LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


lunes, 30 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Alcánzanos la gracia de la fe, de la esperanza y de la caridad, para que también nosotros, como tú, sepamos perseverar bajo la cruz hasta el último suspiro". 
                          Juan Pablo II

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Dios mío, tú nos presentas un ancla a la que podamos atar nuestra alegría, y atarla de tal modo que nada nos la pueda arrebatar: esta ancla es la alegría de tu felicidad".
                                   Carlos de Foucauld

domingo, 29 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"El fruto del silencio es la oración; 
el fruto de la oración es la fe;
el fruto de la fe es el amor;
el fruto del amor es el servicio;
el fruto del servicio es la paz".
               Madre Teresa de Calcuta

sábado, 28 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Estoy convencido, el que busca a Dios le encuentra... Yo pertenezco a Dios, mi fin es Dios, y Él es el único que puede llenarme por completo".
                                          El hermano Rafael

viernes, 27 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"No llegaremos jamás al conocimiento perfecto de nosotros  si no aprendemos también a conocer a Dios".
                                      Edith Stein

jueves, 26 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"... que no es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama". 
                                          s. Teresa de Jesús

miércoles, 25 de septiembre de 2013

DOMINGO XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO


Guarda el Mandamiento sin mancha ni reproche
            Pablo le pide a Timoteo que sea fiel al mandamiento recibido, es decir a todo lo que ha recibido de él y que debe trasmitir a los demás y velar para que se mantenga sin mancha ni reproche. En otro lugar de la misma carta se lo resume diciendo: Timoteo, guarda el depósito    (1 Tim 6,20).
         Estos consejos reflejan la gran preocupación de la Iglesia a finales del siglo primero, en que las comunidades cristianas se van multiplicando y aparecen nuevos problemas que hay que iluminar a la luz de la fe: ¿es legítima la evolución en la doctrina y en la organización? De hecho se estaba dando evolución en ambos sentidos, pero no de forma homogénea, sino heterogénea, pues junto con desarrollos aceptables aparecen puntos de vista que parecen no encajar con la fe recibida, creando cierta confusión en los fieles. Esto plantea el interrogante: si es legítima la evolución, ¿quién garantiza que es legítima y no deformación de la fe recibida? ¿Quién separa el trigo de la paja? Pablo responde: nosotros los apóstoles. Por ello escribe esta carta a Timoteo, su discípulo, a quien dejó como responsable de la iglesia de Éfeso, recordándole la obligación que tiene de velar para que no se deforme el depósito recibido. Los responsables de la comunidad (en esta carta representados por Timoteo) han de velar para que la evolución necesaria mantengan la sustancia de la fe. Todas las cartas de san Pablo están inspiradas y contienen la palabra de Dios, unas insisten más en los contenidos de la fe y su vivencia, otras en la defensa y custodia de esta fe, pero ambas facetas son necesarias y queridas por Dios.
         Lo que entonces sucedió, sigue sucediendo en la Iglesia actual, como puede verse por las diferentes maneras de recibir el Vaticano II. Por otra parte, no son pocas las voces que acusan a la Iglesia de no modernizarse ni ponerse al día. Pero ¿qué se quiere decir con modernizarse? Si se quiere decir que hay que presentar la sustancia de la fe de forma más acorde con la forma de pensar del hombre de hoy de forma que ilumine sus problemas, vale. Si esto implica deformar la sustancia del Evangelio, de ninguna forma.
         La fe cristiana es un depósito que recoge todo lo que Dios ha hecho por la humanidad: ha enviado a su Hijo, Jesús nos revelado al Padre y ha comenzado el reino de Dios. Muriendo y resucitando nos ha traído la salvación. Por el bautismo nos unimos a él y formamos su cuerpo, la Iglesia... En el Credo la Iglesia ha resumido este contenido, que hemos de creer y vivir. Procede de Jesús y es inalterable. Por medio de los Doce Apóstoles el Espíritu Santo lo hizo vida en la comunidad primitiva y desde entonces se transmite íntegro hasta nuestros días. Es la Tradición viva de la Iglesia, que vivimos los cristianos de todos los tiempos. Este depósito hay que vivirlo, transmitirlo y guardarlo sin deformaciones. Las tres cosas a la vez. Tan necesaria es una pastoral de evangelización como de crecimiento y conservación. La paternidad eclesial, lo mismo que la humana, es responsable y no abandona al recién nacido, sino que lo cuida en su crecimiento y lo defiende de lo que amenaza su vida.
         Primera tarea de la Iglesia es vivirlo. La Iglesia es antes que nada un grupo viviente, que encarna todo lo que Jesús ha enseñado. Sin esto no tienen sentido las demás facetas. Por eso tiene que ser la primera preocupación de los cristianos valorar y vivir la fe recibida.
         Segundo es transmitirlo. La misión es consustancial con el cristiano, llamado a ser luz, sal y testigo de la fe. Hoy urge la “conversión misionera” o toma de conciencia de que la tarea fundamental de cada cristiano es transmitir su fe y que se traduce en  valorar todas sus acciones en función de la capacidad que tenga de transmitir la fe.
         Tercero es custodiarlo para que no se deforme. Esta faceta es poco valorada por muchos cristianos, sin embargo es una tarea que ha ejercido siempre la Iglesia a lo largo de todos los siglos. En la transmisión de la fe no hay “libertad de cátedra”, pues se trata de transmitir la obra salvífica de Jesús, que no puede cambiar. Puede haber libertad de exposición y presentación en una u otra cultura, procurando siempre mantener íntegra su sustancia. El misionero ha de actuar como siervo de la palabra, no como señor de ella, que se permite hasta deformarla. Servirla es procurar conocerla bien y presentarla con el lenguaje más apropiado con la cultura del oyente, pero no deformarla, pues ya no sería el “depósito” salvador que nos ha entregado Jesús y por ello sería una ideología que no salva. A veces se espera del papa o del obispo que cambie aspectos molestos de la vida cristiana. Es una esperanza legítima si se trata de iluminar mejor una realidad para vivirla mejor, pero no se pretende eliminar una realidad que viene de Jesús. Se puede criticar si tal o cual forma de vigilar la fidelidad al depósito ha sido o es actualmente la más adecuada, pero lo que no se puede negar es la obligación que tienen los sucesores de los apóstoles de velar por la integridad al depósito entregado por Jesús.
         La Eucaristía es el corazón del depósito recibido. En ella celebramos el amor del Padre que nos entrega a su Hijo y nuestra respuesta entregando nuestra vida al Padre por medio de Jesús. En ella tenemos que agradecer la fe recibida y pedir fuerzas para transmitirla y conservarla y defenderla adecuadamente.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Tú eres trino y uno, Señor Dios de los dioses; tú eres el bien, todo bien, sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero. Tú eres amor, caridad; tú eres sabiduría, tú eres humildad, tú eres paciencia, tú eres belleza, tú eres mansedumbre..."
                                                        s. Francisco de Asís

lunes, 23 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"En esta vida, toda tentación es una lucha entre dos amores: el amor del mundo y amor de Dios;  el que venza de los dos atrae hacia sí, como por gravedad a su amante. A Dios llegamos con el afecto, no con alas o con los pies...".
                          s. Agustín

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Cuando yo, mi buen Jesús, veo cómo de tu costado sale el hierro de la lanza, esa lanza es una saeta de amor que traspasa, y de tal manera hiere mi corazón, que no deja en él nada que penetre".
                                        s. Juan de Ávila

domingo, 22 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Soy todo tuyo,
y todo lo mío te pertenece.
Te recibo como todo mi bien.
Dame tu corazón".
           Juan Pablo II


viernes, 20 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"En cuanto que creí que había un Dios, comprendí que no podía hacer otra cosa que vivir sólo por Él: mi vocación religiosa data del mismo momento que mi fe: ¡Dios es tan grande! ¡Hay tal diferencia entre Dios y todo lo que no es Él!".
                                  Carlos de Foucauld

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Sé feliz de orar... Trata de orar y esfuérzate por hacerlo a menudo a lo largo del día. La oración nos ensancha el corazón hasta hacerlo capaz de contener el don de Dios y a Dios mismo".
                    Madre Teresa de Calcuta

miércoles, 18 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Por eso la primera morada, en la que se entra por la puerta de la oración, es la morada del conocimiento de uno mismo. Conocimiento de Dios y conocimiento de sí se sostienen mutuamente. Por el conocimiento de nosotros mismos nos acercamos a Dios".
                    Edith Stein

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Yo pertenezco a Dios, mi fin es Dios, y Él es el único que puede llenarme por completo".
                El hermano Rafael

martes, 17 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Haz de nosotros, Señor Dios, personas que viven de la fe. Desarrolla lo que sembraste en nosotros el día de nuestro bautismo, para que pongamos todas nuestras fuerzas en servirte, sin esperar recompensa. ¿No está nuestra alegría en ser servidores de Jesucristo?
                              s. Agustín

DOMINGO XXV DEL TIEMPO ORDINARIO


Dios quiere que todos los hombres se salven
         San Pablo en la 2ª lectura nos invita a apreciar la fe recibida y a darla a conocer a los demás. Es fundamental apreciar lo que tenemos, pues cuando se aprecia una realidad, espontáneamente tendemos a compartirla con alegría. Es la moraleja de la parábola del tesoro escondido (Mt 13,44): cuando se descubre el tesoro, es tanta la alegría que se hace lo que sea necesario para poseerlo.
         Primero es valorar el Evangelio como alegre noticia que nos salva: que Dios es nuestro Padre misericordioso, que ha enviado a su Hijo para salvarnos, haciéndonos hijos suyos;  que los cristianos formamos una gran familia de hijos de Dios, comprada por Jesucristo nuestro hermano mayor. Él camina con nosotros a la cabeza de una caravana, que ya ha llegado con él a la meta, en la que quiere que compartamos su alegría y felicidad. Para ello nos ofrece todo tipo de medios, nos da su Espíritu que nos capacita para vivir como hijos de Dios y nos alimenta con la palabra y con los sacramentos. En esta Eucaristía, por ejemplo, nos recuerda que los bienes son provisionales y que tenemos que usarlos de forma que nos rindan en el futuro. Sin nada nacimos, sin nada moriremos, pero mientras tenemos los bienes, hay que usarlos de forma que nos sirvas para el futuro, lo que implica usarlos como medios y con una finalidad social. Por otra parte, nos alimenta ahora con la Eucaristía y nos alienta con la compañía de los hermanos.
         Pero Dios no obliga a nadie a ser su hijo, porque quiere que lo aceptemos y amemos libremente. Tenemos que dar gracias a Dios porque lo hemos aceptado y vamos caminando unidos y arropados mutuamente hacia una meta que vale la pena. Tenemos sufrimientos y problemas, como todos los humanos, pero todo adquiere un nuevo color cuando se vive una vida con sentido.
         Este don que hemos recibido está destinado a toda la humanidad. San Pablo lo razona: porque hay un solo Dios, padre misericordioso de todos  que quiere que todos participen de su gloria; porque para ello murió y resucitó por todos Jesucristo, su Hijo, único mediador. A veces nos preguntamos: si Dios quiere realizar este plan salvador, tan acorde con su naturaleza, ¿quién se lo impide? ¿Qué necesidad tiene de nuestra oración? Tiene necesidad en cuanto que quiere que la salvación sea obra de la solidaridad humana. Dios ha creado una humanidad autónoma y respeta la libertad que él le ha dado. Cuando la humanidad pecó, no intervino directamente sino que  envío a su Hijo que se hizo hombre y, en cuanto tal, tenía voz y voto en la humanidad. Dios no quiere salvar a los hombres sin la colaboración humana. De aquí la responsabilidad que tenemos los cristianos de dar a conocer el plan de Dios. Cristiano y misionero se identifican. Por eso se nos pide la oración por la conversión de todos los hombres y, junto a ella, un talante misionero que se debe concretar en acciones concretas según el tiempo y lugar.
         Al comienzo de un nuevo curso no solo hay que programar hacia dentro de la comunidad  sino también hacia fuera. Los grupos cristianos tienen el peligro de encerrarse en sí mismos, olvidando su misión de ser fermento misionero.  El papa Benedicto ha impulsado la creación de “foros de los gentiles” donde se ofrezca una plataforma a las personas que no tienen fe. Por su parte, el papa Francisco ha recordado insistentemente en la última JMJ la necesidad de una “conversión misionera”, que se traduce en salir a la calle. En la Iglesia tenemos el peligro de cuidar y superproteger a la oveja que tenemos dentro y olvidarnos de las 99 que están fuera.

Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería

lunes, 16 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Seguir a Cristo es tomarle como nuestro modelo, recibir alimento de su gracia y dejar que sólo él sea la recompensa de nuestros pecados". 
                  s. Clemente de Alejandría

domingo, 15 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Cuando el ser humano es bueno, es bueno por Dios y no puede serlo por sí mismo. Para poder ser buenos tenemos que recibir y retener lo que nos da el que de suyo es bueno".
                                s. Agustín

sábado, 14 de septiembre de 2013

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO


Dios padre ama y perdona a sus hijos
         El perdón divino es el tema de las tres lecturas, en la primera Dios perdona a Israel por intercesión de Moisés, en la segunda Pablo se presenta como pecador perdonado, en la tercera las tres parábolas de la misericordia coinciden en presentar a Dios como el que perdona con alegría.
         Un padre de familia quiere a sus hijos, les desea lo mejor y les ofrece los medios adecuados. Si un hijo ya mayor va por caminos torcidos (droga...), tendrá que respetar su libertad, pero no estará de acuerdo con el camino errado y hará lo que esté de su parte para hacer que lo deje; sufrirá por la situación negativa y no por un capricho sino porque su hijo se está destruyendo. Y si el hijo deja el camino negativo, gozará enormemente toda la familia... Si esto sucede a los padres terrenos, infinitamente más a Dios.  
         Dios es amor, fuerza infinita de entrega para hacerlos partícipes de su felicidad. Lo único que “sabe hacer” es amar. Por ello se ha revelado como padre, el que da la vida a la humanidad, la cuida, desea que se desarrolle y comparta su felicidad. Y no se ha contentado con darnos la vida humana y hacernos seres supremos de la creación, dotados de inteligencia y voluntad, sino que ha querido elevarnos a participar de una manera especial su vida divina, haciéndonos hijos suyos, partícipes de la filiación de su Hijo, Jesús. Pero este último paso no nos lo ha impuesto, sino ofrecido, porque implica amor y el amor libertad. El amor solo es posible cuando es libre.  Dios ofrece a los pobres mortales hacerlos hijos suyos, estableciendo con ellos una relación de amor, paterno-filial, con la que podrán superar la mortalidad y compartir la felicidad divina. Hay personas que aceptan libremente ser hijos de Dios, hay quiénes lo rechazan; entre los que aceptan hay quiénes son fieles, hay quienes son infieles. Como Dios padre es amor, quiere que todos acepten y sale constantemente a nuestro encuentro buscando que respondamos. Y esto lo hace especialmente con el hijo pecador. Respeta la libertad del hijo menor de la parábola, deja que abandone la casa y se pierda, pero nunca lo olvida y lo espera constantemente. Por ello, cuando regresa, se le conmueven las entrañas y lo acoge, le devuelve sus vestidos propios de hijo y le pone el anillo que lo identifica como miembro de su familia. Nunca dejó de mirar al pecador como hijo y su regreso es causa de una gran alegría. La alegría humana es un reflejo de la alegría divina, expresión de infinito bienestar. Dios nos ama y se alegra cuando volvemos a él, amándolo como padre.
         Por otra parte el pecador. Necesitamos evangelizar el concepto de  pecado. Pecado no es una prohibición, fruto de un capricho o arbitrariedad divina. Una acción es pecaminosa porque destruye la vida filial. Cuando nacemos cortan el cordón umbilical que nos une a nuestra madre, pero cuando nacemos a la vida filial divina ese cordón no se puede cortar, pues la vida divina es dinámica, constantemente fluye de Dios a nosotros. Pero hay acciones que lo pueden romper. Es lo que llamamos pecado mortal, porque mata en nosotros la vida divina; otras acciones, pecados veniales, son como el colesterol, que no rompen el cordón umbilical, pero lo estrechan con lo que disminuye el flujo de sangre y languidece la vida filial y fraternal. En ambos casos se habla de pecado porque es un daño que nos hacemos. Por ello, cuando Dios nos invita a la conversión, es porque nos estamos haciendo daño y quiere para nosotros la plenitud de la vida. La invitación a la conversión es una invitación a la vida y a la alegría.
         Finalmente tenemos el hermano mayor, que siempre ha estado en la casa y ha hecho lo que el Padre le ha mandado, pero se niega a reconocer al pecador como hermano y a compartir el banquete de su regreso. Es verdad que ha hecho lo que el padre le ha mandado, pero no comparte el corazón del padre y peca contra su hermano, al negarse a reconocerlo como tal. Por ello el padre le recuerda, que a pesar de sus pecados, el menor no ha dejado de ser su hermano y que debe acogerlo como tal compartiendo el banquete. El padre los quiere a todos en casa. Jesús pensaba en los escribas fariseos, que lo criticaban (Lc 15,1-2)  y la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha visto en él a los cristianos intransigentes y puritanos, que se niegan a acoger a sus hermanos pecadores (montanistas, donatistas... y los grupos puritanos actuales tanto conservadores como progresistas). ¿Entra o no entra el mayor al banquete?. La parábola no lo dice. Jesús la deja abierta para que responda cada uno viendo su postura ante el hermano pecador. El único banquete que celebra Dios Padre es el banquete del perdón, porque todos somos pecadores y necesitados de salvación. El menor pecó contra su padre, el mayor contra su hermano. Es más fácil que acuda  el hijo menor que el mayor.
         La Eucaristía es un adelanto sacramental del banquete que ofrece el Padre a todos sus hijos por medio de Jesús. El único ·billete” para entrar y participar es la conversión. Por ello comenzamos reconociendo nuestros pecados contra Dios y contra los hermanos. El Padre nos acoge con alegría, igual que los padres humanos cuando ven a sus hijos sentados en torno a la mesa, creciendo sanos y alegres.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de  Almería

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Por la cruz, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. La cruz es la gloria y exaltación de Cristo".
                       s. Andrés de Creta

miércoles, 11 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Dios es singular en la bondad y no puede perder su privilegio. No es bueno por participar de bien alguno, ya que ese bien con el que Él es bueno no es sino Él mismo... Cuando el ser humano es bueno,  es bueno por Dios y no puede serlo por sí mismo. Para poder ser buenos tenemos que recibir y retener lo que nos da el que de suyo es bueno".
                       s. Agustín

domingo, 8 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Dice Simón: "Maestro, toda la noche hemos estado trabajando, sin haber pescado nada"; porque en realidad el fruto que ha de recogerse por medio de la predicación no depende del esfuerzo humano, sino de Dios. Los que antes nada habían cogido, ahora hacen una gran pesca con la Palabra de Dios.
                     s. Ambrosio

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"¿No os habéis fijado nunca con qué ansias los niños se apoderan del seno de su madre y con qué avidez aplican a él sus labios? Acerquémonos nosotros con el mismo ardor a esta mesa santa, a esta fuente de donde brota una bebida espiritual, con más fuerza todavía que los niños, atraigamos la gracia del Espíritu. Que nuestra única pena sea vernos privados de este alimento divino".
                        s. Juan Crisóstomo

sábado, 7 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Y así como la tierra árida no da fruto si no recibe el agua, así también nosotros, que éramos antes como un leño árido, nunca hubiéramos dado el fruto de vida  sin esta gratuita lluvia de lo alto. Nuestros cuerpos, en efecto, recibieron por el baño bautismal la unidad destinada a la incorrupción, pero muestras almas la recibieron por el Espíritu".
                        s. Ireneo

viernes, 6 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Por esto el Señor prometió que nos enviaría aquel Abogado que nos haría capaces de Dios. Pues, del mismo modo que el trigo seco no puede convertirse en una masa compacta y en un solo pan si antes no es humedecido, así también nosotros, que somos muchos, no podíamos convertirnos en una sola cosa en Cristo Jesús sin ese agua que baja del cielo".
                     s. Ireneo

miércoles, 4 de septiembre de 2013

DOMINGO XXIII DEL TIEMPO ORDINARIO


Jesús, primer valor del cristiano
Estamos en el comienzo de un nuevo curso, una nueva etapa en nuestra vida, y la Iglesia nos invita a preguntarnos a dónde caminamos. No basta con estar caminando, es necesario caminar en la dirección justa para llegar a la meta. Y si la meta es compartir la gloria de Jesús, el camino justo es vivir compartiendo sus valores.
La primera lectura recuerda que para conocer los valores de Jesús necesitamos la luz del Espíritu Santo, pues nuestra mente está muy condicionada por nuestras limitaciones personales físicas y morales, y por el ambiente en que vivimos. Como resultado tenemos tendencia a justificar posturas y actitudes que son contrarias al Evangelio. Hay que pedir al Espíritu Santo vivir en la verdad, que normalmente implicará ir contracorriente, tomar la cruz.
La segunda lectura ofrece un ejemplo concreto de juicio de valores, la visión que tenemos de la persona humana. Onésimo era un esclavo de Filemón, cristiano acomodado de la ciudad de Colosas. Huyó de su dueño y marchó a Éfeso, donde Pablo estaba predicando. Allí oye a Pablo,  se hace cristiano y desea quedarse a su servicio, pero este no lo acepta; quiere que antes arregle su situación y lo envía a su dueño con una carta en que le pide que perdone al huido y lo acoja, no como esclavo sino como hermano en Cristo. Realmente a la luz del Evangelio todos somos iguales, hijos de Dios y hermanos entre nosotros. Ser cristiano es vivir esta realidad con todas sus consecuencias.
Finalmente en el Evangelio Jesús invita a su seguimiento. Ser cristiano es una aventura de amor, conocer, amar y seguir a una persona concreta. Es una relación personal en el amor entre Jesús y su seguidor. Pues bien, esta relación exige realismo para no engañarse. Implica vivir con una categoría clara de valores, en la que Jesús es el primero que hay que anteponer a todos los demás, entre los que se nombran los más cercanos al hombre (su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas) y uno mismo, que es lo que más solemos querer. Mantener esta categoría de valores no es fácil, pues son frecuentes las colisiones entre ellos; por ello el resultado es “llevar la cruz en pos de Jesús”.
Vivimos en un mundo donde reinan los valores de lo “políticamente correcto”, los valores del mercado, las exigencias de la familia y del trabajo ... En este contexto el cristiano tiene que vivir de acuerdo con los valores de Jesús. Por eso los ejemplos del constructor de la torre o del rey que va a la guerra invitan a pararnos y examinar cómo vamos, a dónde caminamos. Y entre todas las dificultades se resalta una, la inquietud por los bienes, lo que explica la invitación de Jesús a renunciar a todos los bienes para ser su discípulo. No se trata de una renuncia efectiva, sino afectiva, como puede verse leyendo todo el evangelio de Lucas. Necesitamos de bienes, que son buenos como creados por Dios, pero como medio y para todos. Una renuncia afectiva implica usarlos de esta forma, como medio y con un uso social.
El salmo responsorial ayuda a la reflexión a la que se nos invita, subrayando el carácter efímero de nuestra existencia y de los bienes, que a veces queremos poner por delante de Jesús. Todo ello pasará y sólo quedará é: «Mil años en tu presencia son un ayer, que pasó, una vela nocturna. Los siembras año por año, como hierba que se renueva; que florece y se renueva por la mañana, y por la tarde la siegan y se seca. Enséñanos a calcular nuestros años, para que adquiramos un corazón sensato ».En la celebración de la Eucaristía  renovamos nuestro compromiso de amistad personal con Jesús dentro de su familia eclesial; en ella le damos gracias por su amistad y le pedimos que él sea nuestro primer valor.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Hermanos, perseguid el amor, el dulce y saludable vínculo de las mentes sin el que el rico es pobre y con el que el pobre es rico. El amor da resistencia en las adversidades y moderación en la prosperidad; es fuerte en las pruebas duras, alegre en las buenas obras, confiado en la tentación, generoso en la hospitalidad, alegre entre los verdaderos hermanos, pacientísimo entre los falsos".
                s. Agustín

martes, 3 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"¡Ojalá no vengan a faltar buenos pastores! Lejos de nosotros que falten, y lejos de la misericordia divina el no hacerlos surgir y constituirlos. Es cierto que allí donde hay buenas ovejas hay también buenos pastores: en efecto, de las buenas ovejas salen los buenos pastores".       
                 s. Agustín

lunes, 2 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"¿Acaso el que primero te buscó, cuando lo despreciabas en vez de buscarlo, te despreciará, oveja, si lo buscas? Comienza, pues, a buscar a quien primero te buscó y te llevó sobre sus hombros. Haz que se realice su palabra: las ovejas que me pertenecen escucharán mi voz y me siguen".
                      s. Agustín

domingo, 1 de septiembre de 2013

REFLEXIONA EN EL AÑO DE LA FE

"Que él ilumine también con su luz la mente de los que gobiernan las naciones, para que, al mismo tiempo que les procuran una digna prosperidad, aseguren a sus compatriotas el don hermosísimo de la paz".
                        Juan XXIII