LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


miércoles, 25 de enero de 2012

CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO: JESÚS PROFETA Y SANTO DE DIOS



El evangelio de este domingo, en los comienzos mismos de la actividad de la actividad de Jesús según s. Marcos, nos hace tocar la novedad con que se presenta y actúa. El marco de sus primeras manifestaciones es la sinagoga, lugar de reunión  de los fieles israelitas el sábado para  explicar las Escrituras.

En ese cuadro se coloca la actitividad de Jesús en medio de su pueblo. Aparece como un profeta. Dos cosas nos recuerda Marcos, suscitan el asombro de la gente: la cualidad de su enseñanza y la autoridad de sus palabras. La victoria de Jesús es signo de la llegada del Reino de Dios. Ninguna opresión es ya dueña de nuestra vida.

Explicaba la Escritura con autoridad, la suya, porque era Él el intérprete de la palabra, aunque no se daban perfecta cuenta de ello. Jesús se presenta como el Salvador de la humanidad que está en poder del espíritu del mal, el inmundo. La humanidad, pecadora e inmunda, así la pinta el evangelista, siente ante Jesús todo el contraste y todo el temor. Jesús, por el contrario es el Santo, en contraste con el espíritu inmundo, es el Santo de Dios, el mismo Dios Santo, misteriosamente presente y ya a la obra.

Evangelizar de nuevo, como Jesús, es para la Iglesia y para todo el que habla en su nombre un ministerio profético. Ser profetas es hablar en nombre de Dios. Y la primera lectura nos pone en guardia contra una posible usurpación de profetismo, diciendo en nombre de Dios cosas que Él no ha dicho; atribuyendo a su autoridad cosas que no son suyas. El texto proclamado hoy recuerda recuerda este hecho. El pueblo reclamaba un hombre que pudiera hacer de intermediario entre él y Dios. Moisés  es el primero que hará de intermediario, de profeta. Este profeta es elegido de entre sus hermanos. La elección la hace Dios, no el pueblo, y su manera de elegir será a menudo desconcertante. Es Dios quien guía a su pueblo y, por lo tanto, quien escoge a sus enviados.

Profeta y Santo de Dios es sólo Jesús. Pero la Iglesia necesita, para librar a la humanidad de hoy de sus espíritus inmundos, de testigos del Evangelio, que encarnen la autoridad de la profecía y la santidad de la vida. La Iglesia es quien continúa en nuestros días este cometido profético. El Señor pone en boca de ella sus propias palabras, y ella enseña en nombre del Señor.

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