4. Orar como el Señor y con el Señor: Jesús Maestro y modelo de oración.
Toda la oración de S. Teresa tiene los ojos puestos en El. ¿por qué ha puesto la Madre Teresa la mirada en El? Ella sabe por experiencia, la necesidad que tenemos de poder contar con alguien, con alguna persona cercana, que te pueda ayudar a recorrer el camino. Normalmente buscamos personas experimentadas, es decir, que hayan vivido aquello que nosotros queremos vivir, para que nos puedan auxiliar en las dificultades y en las similares experiencias. Por eso, la Madre Teresa, encuentra en Jesús, al auténtico y buen Maestro, dirá: “Ahora que nuestro buen Maestro nos ha pedido y enseñado...” o también: “Pues juntaos cabe este buen Maestro, muy determinadas a deprender lo que os enseña, y su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas, ni os dejará si no le dejáis”.
En Jesús, encuentra la Madre Teresa, el único Maestro y el modelo de oración; porque cuando El vivió en este mundo, se pasaba noches enteras orando al Padre, lo hacía en la más íntima soledad y estuvo siempre dispuesto a realizar lo que el Padre amoroso le pidiese, en esos ratos largos y profundos en la intimidad de la presencia con su Padre. El maestro, es aquella persona que enseña con las palabras –El predicaba- o también lo hace mediante la experiencia de su propia vida –vivía la oración como encuentro filial y cercano con el Padre-. Y el discípulo es, el que con atención, aprende la enseñanza de su maestro –su doctrina o su vida-. S. Teresa de Jesús, buena conocedora del Evangelio, sabe que Jesús es Maestro, porque ha enseñado con su propia vida –acciones y actitudes- , pero también enseñó a sus discípulos a rezar, cuando ellos se lo pidieron. Ella nos dice: “Es cosa para alabar mucho al Señor cuan subida en perfección es esta oración evangelical, bien como ordenada de tan buen Maestro...”.
Pero este Maestro es celestial, el viene de lo alto y la relación con el discípulo no es de manera accidental, periférica, o lejana; al contrario es una relación basada en el amor, que se hace cercanía, presencia, comunicación. La Madre Teresa lo expresa con estas palabras: “El mismo maestro cuando enseña una cosa toma amor con el discípulo y gusta de que le contente lo que le enseña, y le ayuda mucho a que lo deprenda; así hará este Maestro celestial con nosotros”.
Pero ¿cómo oraba el Señor? La Madre Teresa gran conocedora y asidua lectora de los Evangelios nos dirá: “Pues cuanto a lo primero, ya sabéis que enseña su Majestad que sea a solas; que así lo hacía El siempre que oraba (Mt 6, 5-6; Lc 6, 12. 22. 31 y Mc 1, 12), y no por su necesidad, sino por nuestro enseñamiento”. El padre Jesús Castellano refiriéndose a la enseñanza de la Madre Teresa sobre Jesús Maestro, dice: “Maestro” es la expresión, transida de amor, que Teresa usa con mayor frecuencia hablando de Cristo: resabio de un contacto asiduo con el Evangelio; índice de un continuo, delicado, íntimo influjo pedagógico, como lo revelan estas palabras: “Su Majestad fue siempre mi Maestro”; “Muchas cosas de las que escribo me las decía este mi Maestro celestial”.
Pero ¿qué recomienda la Santa con referencia a Cristo Maestro? La vida de oración es un profundizar en el conocimiento del Amigo –su vida y su mensaje- para poder amarlo más y mejor; y para seguirlo y llevarlo a los demás. Ella recomendará en estos dos textos, de manera clara y sencilla que se elija a Cristo, que andemos en su compañía y escuchemos su enseñanza: ”tomar a Cristo como Maestro y andar en su compañía” y “escuchar en lo interior sus enseñanzas”.
S. Teresa ha aprendido bien de su Maestro, ella ha observado la vida de Jesús, en los Evangelios, y sabe que la oración más auténtica y fiel es la que el mismo Maestro Jesús enseñó a sus discípulos cuando ellos un día le pidieron que les enseñara a rezar y El les enseñó la oración del Padrenuestro; ella dirá qué mejor es rezar haciendo nuestras las palabras de Jesús, que son palabras divinas: “Siempre es gran bien fundar vuestra oración sobre oraciones dichas de tal boca como la del Señor. En esto tienen razón, que sin no estuviere ya nuestra flaqueza tan flaca y nuestra devoción tan tibia, no eran menester otros conciertos, ni eran menester otros libros... Siempre he sido aficionada y me han recogido más las palabras de los Evangelios que libros muy concertados”.
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