La oración es necesaria, es eficaz y ha de estar bien hecha. Ya que la oración es algo buena, necesaria y eficaz, conviene hacerla bien. La imperfección en el ser humano se detecta no sólo por las cosas malas que hace sino por las imperfecciones con que hace las buenas, aun aquellos que van delante en la virtud.
1. El orante perfecto, como el amante perfecto, persevera en el empeño de orar. Hay que hacer oración, no abandonar.
2. El orante perfecto, como el amante perfecto, entiende la oración como expresión de comunión con Dios. Oración es comunión.
3. El orante perfecto, como el perfecto enamorado, cuida más el estado del corazón que la materialidad de los medios. Lo fundamental en la oración es la fe y la pureza del corazón del orante.
4. El orante perfecto vive la oración como una celebración , es decir, como presencia viva y sacramental, actuante y salvífica de Dios. El verdadero templo, el propio corazón.
5. El orante perfecto es aquel que llega a descubrir cual es el verdadero centro de la misma y evita los falsos centros de interés de la oración. El verdadero centro de la oración es estar con Dios, perseverando con paciencia y humildad, desconfiando de sí, sólo por agradar a Dios.
6. El orante perfecto es aquel en quien la oración está inspirada por el Espíritu Santo y por eso no pide sino aquello que Dios desea conceder, como es el caso de la Virgen María. El orante perfecto, además, sabe que su oración es siempre escuchada, aunque será atendida por Dios en el modo y tiempo oportuno.
7. El orante perfecto gusta, sobre todo, de adoptar el modo de orar que nos enseñó Cristo: actitud filial y contenido del Padre nuestro. Lo importante es que el corazón esté en Dios, sin hacer estribo en modos y ceremonias.
8. El orante perfecto es aquel en quien la oración es "ejercicio de amor". La oración aparece como un reflejo del estado del corazón. Según se es se ora. La oración como advertencia amorosa general. Es amorosa, por tanto, relacional o de comunión.
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