Comprendía el sentido místico del lavatorio de los pies: quien se acerca a la mesa santa debe estar completamente puro, pero sólo su gracia puede conceder esta pureza. ¡Oh , Madre: enséñanos a recibir el cuerpo del Señor como tú lo has recibido! (Jueves Santo 14 abril, "María en la última cena", 10/21-IV-1938, Retiro de preparación a los santos votos perpetuos).
Pues para Edith Stein la mujer encarna en verdad una "idea" de Dios sobre la humanidad. Lo único que importa es que cada persona, hombre o mujer, adulto o niño, trabajador manual o intelectual, realice en sí mismo el proyecto de Dios sobre él.
María es la madre, la morada de Dios y de los hombres. Es sencilla, incluso elemental en su amor concreto: tiene asguizado el sentido de las cosas pequeñas, quizá minúsculas, pero nunca mezquinas, como el pan y el vino. Es discreta pero está atenta; aguarda en el corazón lo que ha llevado dentro: sin duda comprende antes que los demás, pero en silencio.
El silencio o el susurro de María son unas guías preciosas, una fuente abundante y fiel, la brújula que nos lleva al pobre y nos enseña a darle de comer y a cuidarlo. Complemtamente entregada a Dios, es toda de los hombres y anima a acercarse a Dios con sencillez, como niños hambrientos y sonrientes, niños pequeños que han jugado mucho y han corrido mucho y que rompen a reír pidiendo un poco de agua. María es la que nos desevela inmensidad de las cosas pequeñas.
No es un camino al margen del seguimiento de Cristo: el seguimiento de maría incluye el seguimiento de Cristo, porque María es la primera seguidora de Cristo, y la primera y más perfecta imagen de Cristo. Ella tiene, sin embargo, para las mujeres el significado especial de llevarlas de una forma adecuada al modo femenino, a la imagen de Cristo (La mujer, pp. 246-247).
Ella es nuestro modelo de humanidad renovada por Cristo; María, la morada de Dios, es el eslabón que no podía faltar, el vínculo entre el creador y la creación. La mujer es órgano esencial para la maternidad sobrenatrual de la Iglesia...María es el símbolo más perfecto de la Iglesia... (Mujer, p. 397-299).
Por este camino María nos enseña la Eucaristía y nos guía hacia el banquete de bodas. En esto, en su dolor al pie de la cruz, es la madre de la Iglesia: la que une en el nombre de su Hijo, la que une porque lo ha perdido todo. Vacío, la madre de Dios.
15 días con Edith Stein. Michel Dupuis.
Resumen del noveno día.
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