La característica de todo cristiano es la santidad. Pues bien, la santidad se alcanza viviendo el Evangelio. Si os digo la verdad, si puediese desearos algo, sería ver repetido en vosotros el aprecio y el estudio del Evangelio que tenía santa Teresita.
Y creedlo: no es que santa Teresita se hubiera empeñado en aprenderse el Evangelio de memoria, sino que lo leyó tantas veces, porque lo amaba, que terminó por sabérselo de memoria.
Cuanto más comuniquéis el Evangelio a los demás, más lo asimilaréis, y se convertirá en el código de vuestra vida nueva. Producirá, primero en vosotros y luego en los demás, la revolución de la Buena Nueva.
El Evangelio ha sido y seguirá siendo el libro de la renovación de los individuos y de la sociedad. Hace falta alimentarse de él desde jóvenes para santificarse y cambiar el mundo.
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