar y que con toda certeza se realizará.
         Junto a esto la Iglesia nos pone en guardia para superar dos tentaciones, la de rebajar las promesas y ponerlas a la altura de nuestras expectativas, fundadas en nuestra pobre experiencia individual y eclesial. Y otra, fundada en la misma raíz, nuestra pobre experiencia, y que consiste en declarar algo como imposible. Todo lo que Dios ha prometido y nos pide es posible.
         Igualmente es importante la humildad, que excluye el orgullo y la autosuficiencia. El autosuficiente cree que lo tiene todo y no espera ya nada, pero realmente está alienado y no es consciente de las carencias y necesidades que tiene. Vive un mundo irreal. El humilde, en cambio, conoce sus limitaciones y posibilidades y espera que Dios las colme.
María experimentó estas realidades y en el Magnificat alabó a Dios poderoso y misericordioso, que “ha hecho cosas grandes en mí” y “hace proezas con su brazo... derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos colma de bienes y a los ricos despide vacíos”.
         La Eucaristía es lugar privilegiado para agradecer al Padre, en primer lugar, la obra que ha realizado en María, y junto con esto, la vocación que nos ha dado y los medios que estamos recibiendo para llevarla a cabo. Por otra parte, es alimento de los hijos que capacita para seguir adelante, creciendo santos e inmaculados en el amor, y garantía de que llegaremos a la meta querida por el Padre.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería