
En el mundo en que vivimos, puede que
no nos encontremos con personas viviendoen un campo de refugiados, pero
no faltan aquellos que viven refugiados
en su mundo interior. No conviene juzgar
a primera vista y decir que son ellos los
que han decidido quedarse en su castillo,
donde nadie les molesta. Vivir así
puede ser la consecuencia de hechos o
ataques antiguos recibidos. No olvides
que hay gestos que pueden provocar el
efecto contrario.
Es posible que en el sendero que une tu
vida a otra persona con la que convives,
haya crecido la maleza, pues llevas ya
tiempo sin recorrerlo. Presenta a Dios
estas realidades de incomunicación que
conoces, que vives, y pide su ayuda para
aprender a construir puentes de fraternidad.
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