"Tú eres el bien, todo el bien, el sumo bien, Señor Dios vivo y verdadero. Tú eres el amor...Tú eres belleza...grande y admirable Señor, Dios omnipotente, misericordioso Salvador".
Francisco de Asís manifiesta todo lo que sentía sobre la grandeza de y la compañía del Señor. No tenía que buscar más: Dios había encontrado a Francisco y el pobre de Asís lloraba de alegría al pensar en la bondad del Padre Dios. Francisco estaba convencido de que había sido llamado para ayudar a que los hombres se encontraran con Dios.
Para ver al invisible presente, hace falta unos ojos nuevos, los que deja limpios el paño de la misericordia. Un pecado de blasfemia sería negar la bondad de Dios. Ésta es la grandeza y la causa de la alegría: Dios es sumo bien, todo bien, único bien. Dios siempre va delante y es el primero. A Dios hay que contemplarlo con los ojos espirituales, como María.
La existencia de Dios llena por completo la vida y las aspiraciones de Francisco. "Ninguna otra cosa deseemos, ninguna otra cosa queramos, ninguna otra cosa y nos agrade y deleite sino nuestro Creador y Redentor y Salvador, el sólo verdadero Dios, que es bien pleno, todo bien, bien total, verdadero y sumo bien; que es el solo bueno, piadoso, manso, suave y dulce; que es el solo santo, justo, veraz, santo y recto...". Quien guarda y retiene algo para sí está robando a Dios lo que es de Dios. Debemos ser siervos suyos y estar sujetos a todo humana criatura por Él. Deseando agradarle en todo, como conviene al siervo de Dios y a los seguidores de su altísima pobreza.
15 días con Francisco de Asís. Card. Carlos AmigoVallejo.
Resumen del segundo día.
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