LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.
jueves, 28 de noviembre de 2013
ADVIENTO Y ESPERANZA
Adviento: La vigilancia cristiana consiste en la perseverancia en la caridad
Queridos hermanos y hermanas: Concluyendo ya las catequesis sobre el Credo, hoy quisiera detenerme en la "resurrección de la carne", y hablarles del sentido cristiano de la muerte y de la importancia de prepararnos bien para morir en Cristo.
ADVIENTO: TIEMPO DE ESPERA
Evangelii Gaudium: La hoja de ruta pastoral de Francisco.
De Pablo VI a Aparecida. Éstos son los hilos conductores de la primera exhortación apostólica del Papa. Evangelli Gaudium es un documento denso, en el que el Papa traza la hoja de ruta de la nueva primavera que quiere para la Iglesia. Una Iglesia que mire a los pobres y que se convierta realmente a todos los niveles, incluido el propio papado. Una Iglesia mucho más colegial y mucho más sinodal, en la que las conferencia episcopales volverán a recobrar su pasado protagonismo. Un documento basado en la "alegría de la fe".
"Vías de empeño pastoral"
"Invitación a recuperar una visión profética y positiva de la realidad"
"Pide mirar adelante, a pesar de la crisis"
"El texto va más allá de la experiencia del Sínodo"
"Acoger el momento de gracia que la Iglesia está viviendo"
"Prolongando la enseñanza de la Evangelii Nuntiandi coloca a Cristo en el centro"
"Traza un denominador común para toda la Iglesia: reencontrar una metodología común"
"El amor misericordioso de Dios, hilo conductor"
"La dinámica del Éxodo, de salir de sí misma"
"La intimidad de Jesús es una intimidad itinerante"
"El Papa crea neologismos: Primerear, Dios nos precede en el amor"
"Ofrecer misericordia"
"El Papa propone pasar de una visión burocrática de la pastoral a una perspectiva misionera y en estado permanente de evangelización"
"Hay estructura eclesiales que pueden llegar a condicionar el dinamismo evangelizador"
"Audacia de ser creativos, para repensar la evangelización"
"El edificio moral de la Iglesia puede convertirse en un castillo de naipes y esto es un peligro"
"Equilibrio entre el contenido de la fe y el lenguaje con el que se expresa"
"Un pasaje importante es el número 32, donde el papa muestra la urgencia de llevar a término algunas perspectivas del Vaticano II, en particular el primado de Pedro y las Conferencias episcopales"
"Recupera la propia identidad sin complejos de inferioridad"
"La credibilidad de la Iglesia le llega por sus obras de caridad y solidaridad"
"Cristianos invitados a huir de la mundanidad"
"Exigencia de la promoción del laicado y de la mujer"
"Llama la atención la presentación gozosa del Evangelio"
"La palabra alegría aparece 48 veces"
Cita San Irineo, a Ambrosio y San Agustín, Tomás de Aquino y Tomás de Kempis, Newman, Henri de Lubac, Bernanos y Romano Guardini, entre otros.
Cita a la Evangelli Nuntiandi de Pablo VI y la Familiaris Consortio, etc.
Alude a los documentos de Puebla y de Aparecida
"Uno de sus grandes temas es el de la sinodalidad"
"Propone una gran conversión, partiendo de las parroquias, asociaciones y movimientos"
"Hasta llegar a proponer una conversión del papado"
"Ejercicio colegial del papado"
El Papa quiere que las conferencias episcopales sean expresiones de colegialidad.
Monseñor Celli
"El estilo del documento con su estilo y con su lenguaje propio"
"El tono de este documento es casi coloquial"
"Lenguaje sereno, cordial y directo"
"Presta una particular atención a la homilía"
"Aprender a utilizar imágenes en la predicación"
"Una buena homilía debe contener: una idea, un y un mensaje"
"Una predicación positiva que ofrece siempre esperanza"
"La vía de la belleza para seguir a Jesús"
martes, 26 de noviembre de 2013
¿QUÉ ES EL ADVIENTO?
El Adviento es el comienzo del Año Litúrgico, empieza el domingo más próximo al 30 de noviembre y termina el 24 de diciembre. Son los cuatro domingos anteriores a la Navidad y forma una unidad con la Navidad y la Epifanía.
El término "Adviento" viene del latín adventus, que significa venida, llegada. El color usado en la liturgia de la Iglesia durante este tiempo es el morado. Con el Adviento comienza un nuevo año litúrgico en la Iglesia,
El sentido del Adviento es avivar en los creyentes la espera del Señor.
Se puede hablar de dos partes del Adviento:
Primera Parte
Desde el primer domingo al día 16 de diciembre, con marcado carácter escatológico, mirando a la venida del Señor al final de los tiempos;
Segunda Parte
Desde el 17 de diciembre al 24 de diciembre, es la llamada "Semana Santa" de la Navidad, y se orienta a preparar más explícitamente la venida de Jesucristo en las historia, la Navidad.
Las lecturas bíblicas de este tiempo de Adviento están tomadas sobre todo del profeta Isaías (primera lectura), también se recogen los pasajes más proféticos del Antiguo Testamento señalando la llegada del Mesías. Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesias ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor Jesús.
COMENTARIO DOMINICAL-CICLO C
La esperanza cristiana
Recordando la venida de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, y su nacimiento en Belén, la Iglesia nos recuerda que ese nacimiento ha tenido consecuencias históricas importantísimas para la humanidad y para cada uno de nosotros. Vino y no se ha ido, pues sigue con nosotros. Primero vivió una auténtica existencia humana en todo igual a la nuestra menos el pecado y que culminó en su muerte y resurrección. Desde entonces sigue con nosotros de forma invisible como Señor resucitado en medio de la Iglesia y en el corazón de todos los que le acogen como salvador. Finalmente al final de la historia se hará visible a toda la humanidad. Por eso la Iglesia habla de las tres venidas de Jesús, en el pasado en Palestina, en el presente en el corazón de cada cristiano y en la Iglesia, y al final en su parusía. Al recordar la primera, nos invita a tomar conciencia de que nos encontramos en el contexto de la segunda, esperando la tercera, y de sus implicaciones y lo hace evocando la espera del pueblo de Israel a quien se prometió un Mesías.
Si estamos entre la segunda y tercera venida, significa que la vida cristiana es esencialmente espera. El tiempo de Adviento es una invitación a examinar nuestra esperanza.
La esperanza es algo connatural con la persona humana. La razón es que tenemos un corazón ansioso de felicidad infinita y para llenarse necesita de pequeñas satisfacciones presentes y la esperanza de otras que acaben de llenarlo. Una persona que no espera está muerta. Dios nuestro padre, respondiendo a esta sed de esperanza que ha puesto en nosotros, ha prometido una felicidad total consistente en participar la gloria de nuestro Señor Jesucristo, resucitado de entre los muertos. De esto y sus exigencias nos habla en concreto hoy la palabra de Dios.
La primera lectura evoca de forma figurada ese futuro. El pueblo de Israel esperaba un Mesías que iba a traer una época de paz y felicidad a Israel y a la que se invita a todos los pueblos, que responden gozosos a esta llamada, diciendo: «Venid, subamos al monte del Señor... él nos instruirá en sus caminos...» y vendrá una época de paz sobre la tierra. Es muy importante para la vida cristiana mantener viva la esperanza de lo que “ni el ojo vio ni el oído oyó de lo que Dios tiene reservado para los que le aman”, la felicidad plena que hambreamos continuamente, viendo a Dios cara a cara y compartiendo el gozo del Señor junto con todos sus hijos. El salmo responsorial invita a responder a esa llamada: «Vamos alegres a la casa del Señor». La meta vale la pena.
La segunda lectura y el Evangelio explicitan que este ir implica vigilar porque no sabemos el día ni la hora, es decir, el cristiano tiene que vivir en estado de vigilancia, como viven los servicios sanitarios encargados de urgencias médicas o los encargados de sofocar fuegos, siempre dispuestos a prestar el servicio... Siempre preparados a la llegada del Señor, dispuestos a entregar la vida que hemos recibido en prenda.
Esto exige a cada uno conocer su situación actual para corregir lo negativo, reforzar lo débil y agradecer lo que está en buen estado. Hoy se recomienda la medicina preventiva para conocer nuestra situación y corregir a tiempo las deficiencias. Igualmente es importante un buen examen de conciencia en este tiempo de Adviento que desemboque en una confesión sacramental. Es un modo provechoso de vivir este tiempo y prepararse. Primero hay que examinar si vivimos en gracia de Dios, es decir, si ya hemos recibido a Jesús en nuestro corazón y lo aceptamos como amigo y después cómo vivimos esta amistad.
En cada celebración de la Eucaristía, mientras esperamos su gloriosa venida (III anáfora), Jesús resucitado viene a nuestro encuentro para alimentar nuestra amistad común y ayudarnos a crecer en ella, preparando así el encuentro definitivo.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería
domingo, 24 de noviembre de 2013
CONCLUSIÓN DEL AÑO DE LA FE
“El Señor me reveló que dijésemos el saludo: El Señor te dé la paz”.
s. Francisco de Asís
jueves, 21 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Se necesita la misericordia para hacer que toda injusticia en el mundo termine en el resplandor de la verdad”.
Juan Pablo II
SOLEMNIDAD DE JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
1ª Lectura: 2 Samuel 5, 1-3
Salmo 121: VAMOS ALEGRES A LA CASA DEL SEÑOR
2ª Lectura: Colosenses 1,12-20
Evangelio: Lucas 23, 35-43
- Las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: “A otros ha salvado, que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Ungido.
- Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre, diciéndole: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”
- “Este es el rey de los judíos”
- Uno de los malhechores lo insultaba: “¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros”.
- Lo nuestro es justo; éste no ha faltado en nada”.
- Jesús, acuérdate de mí cundo llegues a tu reino”
- “Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Nos encontramos hoy con este trocito del evangelio, situado casi al final. Nos habla del momento de la muerte de Jesús. Sin embargo para poder llegar a su comprensión tenemos que situarnos en el primer momento de la vida pública de Jesús, concretamente en el de las Tentaciones: “Concluida la prueba, el Diablo se alejó de él hasta otra ocasión” (Lc 4,13). ¿Y qué mejor ocasión que ésta? Jesús es el Salvador del mundo, así fue anunciado por el ángel a María, así fue revelado a los pastores (sinónimo de pecadores –ladrones-) en la noche de Navidad. Sí, Jesús es el Salvador del mundo. Comenzó su ministerio público con alegría, entusiasmo, ilusión… Todos al escucharlo quedaban boquiabiertos y se maravillaban de las palabras que salían de su boca y de los prodigios que realizaba. Realmente se avivaba la esperanza en los corazones de los oyentes: ¡Es el Mesías!
Pero pronto cambiaron las cosas, empezó a decir y hacer cosas que descolocaban lo establecido, molestaba a quienes, en nombre de Dios, oprimían al pueblo. En seguida empezaron las persecuciones, las burlas, los deseos de hacerle desaparecer… así hasta que por fin lo llevan al suplicio y está muriendo, en una cruz.
Y es entonces, cuando está en la cruz, el momento que elige el Enemigo que le dejó en aquella ocasión del comienzo, para aparecer de nuevo, a través de tres tipos de personas: las autoridades junto con el pueblo, los soldados, y un ladrón, crucificado junto a él. Y en esta tentación final le recordarán que él es el Salvador, y sin embargo ahí está, como un fracasado, muriendo en una cruz. Realmente, si lo que ha dicho es verdad, Dios tiene que actuar, no le puede dejar en esa situación. Si así fuera y él bajara de la cruz, ¡sería tan fácil creer el él! Al fin y al cabo el fin que con ello se obtendría sería grande. Pero Jesús se abandonó a los brazos del Padre, y el Padre lo acogió en silencio. Son tantos los detalles que nos revela el texto, que debe ser contemplado. A ello os invito y ahora comparto mi oración del mismo.
Señor, leyendo despacio este trocito del evangelio, sólo me cabe hacer una petición: ¡Déjame rumiarlo hasta que empape todo mi ser, y en silencio, me quede contemplando!
Tantas veces escuchado, leído, explicado… ¡Señor! Hoy lo siento como dicho sólo para mí en mi ser más profundo, en mi soledad más íntima, en la quietud de mi corazón, y me parece tan hermoso, tan real, tan vivo, rondando, yo diría, la crueldad, que me deja sin palabras…
Me siento frente a ti, allá en el Calvario, junto a la cruz. Esa cruz signo de reconciliación, puerta del cielo, camino hacia la gloria, expresión de entrega, trono de Dios… Hay muchos personajes en torno a ti, que pendes del madero, dándonos por amor, hasta el último aliento, hasta la última gota de tu sangre.
Son muchos los que miran, los que observan, los que sienten… toda clase de sentimientos humanos: dolor, lástima, compasión, rabia, angustia, temor, miedo, impotencia, complacencia, duda…
Unos lloran ante el espectáculo terrible, que presenta a un ajusticiado, como tantos que lo están siendo todos los días por los explotadores de turno. Un ajusticiado cuya muerte quiere ser escarmiento para el resto, y así conseguir el sometimiento de todos: por miedo. Ya se sabe que para “conservar la vida” no hay que salirse de lo que establece el/la que manda. Así funciona este mundo.
Pero el espectáculo terrible tiene una característica especial: El reo ha sido entregado por las autoridades religiosas de su pueblo, y alegan contra él motivos religiosos. Incluso en su rechazo total, reunido el Consejo de los Ancianos, han consensuado su muerte, como beneficio para el pueblo, y no han dudado incluso, para conseguir su condena, hacer liga con el dominador de turno: Roma. Por eso, aunque históricamente en Israel, desde David, se ha confesado a Dios como único Rey, en este momento, y para conseguir la condena a muerte de “el Rey de los judíos”, del “Mesías”, las autoridades religiosas han hecho la confesión pública, comunitaria: “No tenemos más rey que el César”.
Y ahí estás tú, Señor, colgado de la cruz, regando con tu sangre la tierra para que con tu vida comience a fructificar. Sí, mucha gente te rodea: los soldados, los jefes, el pueblo, ¿quizá tu familia?, o ¿tus discípulos? ¿esos hombres y mujeres que te siguieron mientras recorrías las calles de Galilea, pero que se llenaron de miedo ante “tu fracaso?. Pero a quienes tenías más cerca, sin duda, es a esos dos que fueron ajusticiados contigo. Ahí estáis los tres en ese monte, fuera de la ciudad, constituyendo un terrible espectáculo, cuya visión produce lamentos, gritos, dolor, llanto, sufrimiento, muerte… Y en medio de todo esto ahí están esos diferentes personajes para recordarte tu humanidad, tentando tu fidelidad y queriéndote hacer dudar de esas opciones que tú has hecho y por las que has llegado hasta la cruz.
“Sálvate a ti mismo”, será el grito de las autoridades religiosas, y para ello te recordarán los signos realizados por ti: “A otros ha salvado…” La prueba de tu mesianismo, la señal de que eres el Elegido, el Ungido de Dios, será esa: que te salves a ti mismo. (Poder)
“Sálvate a ti mismo”, dirán los soldados, haciéndose mofa del letrero que cuelga de tu cruz y que muestra la causa de tu condena a muerte: “Este es el Rey de los judíos”. Fíjate, Señor, mirándolo desde fuera, desde lo humano, solamente desde lo que parece lógico, ¡vaya rey! Tendremos siempre la tentación de argumentar tu existencia como Dios, tu muerte, dulcificándola para no escandalizar; haciendo de tu mensaje algo tan cercano a nosotros que pierde todo su sentido punzante, de contradicción, desconcertante…
“Sálvate a ti mismo”, te dirá, incluso aquel que junto a ti sufre la violencia del poder, el rechazo de los otros, el olvido, la ira, la recriminación de sus semejantes. Ese deseo de “hacer justicia” quitando del medio a quienes nos agreden, nos molesten, no nos agradan… Desde ese lugar de la exclusión, ¿cómo sonó en tus oídos, tú, que estabas excluido, esas palabras salidas desde el abandono humano más terrible y dolorosos: “Sálvate… y sálvanos…”?
Pienso, Señor, que este grito tuvo que tener en ti una resonancia especial. Tú has estado toda la vida al lado de los que sufren, de los pobres, de los olvidados, de los alejados, de los excluidos, de los pecadores… Señor, ¿Cuánto dolor no experimentaste con ese grito desesperado y desesperanzado de ese ser humano, que junto a ti, muere en oscuridad y tinieblas?
Hoy quiero, Señor, quedarme aquí parada, metiéndome en la piel de ese “ladrón” que no tiene esperanza, que no ve futuro, que se siente abandonado de todos, de todo, de Dios… Y quiero ofrecerte a todos y a todas los que caminan por la vida en situaciones semejantes. Tú sabrás entender ese grito. A veces se te dirá con rabia, dolor, ironía, miedo, duda, incredulidad… pero son muchos los que como él, desde el sufrimiento humano te gritan hoy: “Sálvate a ti mismo y sálvanos a nosotros”.
- El otro le increpaba: “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio?”
- Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino
- Jesús le respondió: “Te lo aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso.
Sí, Señor, esta parte del evangelio es la que más gusta; la que tiene realmente sentido. A cualquiera nos gusta tomar esa personalidad del ladrón ajusticiado que reconoce su pecado. El castigo que sufre lo considera justo. Está pagando por lo que ha hecho. Aunque, queda en el aire esa pregunta: ¿es lícito quitarle la vida a alguien para que pague por el mal que ha hecho? Resulta muy duro, Señor. Y desde luego no es una decisión fácil, pero este hombre, desde su sufrimiento, sí que reconoce tu inocencia y la injusticia que se ha cometido contigo, y por eso recrimina al compañero por sus palabras, y se dirige a ti por tu nombre: Jesús. Sí, es curioso que Lucas aquí en este momento crucial de tu evangelio ponga en labios de este pecador ajusticiado, el nombre que apareció al principio del evangelio en boca del ángel cuando se anunció tu nacimiento: “Darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”. Sí, tu misión la predecía tu nombre: eres el Salvador. A través de ti Dios salva. Por eso este hombre se dirige a ti con ese nombre, porque sabe que, aunque tú estés sufriendo esa condena injusta, tu entrega consumada es salvación para todos.
Hoy quiero entrar en este personaje, y desde mi reconocimiento como pecadora, clamar a ti, que te has hecho “uno de tantos” y “te has rebajado hasta la muerte, y una muerte de cruz”, pidiendo la salvación, tu salvación, Señor. Sé que tú comprendes nuestra debilidad, nuestra miseria, nuestra pobreza, porque tú te hiciste en todo igual a nosotros, menos en el pecado, pero sí que sabes de pobreza y debilidad y conoces desde dentro el corazón humano.
Gracias, Señor, que desde la cruz nos muestras el amor más sublime, la bondad más plena y la profundidad de tus sentimientos de ternura, de donación, de entrega… ¡Gracias, Señor! Tú eres el Rey de reyes y el Señor de los señores. Tuyo es el Reino, tuyo el poder y la gloria por siempre, Señor. ¡Gracias!
¡VENGA A NOSOTROS TU REINO, SEÑOR!
Llega, Señor, el descanso
después del día de fiesta
en él te has manifestado
Crucificado que reinas.
En ti el poder y el honor
en debilidad se muestran,
y otorgas la salvación
al que te pide clemencia.
Desde el trono de la cruz
oyes palabras y quejas,
burlas y desconfianzas
que en lo profundo te tientan.
Allí estaba ajusticiado,
por sus acciones perversas,
un hombre que reconoce
en ti, vida verdadera.
El te pide tu perdón
para estar en tu presencia
en tu corazón clemente
acogedor, sin reserva.
A él le prometes estar
el primero allá en tu mesa
en el banquete que ofreces
el gran día que se acerca.
María Cruz
Santa María de Viaceli
martes, 19 de noviembre de 2013
DOMINGO XXXIV DEL TIEMPO ORDINARIO: SOLEMNIDAD DE CRISTO REY DEL UNIVERSO
El reino del Hijo querido
La 1ª lectura recuerda la unción regia de David como rey de Israel. Más adelante Dios le prometió un trono perpetuo, lo que dio origen a la esperanza de un futuro rey, hijo de David, que vendría a salvar a Israel de sus enemigos y a constituirlo en cabeza de un reino político religioso con capital en Jerusalén. El ciego de Jericó, que invoca a Jesús con el título Hijo de David, es un testimonio de la vigencia de esta esperanza en su tiempo. Jesús es realmente rey, pero de otro tipo.
El Evangelio presenta este tipo: la imagen de Jesús en la cruz como la auténtica expresión de su reinado. El letrero puesto sobre la cruz en hebreo, griego y latín es la proclamación universal de su reinado. Los soldados se burlan de él diciéndole que si realmente es el rey de los judíos, que se salve a sí mismo. Y no lo hizo precisamente para demostrarlo, pues ser rey exige dar la vida por los demás. En el relato de la anunciación se anuncia a María el nacimiento de un hijo a quien el Señor Dios dará el trono de David su padre y su reino no tendrá fin, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin (Lc 1,32-33), todo en futuro, porque se trata de un trono que debe recibir a lo largo de toda su vida. Y lo consiguió con una vida entregada al amor, que culmina en su muerte y resurrección. Lo explica muy bien el prefacio de la misa:Consagraste sacerdote eterno y rey del universo a tu hijo único, nuestro Señor Jesucristo, ungiéndolo con oleo de alegría, para que ofreciéndose a sí mismo como víctima perfecta y pacificadora sobre el ara de la cruz, consumara el misterio de la redención eterna, y sometiendo a su poder la creación entera, entregara a tu majestad infinita un reino eterno y universal, el reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz. Si Dios es amor, el reinado de Jesús tiene que consistir en vivir totalmente inundado por el amor del Padre y ofrecer a la humanidad la posibilidad de vivir en el amor. Se vive en el reino de Cristo cuando el amor domina en el corazón de una persona.
La 2ª lectura invita a dar gracias al Padre porque nos ha trasladado del reino del pecado que conduce a la muerte al reino de su Hijo querido, reino de gracia que conduce a la plenitud de la vida. Al final del año litúrgico la Iglesia nos recuerda nuestra situación en el reino de Jesús, invitándonos a dar gracias por todo lo recibido y a continuar trabajando para que en nuestra vida reine un amor, que se traduzca en obras propias del reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz.
La fiesta de hoy, por una parte, invita a echar una mirada optimista sobre la historia; a pesar de todos los males presentes, el mundo camina hacia una meta de salvación en que reinará plenamente el amor. Por otra, urge a renovar el compromiso de vida filial y fraternal para mantenerse dentro del Reino, pues al final seremos examinados precisamente de vida filial y fraternal, de amor (Mt 25,31-46).
En la Eucaristía damos gracias a Dios Padre que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido. Y además pedimos ayuda para mantenernos en las exigencias de este reino.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“El amor no consiste en sentir que uno ama, sino en querer amar”.
Carlos de Foucauld
lunes, 18 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Si nos mantenemos al lado de Nuestra Señora, ella nos dará su espíritu de confianza amorosa, de abandono total y de alegría”
Madre Teresa de Calcuta
domingo, 17 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Llegué a pensar que llevar una vida religiosa significaría dejar de lado todo lo terreno y vivir teniendo el pensamiento única y exclusivamente en cosas divinas”.
Edith Stein
sábado, 16 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros”.
s. Teresa de Jesús
viernes, 15 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Y después que el Señor me dio hermanos, nadie me enseñaba qué debería hacer, sino que el Altísimo mismo me reveló que debería vivir según la forma del santo Evangelio.
s. Francisco de Asís
jueves, 14 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Cualquier cosa que comprendieres con tu mente, no es Él. Si fuera Él, no podría ser comprendido. Mas para que lo saborees un poco, Dios es amor”.
s. Agustín de Hipona
miércoles, 13 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
Está hablando de los efectos de la comunión: “Se da mayor gracia, la comenzada se aumenta, la fe y la esperanza cobran fuerzas, la caridad se acrecienta”
s. Juan de Ávila
martes, 12 de noviembre de 2013
DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Día de la Iglesia Diocesana
Hoy se nos recuerda la importancia de la Iglesia Diocesana en un contexto litúrgico en que la palabra de Dios en el Evangelio nos ofrece una perspectiva del presente y futuro de la historia de la salvación, de la que todos nosotros formamos parte. La visión que ofrece se resume en tres datos: peligro de engaños, persecuciones, juicio de Dios sobre la historia.
El discípulo debe andar con los ojos bien abiertos ante el peligro de falsos salvadores que ofrecen salvaciones diferentes y contrarias a la de Jesús. Es una realidad que ha tenido amplio cumplimiento en la historia pasada y sigue presente en la actualidad bajo forma de comunismo materialista, capitalismo liberal, ideología de género y materialismo hedonista, rebeliones armadas, sectas, secularismo... Andar vigilante implica, por una parte, conocer bien la originalidad del mensaje de Jesús para mantenerse firmes en él, y por otra, espíritu crítico que sepa discernir el trigo de la paja, pues todas las salvaciones alternativas suelen venir envueltas en ropajes positivos y atractivos como lobos con piel de oveja. Muchos movimientos y corrientes actuales tienen elementos positivos, pero también otros incompatibles con el cristianismo. El discernimiento evitará rechazo o aceptación total acrítica y ayudará a asimilar lo positivo. Para ayudar en esta tarea están el magisterio autorizado de la Iglesia y los verdaderos profetas que suscita el Espíritu.
La segunda característica de la vida cristiana es la persecución, que reviste muchas formas: cruenta o simplemente ambiental por medio de prensa, radio y TV, parcial o general... Ante este hecho Jesús enseña, primero, que es una realidad normal de la vida cristiana, por lo que no hay que maravillarse. Si le persiguieron y mataron a él, también lo harán con sus discípulos. Lo que tiene que extrañar al cristiano es el no ser perseguido: Bienaventurados cuando, aborreciéndoos los hombres, os excomulguen y maldigan... alegraos... pues vuestra recompensa será grande en el cielo.. pero¡Ay cuando todos los hombres hablaren bien de vosotros, porque así hicieron sus padres con los falsos profetas (Lc 6,22-23.26). En segundo lugar enseña que hay que afrontar esta situación como testigos con la ayuda del Espíritu, siempre prontos para dar razón de vuestra esperanza, con mansedumbre y respeto y en buena conciencia (1 Pe 3,16). Finalmente nos dice Jesús que esto exige una buena dosis de aguante y paciencia para mantenerse fiel y compartir el triunfo de Cristo.
Ambas dificultades las presenta Jesús en el contexto del juicio final de Dios sobre la historia (1ª lectura) que se concretará en su parusía, en la que compartirá su gloria con los que han compartido sus dificultades.
En este contexto está clara la necesidad de vivir integrados en la comunidad cristiana. Lo primero que hizo Jesús en su ministerio público fue elegir los Doce como signo de la nueva familia que quería crear, en la que recibimos la salvación y constante ayuda mutua por medio de la palabra de Dios, los sacramentos y el acompañamiento mutuo. El cristiano no puede caminar solo y su familia eclesial natural es su parroquia integrada en una Iglesia Diocesana presidida por el Obispo diocesano. Hoy se nos invita a tomar conciencia de esta realidad y de la obligación que tenemos de sentirnos Iglesia y de apoyarla en sus necesidades para que siga realizando su misión.
En cada misa dominical nos reunimos como integrantes de la Iglesia Diocesana. Son muchas celebraciones, pero todas unidas espiritualmente pues todos tenemos un solo Señor, formamos un solo cuerpo y tenemos una misma misión. En ella todos nos unimos estrechamente en la comunión del mismo Señor.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“En cierto sentido, María practicó su fe eucarística antes incluso de que esta fuese instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios. La Eucaristía. mientras remite a la pasión y a la resurrección, está al mismo tiempo en continuidad con la Encarnación”.
Juan Pablo II
lunes, 11 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
Carlos de Foucauld
domingo, 10 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Tengo sed de vosotros, de ti. Es como si nos dijese a cada uno: Ven a mí y te llenaré el corazón. Te curaré las heridas. Haré de ti una criatura nueva. Te daré la paz, aunque tengas que pasar por mil tormentos. Solo tengo sed de ti. No dudes nunca de mi gracia, de mi deseo de perdonarte, de bendecirte, de vivir mi vida contigo cada día”.
Madre Teresa de Calcuta
sábado, 9 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“¡Cómo no abismarse en tu grandeza, en tu misericordia, que habita en el hombre y le sostiene! Tú perdonas lo que el hombre no concibe perdonar. Tú olvidas las ingratitudes. Tú tienes tus complacencias entre los hijos de Adán, aunque estos hijos no te quieran y, sin embargo, Señor, no te quejas, y aun miras sonriente a los que te clavan en la cruz. ¡Qué ejemplo tan admirable! Tú nos enseñas y nosotros no queremos aprender… ¡Qué bueno sois, Señor!
El Hermano Rafael
viernes, 8 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
Edith Stein
jueves, 7 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
miércoles, 6 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Me agrada que enseñes sagrada teología a los hermanos, con tal que, en el estudio de la misma, no apagues el espíritu de oración y devoción, como se mantiene en la Regla”.
s. Francisco de Asís
DOMINGO XXXII DEL TIEMPO ORDINARIO
Jesús nos ha regalado una gran esperanza, la resurrección.
En la segunda lectura san Pablo nos desea «que Dios nuestro Padre y Jesucristo nuestro Señor -que nos ha amado tanto y nos ha regalado un consuelo permanente y una gran esperanza- os consuele internamente y os dé fuerza para toda clase de palabras y de obras buenas». La esperanza de la meta hacia la que caminamos tiene que dinamizar toda nuestra vida. La primera lectura y el Evangelio nos precisan que esta esperanza es nuestra resurrección, es decir, la salvación plena, total y definitiva. Por esta esperanza murieron los israelitas que hemos oído en la primera lectura, que supieron afrontar y relativizar los sufrimientos presentes, confiados en el poder de Dios que los sostendría y les devolvería la vida.
Los cristianos tenemos que ser conscientes del don que hemos recibido para vivirlo con alegría. Es una suerte ser cristianos. Esto es estar evangelizados. Todos deseamos y buscamos felicidad, gozar, realizarnos plenamente. En la calle domina una oferta que sitúa la salvación en tener, dominar, placer de todo tipo, ser admirados... Jesús, por una parte, critica y relativiza esas metas y, por otra, ofrece la verdadera salvación, que es radical, plena y total. Primero porque comienza por la raíz de la persona, por su corazón, con el perdón de los pecados y la transformación del corazón de piedra en corazón de carne, sensible a Dios y a los hombres. En segundo lugar, porque concede la posibilidad de resucitar, superando la muerte y transformando la vida actual en vida eterna, cosa imposible para las salvaciones paganas, que no afrontan con realismo el enigma de la muerte.
Resucitar es seguir viviendo, no con la vida limitada y frágil que tenemos en este mundo, sino participando la vida de Dios, plena, ilimitada, gozosa. Dios transformará y divinizará todo lo positivo de nuestra personalidad y eliminará todo lo negativo. Será vivir en plenitud de felicidad, ni el ojo vio ni el oído oyó lo que Dios tiene reservado a los que lo aman (Is 64.4; 52,15; 1 Cor 2,9). Jesús compara esta situación con un banquete, dónde hay felicidad y mutuo compartir. Dentro de una cosmovisión evolucionista, la resurrección es la plenitud de evolución a la que aspira el ser humano, pero no por fuerza propia sino por el poder de Dios. La máxima meta a que puede aspirar el ser humano.
Todo esto es posible por la resurrección de Jesús,primogénito de entre los muertos (1 Cor 15,20; Col 1,18). Por el bautismo el hombre se une a su muerte, recibe un corazón nuevo y comienza una vida nueva (Rom 6,3-4). Y si persevera en ella, viviendo para Dios y los hermanos, el mismo Espíritu que resucitó a Jesús, resucitará al creyente (Rom 8,11). Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre (Jn 11,25-26).
La Eucaristía es presencia del futuro en Cristo resucitado, y alimento y garantía para conseguirlo: El que come mi carne y bebe mi sangre, está en mí y yo en él. Así como me envió mi Padre el viviente, y yo vivo por mi Padre, así también el que me come, vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo, no como el pan que comieron los padres y murieron; el que come este pan vivirá para siempre (Jn 6, 56-58).
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería
martes, 5 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Ante todo se nos debía convencer del gran amor que Dios nos tiene, para no dejarnos prender en la desesperación sin atrevernos a subir hacia él”.
s. Agustín de Hipona
domingo, 3 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Encerró Dios en ese Sacramento santísimo todas sus maravillas pasadas… Pues aquí en el sacramento hallaréis todo eso que hace ya tantos años que pasó; pues ésa es la virtud que tiene ese santísimo Sacramento”.
s. Juan de Ávila
sábado, 2 de noviembre de 2013
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
“Puesto que la Eucaristía es misterio de fe que supera de tal manera nuestro entendimiento que nos obliga al más puro abandono a la palabra de Dios, nadie como María puede ser apoyo y guía en una actitud como ésta”.
Juan Pablo II
DOMINGO XXXI DEL TIEMPO ORDINARIO
Buscar la gloria de Dios
En la segunda lectura san Pablo nos desea que glorifiquemos con nuestra vida a Dios y que Dios nos glorifique: Que Cristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él. Vivir buscando la gloria de Dios es el mejor modo de conseguir la propia gloria. Y en este contexto la primera lectura nos habla del amor de Dios a sus criaturas, que se revela en Jesús, buen pastor, que busca lo que estaba perdido para salvarlo.
El deseo de la propia gloria está enraizado en la naturaleza humana. Todos desean triunfar, ver reconocido su triunfo por todos y verse así plenamente realizados. El deseo es bueno e impulsa a las personas a luchar por conseguirlo, el problema es la meta deseada y el modo y camino que se elige para hacerla realidad: el esfuerzo del deportista por obtener la medalla, el esfuerzo del estudiante por conseguir el título y el trabajo que desea, el trabajo del comerciante por triunfar en su negocio, el deseo de ser plenamente feliz en el matrimonio... Son muchas las metas y los caminos, unos legítimos, otros no tanto.
Pablo nos habla de una gloria superior que nos da Dios, gloria imperecedera, al contrario de las humanas, que perecen: Los atletas se privan de todo; y eso ¡por una corona corruptible!; nosotros, en cambio, por una incorruptible (1 Cor 9,23). El medio para ella es buscar la gloria de Dios. Para eso contamos con la ayuda divina.
Gloria de Dios suena a egoísmo divino, como la pretensión divina que impone a la humanidad que le alabe. Y sin embargo no tiene nada que ver con eso. En la experiencia humana alabar suele ser una consecuencia de un favor recibido. Se alaba o glorifica a una persona, por ejemplo, al médico, cuando uno ha recibido la curación y alaba y agradece su actuación. Glorificar a Dios implica sentirse salvado, reconocer su amor misericordioso y, como consecuencia, desear vivir agradándole, haciendo su voluntad, lo cual a su vez revierte en nuestra bien, pues el deseo de Dios es nuestra vida plenamente realizada.
Dios es amor y padre de todos. Por ello, como buen padre, su gloria es el bien de todos sus hijos. Para que lo consigamos libremente nos ilumina con su palabra y nos fortalece con su gracia. Su gran deseo es que colaboremos y consigamos la meta que él quiere para nosotros. Es algo parecido al padre humano que ofrece todos los medios a su hijo para que estudie y consiga un porvenir. Por eso la gloria de Dios es la gloria del hombre, como la gloria de un padre humano es el triunfo de su hijo. Como consecuencia buscar la gloria de Dios es el mejor camino para conseguir la gloria que deseamos. Lo mejor que podemos desear es la meta que nos ofrece Dios padre, compartir su gloria en un mundo nuevo sin dolor ni muerte, en comunión con todos sus hijos.
Es una meta cuyo deseo el Padre ha sembrado, pues todos deseamos una felicidad infinita. La 1ª lectura nos lo recuerda, Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado. Igualmente el Evangelio muestra a Jesús, el enviado del Padre, buscando la oveja perdida. ¿Qué hambre de felicidad impulsa al rico Zaqueo a buscar a Jesús y, una vez encontrado por él, a desprenderse de sus bienes?
En la Eucaristía Jesús sale a nuestro encuentro y nos invita a vivir buscando la gloria de Dios, como medio de alcanzar nuestra propia gloria.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería
viernes, 1 de noviembre de 2013
La vocación de todos a la santidad
La interpretación que la Iglesia le da a la fiesta puede ser doble. Por una parte celebramos conjuntamente a todos los Santos, cuya ejemplaridad propone la Iglesia y reconoce en la larga lista de los Santorales. Por otra parte, recordamos en esta solemnidad que es como un monumento a todos los Santos anónimos, conocidos y desconocidos, a todos los habitantes de la gloria. ¡Feliz esperanza para todos!
REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE
Carlos de Foucauld