En el breve paréntesis de domingos del tiempo ordinario que nos separan de la Cuaresma, la Iglesia nos propone los inicios de la vida pública de Jesús en el Evangelio de Marcos. Jesús, como el nuevo y definitivo profeta, predica la conversión, como antiguante hicieran otros, en especial Jonás, el gran pregonero de la conversión y de la penitencia en Nínive, de quien se recuerda en la primera lectura su actuación, coronada con el éxito de una conversión masiva por la que Dios tuvo piedad de su pueblo en el exilio.
Quien escucha la palabra de la conversión y la tenemos que escuchar todos los días para no caminar inútilmente por nuestros caminos que no son siempre caminos de Dios, se queda por un momento desconcertado. Creer la Buena noticia es adherirse a Él, porque la Buena noticia es una persona, Él mismo que es la Palabra del Padre. Convertíos, creed y venid conmigo. Las tres tienen una unidad lógica. Olvidarse de sí, dejar la propia mentalidad y el propio camino, adherirse con la mente y el corazón al mensaje, seguir a Jesús por donde Él misteriosamente nos lleva.
Sólo en la medida que nosotros estemos plenamente convencidos y convertidos, nos saldrá espontánea la invitación a seguir decididamente a Jesús para escuchar sus palabras, ponerlas en práctica, renovar la vida. Si vivimos el Evangelio, seremos palabras vivas, como los santos, presentes siempre en la historia para rejuvenecer a la Iglesia.
Dios sigue llamándonos a colaborar en la misión de Jesús, pero la conversión al Reino depende de nuestra decisión personal. Jesús no llama a individuos aislados. Los llama para vivir en comunidad porque sólo la fraternidad puede hacer creíble el mensaje del Reino. No hay vocación que no esté orientada a la misión.
Jesús no violenta a las personas, pero les pide que pongan todo lo que son y saben hacer al servicio del Reino. La llamada de Jesús a los primeros discípulos no sólo un hecho del pasado. Él sigue haciéndose el encontradizo y pasa a nuestro lado para invitarnos a proclamar con él la Buena Noticia. También nosotros "tenemos vocación". La vocación de los Apóstoles llega a ser para él un relato actual para todo hombre que quiere entrar en la Iglesia y vivir la vida de Cristo en ella.
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