Los nombres que se les dan (Melchor, Gaspar, Baltasar) son relativamente recientes. Aparecen en un manuscrito anónimo italiano del s. IX, y poco antes, en otro parisino de fines del s. VII, bajo la forma de Bithisarea, Melichior y Guthaspa. En otros autores y regiones se los conoce con nombres totalmente distintos. Su condición de reyes, que carece absolutamente de fundamento histórico, parece haberse introducido por una interpretación demasiado literal del Salmo 72,10: «Los reyes de Tarsis y las islas le ofrecerán dones; los reyes de Arabia y Sabá le traerán regalos». Nunca en las antiguas representaciones del arte cristiano aparecen con atributos regios, sino simplemente con gorro frigio y hábitos de nobles persas.
También sobre el lugar de su origen discrepan los testimonios antiguos. Unos los hacen proceder de Persia, otros de Babilonia o de Arabia, y hasta de lugares tan poco situados al oriente de Palestina como Egipto y Etiopía. Sin embargo, un precioso dato arqueológico del tiempo de Constantino muestra la antigüedad de la tradición que parece interpretar mejor la intención del evangelista, haciéndolos oriundos de Persia. Refiere una carta sinodal del Conc. de Jerusalén del año 836 que en el 614, cuando los soldados persas de Cosroas II destruyeron todos los santuarios de Palestina, respetaron la basílica constantiniana de la Natividad en Belén, porque, al ver el mosaico del frontispicio que representaba la Adoración de los Magos, los creyeron por la indumentaria compatriotas suyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario