Abre tu corazón y tu oído a la Palabra
hecha carne y transfigurada. Escucha
atentamente lo que te dice, hoy y siempre,
y aplícalo a tu día a día.
Estamos sobrados de ocupaciones, y
nos faltan acciones que transformen de
verdad.
Estamos sobrados de palabras, y nos
falta comunicarnos y entendernos.
Estamos sobrados de ruidos y alborotos,
y nos falta oír y entender las llamadas
de los otros.
Estamos sobrados de risas y pamplinas,
y nos falta sentir una alegría permanente
Estamos sobrados de penas y dramas
televisivos, y nos falta encontrarnos de
verdad con la tristeza del vecino.
Estamos sobrados de que nos utilicen, y
nos falta ser nosotros mismos.
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