En la solemnidad de Epifanía (manifestación) celebramos que el nacimiento de Jesús en Belén es Buena Noticia para todo el universo. Acerquémonos al pesebre para contemplar la misericordia de Dios hecha niño para la salvación del mundo. La ventura de los Reyes Magos, que la tradición ha reconocido con los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar, tiene todo el dinamismo de una serie de movimentos que revelan cómo merecieron reconocer al Mesías y convertirse en en sus heraldos (mensajeros), en sus apóstoles.
El primer movimiento es la búsqueda. Inquietud en el corazón debían de tener aquellos sabios y promesas antiguas tenían que recordar en sus tradiciones, si estos Magos de Oriente se pusieron en camino en busca del Mesías, el Rey de Israel. Debían de ser hombres de búsqueda y esperanza si, al ver la señal de una estrella misteriosa, se pusieron en camino. Lo decía el profeta Miqueas: "De Belén, la ciudad de David tenía que salir el jefe y pastor de Israel".
El segundo momiviento es el encuentro y la adoración. Cayendo de rodillas lo adoraron; después abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Adoran al Dios hecho niño que María, la Madre, les presenta; ofrecen sus dones a un Rey. Los sabios descubren a Cristo que es la Sabiduría y a María que es el trono de la Sabiduría. Lo adoran como Dios, lo proclaman como Rey y lo confiesan como Redentor. Y ahí esta el significado del oro de la realeza, del incienso de la divinidad, de la mirra de la Redención.
El tercer movimento es el de la misión. Epifanía es la manifestación universal de Cristo como Salvador y de la misión de la Iglesia hacia todos los pueblos. Ante la venida del Mesías sólo hay dos actitudes posibles: la acogida o el rechazo. Ambas actitudes la acogida y el rechazo, continúan dándose en nuestra historia. Por eso el relato de Mateo puede ayudarnos a leer y comprender en clave creyente muchos aspectos de nuestra realidad actual. La adoración de los magos expresa la forma en que la salvación salta las fronteras del judaísmo y llega a todos los hombres y mujeres de la tierra. Nadie queda fuera de la gran familia humana redimida por Jesucristo.
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