A propósito de la Eucaristía, Edith Stein recupera ese tema del que ya se ha hablado a menudo: la estancia, la morada, la proximidad. Dios ha venido y se ha quedado en la tierra. Evidentemente es una historia de amor. Jesús ha desposado a la tierra definitivamente y le es fiel hasta la humillación; permanece con ella, zozobra con ella cuando ella pierde pie, no abandona el barco en los naufragios.
El amor de nuestro Dios es un amor conyugal y paterno: no podíamos quedarnos solos o huérfanos ante la terrible y larga espera del reencuentro. Después de haberte hecho hombre, era preciso que te siguieses entregando, que levantases tu tienda entre nosotros. Tú eres el Dios que quiere habitar entre los hombres, porque los tiempos futuros, incluso con el Consolador, siguen siendo demasiado para la debilidad de los hijos.
Como la imaginación de Dios tiene la medida de su amor, te hiciste carne de la carne de los hombres, alimento y bebida cotidianos, que transforman y divinizan la vida, la pequeña vida del hombre, convertida por fin en "historia sagrada".
Los frutos de la tierra, llenos de vida, se convierten en su cuerpo y su sangre. Los elementos necesarios para la vida son transformados sustancialmente, si los reciben en la fe, los hombres son a su vez transformados: se encuentran sumergidos en la vida de Cristo y llenos de su divina vida (La oración de la Iglesia, 1: Cf. Obras selectas, p. 395).
La transformación de la Eucarística es el orden de la dilatación: invadidos por el Espíritu, nos sentimos menos estrechos en nuestros límites humanos, en nuestras preocupaciones, alegrías e inquietudes. La Eucaristía es la fuerza de Dios que nos hace vivir la vida de Dios, la caridad, la comunión trinitaria. El amor sólo es personal. La inmensidad de Dios está hecha de una infinidad de fidelidades personales, de una infinidad de cuidados, de una infinidad de donaciones a cada criatura. En la vida eucarística de cada particularidad es llevada a su sentido propio, cada detalle encuentra su significación, cada persona redescubre su unicidad en Dios.
15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del undécimo día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario