Compartir como expresión de nuestro sacrificio existencial
Otro de los valores que condicionan el conocimiento de Jesús es el compartir como expresión de donación existencial (Evangelio y 1ª lectura).
La segunda lectura presenta el sacrificio existencial de Jesús en contraposición con los sacrificios del AT a base de ofrecimiento de animales. Es verdad que en sí mismos estos sacrificios querían ser expresión de la entrega de la persona a Dios, pero de hecho todo se quedaba en ofrecer a Dios carne y sangre que no significaba nada, por lo que los profetas criticaron estos sacrificios. Cristo, en cambio, ha ofrecido directamente a Dios lo que Dios desea, su corazón, su amor, su vida, manifestada en una entrega total a hacer su voluntad, lo que llevó a la muerte. Dios es dueño de todas nuestras cosas. Lo único que nosotros tenemos propio es nuestro amor, nuestro corazón, pues el amor es esencialmente libre y Dios no puede hacer que le amemos a la fuerza, pues eso sería destruir el amor. Dios nos ama libremente y quiere que lo amemos también libremente, amándolo con todo el corazón, toda la mente, todas las fuerzas... Esta es la esencia de la vida religiosa.
Por eso es una deformación de la vida religiosa ponerla al servicio de nuestros egoísmos e intereses, que es lo que Jesús critica de los escribas, lo que a su vez explica el rechazo de las enseñanzas de Jesús por parte de los escribas. El que vive su vida religiosa en la línea de los escribas no puede conocer y rechazará al auténtico Jesús. En contraposición Jesús alaba la pequeña limosna de la viuda porque era expresión de su entrega existencial a Dios.
El domingo pasado se nos decía que la quintaesencia de la religión cristiana es amar, hoy se repite desde otro punto de vista, la quintaesencia de la religión cristiana es el sacrificio existencial de nuestra vida con todo lo que tenemos a Dios.
En este contexto está el compartir. El que se entrega a Dios pone todo lo que tiene a disposición de Dios y de los hermanos y comparte con alegría según sus posibilidades, pues Dios no mira la cantidad sino lo que representa en nuestra vida, que será diferente según la situación. Unos céntimos representaban la vida de la viuda, pero para los que tienen bienes no representan nada. Aquí no hay reglas y cada uno tiene que proceder en conciencia ante Dios que conoce los corazones.
La celebración de la Eucaristía es celebración del sacrificio existencial de Jesús, al que unimos nuestro propio sacrificio, uno de cuyos elementos es compartir con el hermano necesitado.
Antonio Rodríguez Carmona
Sacerdote de la diócesis de Almería
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