También yo, nosotros, tenemos un corazón
de carne. A veces se endurece un
poco. En unas ocasiones es por miedo al
dolor. En otras por la propia historia, que
nos hace fríos o inseguros. Pero, al final,
es de carne, y late, y vibra y se estremece
o se enamora, y es corazón amante, y
amigo, y hermano, y prójimo.
Y solo cuando nos dejamos ser así vivimos
auténticamente encarnados (palabra
que quiere decir con los pies en la
tierra, en la hondura de la vida).
Y solo así aprendemos a acoger, a acompañar,
a estar dispuestos para cuidar a
otros, a muchos, ojalá a todos…
Y ahí, en la ternura, somos de verdad
personas humanas.
¿Cómo es tu corazón? Piensa y ora…
No hay comentarios:
Publicar un comentario