LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


lunes, 10 de septiembre de 2012

DOMINGO XXIV DEL TIEMPO ORDINARIO: LA IMPORTANCIA DE CONFESAR NUESTRA FE


El evangelio de este domingo inicia una intensa instrucción a los discípulos. Jesús ha desvelado poco a poco su verdadero rostro. Es el Mesías. Pero su mesianismo pasa por el sufrimiento y la muerte. Y este camino de cruz hay que recorrerlo. "¿Quien dice la gente que soy yo?".  Si Jesús ha venido a instaurar la perfecta comunicación, está claro que busca reciprocidad en las respuestas. Es hora de que se definan los suyos.

En un mundo como el nuestro en el que crece la increencia y se prefiere el silencio cómplice a la profesión limpia de lo que somos, creemos y confesamos, la pregunta de Jesús nos interpela. Cuando Jesús nos pregunta, ¿quién dices que soy yo? espera que sepamos decirle quién es, porque "lo conocemos a él", no sólo porque "sabemos de él". Naturalmente tenemos que confesar abiertamente nuestra fe. Y tenemos que hacerlo en el cara a cara de la oración que tiene como primer interlocutor a Jesús que nos pregunta acerca de lo que Él es y vale en nuestra vida. 

No nos inventamos nosotros el contenido de la fe sino que lo acogemos; no lo formulamos como más nos gusta sino que aceptamos a Cristo tal como es. No le iba a Pedro lo de un Mesías Crucificado. El bueno de Pedro quiso disuadir a Jesús de malas maneras como si el Maestro le hubiera dado sólo un ataque de pesimismo y viera las cosas negras en un momento de depresión psicológica. El Maestro lo tenía claro. El que no quería aceptar la realidad era el discípulo que se llevó el más grande rapapolvo de su vida. Jesús lo trató de "Satanás", de hombre incapaz de sintonizar con los misteriosos proyectos divinos.

Pedro quiere afrontar su seguimiento desde criterios humanos (Jesús como Mesías vencedor) y no desde las categorías de Dios (muerte en la cruz). Negarse a sí mismo significa dejar de constituirse en centro de todo para abrirse a la voluntad de Dios, dejar de pensar en sí mismos; cargar la cruz es abrazar en todo momento la voluntad salvadora; la cruz es la afirmación de la disponibilidad total a Dios y a los hermanos. Seguir a Cristo es entrar en la lógica de su vida, aceptar la ascesis que concentra las fuerzas en Dios y de las pruebas de Dios que nos salva, rehaciéndonos desde dentro, dilatándonos en amor y en servicio.

Santiago en su carta nos dice que con los actos es como hay que demostrar la fe. El cristiano que lo oye, se siente inmediatamente invitado  a considerar como vive. La fe conceptual no salva; tiene que pasar a lo concreto de la vida. Así pues, la sola posesión del don de la fe no puede salvar; es preciso obrar. La coherencia entre la fe y la vida es la esencia de nuestra fidelidad, aunque haya aspectos doctrinales o de nuestra vida que no comprendamos bien.

En el texto de Isaías está presente el retrato de Jesús anunciando su pasión. Sea lo que fuere el sentido profético del texto, constituye una figura de Cristo sufriente, que el hará real en la cima del martirio, en la cruz. La salvación de Dios se da por medio del amor hasta las últimas consecuencias.

Jesús ha dado un  sentido nuevo al camino del seguimiento. A partir de ahora sabemos, como Pedro, que seguirle no es sólo adherirse a un proyecto, sino sobre todo  identificarse con él llegando, si es preciso hasta la cruz. Como los primeros discípulos tenemos dificultades para comprenderlo y necesitamos que Dios abra nuestros ojos y fortalezca nuestro corazón para seguirlo de verdad, siguiendo sus huellas hasta el final.

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