Son muchos los interrogantes que el creyente de hoy se hace en relación con la vida de oración y con ratos de oración en la vida. Hay personas que llevan una vida de entrega, pero no sacan tiempo para el ejercicio de la oración y dicen: ¿por qué tengo que hacer ratos de oración? ¿No basta con llevar una vida buena? Otros por el contrario que se dedican a hacer mucha oración se interrogan ¿no basta con estos ratos de oración? ¿No es suficiente? Ambas maneras de enfocar la vida de oración sería incompleta según se entiende a la luz de la oración teresiana, porque la oración es una relación de amor, de amistad con Dios y por lo tanto no se pueden disociar ambas direcciones o tendencias:
La Santa quiere poner de relieve en ese camino de la oración que no debe ser solamente para ciertos momentos del día, sino que debe de impregnar la vida entera del orante, no solamente cuando ora, sino también después, en la vida normal y cotidiana, en sus quehaceres, en sus actitudes y en su modo de vivir. Porque en la vida real, cuando uno tiene un amigo verdadero, no se pregunta si tiene que dedicarle algún tiempo al día, porque es natural que se busquen para que puedan dialogar de lo que les ha pasado, lo que están viviendo en ese momento, de lo que les preocupa o de sus problemas. Pues la verdadera amistad con Dios, debe llevarnos a buscar esos encuentros diarios y prolongados y valorarlos y aceptarlos como el aire que necesitamos obligatoriamente para vivir.
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