Los
cargos como servicio
El
relato del Evangelio continúa la temática de san Marcos sobre el conocimiento
de Jesús: puesto que el corazón condiciona e interfiere muchísimo la capacidad
de comprender del entendimiento, hay que examinar los valores y antivalores que
anidan en él. Hoy en concreto el Evangelio afirma que la ambición impide
conocer al verdadero Jesús, mientras que, al contrario, la actitud de servicio
la facilita, pues Jesús ha venido a servir y dar su vida en rescate por todos
(cf. también 1ª lectura).
La
Iglesia es el Cuerpo de Cristo, cuerpo orgánico, en que Cristo es la cabeza y
cada uno tiene una tarea o carisma al servicio de los demás. Cristo es la
cabeza, el miembro que preside y del que viene toda la vida, los demás acogemos
esta vida que él nos ha conseguido con su muerte y resurrección y nos servimos
de ella para nuestro crecimiento y el de los demás. Todos absolutamente tienen
su tarea, que reparte libremente el Espíritu según sus criterios siempre al
servicio de la mayor vida del cuerpo. Unos han recibido un ministerio ordenado,
otros una capacidad para enseñar en la catequesis o para ayudar en las diversas
tareas de Caritas o para servir al bien común en la vida pública con criterios
cristianos... Son muchos los frentes de servicio que tiene el Cuerpo de Cristo.
Todos nos integramos en este cuerpo por medio del bautismo y en él
permaneceremos siempre como hogar estable, ahora en forma de peregrinos,
después en forma gloriosa, compartiendo la gloria de Cristo resucitado.
Ahora
es fundamental que sepamos vivir bien integrados, creciendo en el amor, que es
el alma de todos los carismas, sin el cual no nos aprovechan los servicios que
realizamos (cf. 1 Cor 13). Pero
se interfiere en nuestra tarea el orgullo y la ambición, causa de división,
como aparece en el relato del Evangelio. Se confunde así el Cuerpo de Cristo
con una sociedad humana, en la que los miembros luchan por motivos económicos,
de poder y de honor. El resultado es la división, envidias, celos y reticencias
en la vida comunitaria, que desgraciadamente se pueden dar en nuestras
comunidades cristianas.
La
postura evangélica es discernir el carisma que ha recibido cada uno, sea
vistoso o sin relieve social, dar gracias a Dios y ponerlo al servicio de los
demás, y , por otra parte, reconocer los carismas que Dios ha dado a los demás,
dar gracias por ello, y recibir con humildad sus servicios. Cuando todos los
miembros dan y reciben armónicamente crece el Cuerpo de Cristo en la alegría y
eficacia.
En
la Eucaristía, por una parte, todos los miembros del Cuerpo, gloriosos y
peregrinos, celebramos y agradecemos el servicio redentor de Jesús, nuestra
Cabeza. Por otra, nos acercamos al trono de la gracia para pedir ayuda en
nuestra vida de servicio. La Eucaristía debe ser fuente de solidaridad fraterna.
Antonio Rodríguez
Carmona
Sacerdote de la
diócesis de Almería
No hay comentarios:
Publicar un comentario