La originalidad de María era la que debería darse en cada cristiano: repetir a Cristo, la Verdad, la Palabra, con la personalidad que Dios le ha dado a cada uno. En ella estaba. Así debe ser nuestra alma: vivir siempre con la Palabra: completamente y únicamente centrada en la Palabra.
Su Palabra es un modo de presencia entre nosotros... Quien acepta, cree; quien acoge, dice sí. Pues bien, cuando recibimos la Palabra del Señor y nos adherimos a ella con humilad, pureza y sinceridad, entra y se acomoda, y se derrama como una germinación espiritual la fe, misteriosa y luminosa a la vez: el primer acto de nuestra vida en Dios.
Así pues, ante todo escuchar, luego... guardar. Hace falta no sólo un acto pasivo de aceptación; es necesaria una reacción activa, un acto reflejo. Hace falta meditar.
Y hay un tercer paso. La Palabra debe transformarse en acción y guiar la vida. Ésta debe aplicarse a nuestro estilo, a nuestro modo de vivir, de juzgar y de hablar. Sólo entonces podemos llamarnos cristianos de verdad, cuando la Palabra de Dios modelo e impregna nuestro modo concreto de vivir. Es, pues, menester aplicarse a dar lo más posible a nuestros actos la lógica y la coherencia cristiana... De este modo la vida cristiana se revela atrayente.
Su Palabra es un modo de presencia entre nosotros... Quien acepta, cree; quien acoge, dice sí. Pues bien, cuando recibimos la Palabra del Señor y nos adherimos a ella con humilad, pureza y sinceridad, entra y se acomoda, y se derrama como una germinación espiritual la fe, misteriosa y luminosa a la vez: el primer acto de nuestra vida en Dios.
Así pues, ante todo escuchar, luego... guardar. Hace falta no sólo un acto pasivo de aceptación; es necesaria una reacción activa, un acto reflejo. Hace falta meditar.
Y hay un tercer paso. La Palabra debe transformarse en acción y guiar la vida. Ésta debe aplicarse a nuestro estilo, a nuestro modo de vivir, de juzgar y de hablar. Sólo entonces podemos llamarnos cristianos de verdad, cuando la Palabra de Dios modelo e impregna nuestro modo concreto de vivir. Es, pues, menester aplicarse a dar lo más posible a nuestros actos la lógica y la coherencia cristiana... De este modo la vida cristiana se revela atrayente.
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