María, madre de Jesús y de la Iglesia, nos acompaña de la mano por el camino de nuestros interrogantes y de nuestras inquietudes y nos lleva a su Hijo, Palabra de verdad y de amor que se ha hecho carne. Siguiendo el amor maternal de María es como aprendemos lo que es la Eucaristía. Ella fue el primer sagrario del Amor de Dios hecho carne. Juan Pablo II nos dice que María fue Mujer eucarística con toda su vida.
En cierto sentido, María practicó su fe eucarística antes incluso de que ésta fuese instituida, por el hecho mismo de haber ofrecido su seno virginal para la encarnación del Verbo de Dios.
Hay, pues, una analogía profunda entre el fiat pronunciado por María a las palabras del ángel y el amén que cada fiel pronuncia cuando recibe el cuerpo del Señor. El Cuerpo presente en la Eucaristía volvía hasta ella y se hacía alimento para su peregrinar por la tierra al lado de sus nuevos hijos: al lado de Juan y al lado de los demás apóstoles, y ahora, al lado de cada uno de nosotros, que la reconoce como madre más que su madre natural y la acoge en su casa.
A ejemplo del Papa, este deseo de quedarnos con Cristo debemos vivirlo en compañía de María, Madre de Jesús y madre de la Iglesia. La relación de María con Jesús en la Eucaristía es la que existe entre la Madre y el Hijo. La Eucaristía es el Pan de vida, pero es también "remedio de inmortalidad".
Renovados interiormente por la gracia del Espíritu, "que es Señor y da la vida", nos hemos convertido en un pueblo para la vida y estamos llamados a comportarnos como tal.
15 días con Juan Pablo II. Francesco Follo.
Resumen del quinto día.
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