LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


lunes, 27 de agosto de 2012

JESÚS REDIRIGE EL CORAZÓN DE LA PERSONA


Todas las lecturas de este domingo convergen en un mismo tema: la Palabra de Dios siempre es portadora de vida y liberación para el ser humano.  Ahí encuentra su razón de ser la Ley de Israel: es normativa, porque guía al pueblo y le señala el camino de encuentro con el Señor en la vida y en la tierra prometida; porque permite distinguir lo esencial y permanente de lo que es pura tradición humana transitoria. Los hombres han tenido la tentación de añadir y quitar cosas a esa palabra liberadora convirtiéndola en portadora de esclavitud y muerte, olvidando que es Palabra de verdad capaz de salvarnos.

Cómo dicen la carta de Santiago y el Salmo, no debemos a limitarnos a escuchar, sino que hay que llevar el evangelio a la vida por los caminos del amor y el servicio a los demás.

Al empezar Jesús su revolución educa a sus discípulos a lo esencial. Y sus discípulos le siguen. Naturalmente pasan ante los rígidos fariseos como gente no observante. Y al acusar a los discípulos, la crítica va contra Jesús. Los libera de las exageraciones ridículas de una ley humana en materia de prescripciones rituales.

Naturalmente no es cuestión sólo de higiene. Es escrupulosa observancia exterior que tiene como resultado acumular energías en lo ritual y dejar el corazón intacto, sin convertir ni purificar. La pureza exterior tapa la impureza del corazón. Jesús traza en dos principios el sutil engaño en que han caído. Por una parte falta de discernimiento entre las verdaderas leyes de Dios que van al corazón, a lo esencial, que cambian a la persona porque la convierten y las muchas tradiciones humanas que Dios no avala con su autoridad; y que tienen además el inconveniente de abandonar a Dios y quedarse con los preceptos humanos.

Para los judíos no se trataba de un asunto secundario, porque en el contacto lo puro (santo, unido y agradable a Dios) y lo impuro (profano, separado y opuesto a Dios) se ponía en juego la relación con él y con los que forman el pueblo escogido. Por tanto, si los seguidores de Jesús hacen algo que es considerado impuro, significa que están lejos de Dios y excluidos de Israel.

Jesús justifica su actitud cuando recuerda que la interioridad, el corazón, es el que tiene que cambiar: que es lo que viene de dentro, en este caso de un corazón dañado lo que hace impuro al hombre. Una invitación a lavar el corazón más que las ollas, a restregar el corazón sucio con la lejía de la palabra que penetra en las raíces de la suciedad y lavarlo con el agua limpia del amor.

Jesús arremete contra una ritualización sin ética y sin amor. Santiago, por su parte, nos invita a vivir la palabra, a realizar un amor que se traduzca en obras.  Vivir la palabra es fórmula feliz para un cristianismo auténtico. La convivencia cotidiana con Jesús les ha hecho relativizar costumbres y normas que eran muy importantes en la vida judía y a darle importancia a las actitudes interiores.

Somos libres para decir sí o no a vivir la alianza de amor con Dios, compartiendo ese amor con nuestro prójimo, en particular con los más necesitados. Tomar sus enseñanzas como mandatos impuestos es desvirtuar la naturaleza de Dios y la nuestra. Seguir tradiciones o costumbres opuestas a su evangelio es ignorar su mensaje. Es nuestra relación con Dios, nuestra fe, la que nos cambia y nos debe impulsar a compartir lo que experimentamos en esa relación. La moral cristiana nace de la fe en Jesús.

De un corazón purificado por la Palabra puede brotar la oración sincera y una relación con el Padre anclada no en ritos externos, sino en actitudes que nacen de lo más profundo del ser humano.

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