El profeta Isaías siempre esta presente en este tiempo, levanta los ánimos de su gente con las palabras del libro de la Consolación. Pensamos siempre en los profetas como hombres bruscos, que gritan y contestan con sus denuncias proféticas. Nos olvidamos de otro de sus ministerios, el que ejercitaban con el pueblo, levantando los ánimos, llevando el consuelo de la esperanza, anunciando la salvación futura y cercana, animando a preparar el camino al Señor que viene.
Juan el Bautista encarna la figura de los profetas que también hoy necesitamos. Gente que predica con su obrar. Profetas que no hacen rebajas a la hora de pedirnos la conversión para preparar los caminos al Señor y allanar los senderos. se dice que la predicación de Juan consistía en una llamada a la conversión acompañada de un bautismo en el Jordán que ratificaba la decisión de cambiar de vida y ofrecía el perdón de los pecados. Hace una llamada a la purificación y a la conversión. Juan por tanto, es sólo un mensajero o precursor, pero su anuncio tiene carácter de urgencia, es decisivo y a nadie puede dejar indiferente.
Esta voz que clama en el desierto resonará hasta el final de los tiempos.Siempre habrá que convertirse, el trabajo de la conversión no acaba nunca. preparar el camino del Señor supone, pues, un constante esfuerzo de conversión. ¿Qué significa convertirse? S. Pablo nos da una idea del punto de partida de toda conversión: es la perseverancia y el coraje de estar de acuerdo entre nosotros según el espíritu de Cristo Jesús. Debemos acogernos mutuamente como hemos sido acogidos
por Cristo. Jesús es para nosotros, según la carta a los romanos, la garantía de nuestra salvación, es decir, de nuestra posibiliad de alabar a Dios. Esta es nuestra esperanza y hay que mantenerse en la perseverancia y corage que nos dan las Escrituras. Esperamos así la salvación de todos los hombres, al ser todos capaces de dar gloria a Dios. El Adviento es el tiempo del optimismo.
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