3. Sufrimiento mental o psíquico de Jesús en su pasión
Newman explica, que Jesús cuando se hizo hombre, asumió un cuerpo y un alma, es decir un hombre completo, lo expresa con estas palabras: “Sabéis que nuestro Salvador, aunque era Dios, era perfecto hombre y poseía no solamente un cuerpo sino también un alma como la nuestra, aunque libre de toda falta. No tomó un cuerpo sin alma, pues tal cosa no habría sido hombre”.
Esta explicando esta realidad de la persona de Jesús, el Hijo de Dios, el Salvador de los hombres, para que podamos comprender, que no sólo sufrió en su cuerpo, sino que también su alma participa de la realidad del sufrimiento de la pasión: “padeció su pasión redentora en el alma tanto como en el cuerpo”.
Ante estos acontecimientos de la pasión de Jesús, Newman invita a considerar los sufrimientos del Señor, tanto en su cuerpo, que son los que nuestros ojos pueden contemplar con más realismo: “el prendimiento, los golpes y heridas, los azotes, la corona de espinas, los clavos y la cruz. En resumen todos en el crucifijo mismo que se muestra antes nuestros ojos”.
Como aquellos otros padecimientos que aunque no se pueden materializar, es decir, que nuestros ojos no pueden descubrir, porque afectan a su alma: “La agonía, que es un dolor del alma y no del cuerpo, constituyó el acto primero de su tremendo sacrificio. Mi alma está triste hasta la muerte, dijo el Señor (Mt 26,38). Si sufrió en el cuerpo, era en el alma donde en realidad sufría, pues el cuerpo no hacía sino conducir la aflicción a la verdadera sede espiritual de ésta”.
A. La angustia: “¡Qué angustia sentiría cuando se contemplara a Sí mismo y no se reconociera al verse como un abyecto y miserable pecador, con la percepción intensa de una masa de corrupción que venía sobre su cabeza y alcanzaba los bordes de su túnica!”. Cuando Jesús está llegando a Getsemaní con sus apóstoles les dice: “Quedaos aquí mientras voy a orar. Y tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan y comenzó a sentir pavor y angustia” (Mc 14, 33). “En la angustia que soportó entonces vemos reunidos y superados todos los otros dolores”. Otro texto que recoge esta misma idea: “y su alma totalmente angustiada”.
B. La agonía: “Su agonía toma forma de culpa y de compunción. Está haciendo penitencia. Parece llevar a cabo una confesión. Ejercita la contrición con un realismo y una virtud infinitamente mayores que los de todos los santos y penitentes juntos, porque es la única satisfacción, el verdadero penitente: es todo menos el auténtico y real pecador”. También otro texto que recoge esta misma idea: “La agonía, que es un dolor del alma y no del cuerpo, constituyó el acto primero de su tremendo sacrificio”. Otro texto que quiere expresar el sentimiento interior que invadía a Jesús en esos momentos difíciles en el huerto de Getsemaní: “Se adentra luego en una agonía espiritual, tan concreta y definida como la tortura física del potro y del fuego”.
C. Corazón atormentado: “Aquel corazón atormentado, sede de ternura y de amor, comenzó finalmente a fatigarse y a latir con una vehemencia superior a sus energías naturales”.
D. La tristeza: “Cuando su agonía comenzaba, exclamó Jesús: Mi alma está triste hasta la muerte” (Mt 26,38).
E. Burlado y escupido: otros dolores, que también hacen sufrir al alma, es decir, a la persona, no tanto en su dimensión corporal, cuanto en la espiritual o mental: “Dejando la casa de Caifás, y arrastrado ante Pilato y Herodes, burlado... escupido”. Otro texto que recoge estos mismos sentimientos y hechos: “Jesús agobiado bajo la carga y el tamaño de la pesada cruz, que arrastraba tras El, se pone en camino entre las burlas e insultos del gentío”. Esta misma idea la encontramos también, con estas palabras: “burlado, insultado, maldecido por todos aquellos que pasaban. Ciertamente las palabras del profeta: "Ay, vosotros cuantos pasáis por calle, mirad y ved si hay un dolor parecido a mi dolor, al dolor que me atormenta. Afligióme Yahvé el día de su ardiente cólera” (Lam 1,12). Estas palabras se pueden aplicar solamente a Cristo en toda la plenitud y profundidad.
F. El miedo o temor: “El temor agobiador que Jesús sintió por sus sufrimientos todavía antes que sobrevinieran. Eso demuestra que fueron de veras grandes; pero además de este me parece que él hubiera decidido de pasara por todas las pruebas y, entre este, por la prueba del miedo. Dijo: "ahora mi alma es turbada. ¿Y que tengo que decir? ¿Padre, sálveme de esta hora? Pero es por éste que he llegado a esta hora” (Jn 12,27; Mc 14, 32-33).
“Y cuando la hora vino, el miedo señaló el principio de sus sufrimientos, causó la agonía y el sudor de sangre. Él rogó: "Padre, si es posible pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt 26,39).
G. Sentido de su inocencia: Jesús como hombre, también experimentó ese sentimiento de inocencia, cuando uno está convencido de que no has hecho nada malo, que tu vida discurre por los cauces de la justicia y del bien y que sin embargo te tratan como un malhechor, como un hombre que está fuera de la ley: “Tenía, por ejemplo, un sentido de su inocencia que ningún hombre doliente podía igualar. Sus enemigos, el Apóstol que le traicionó, el juez que pronunció la sentencia, los soldados que la ejecutaron, testificaron todos su inocencia”. Este pensamiento está avalado por los textos de la Escritura. Son los siguientes:
- Judas: “He pecado entregando sangre inocente” (Mt 27,4).
- Pilato: “Estoy libre de la sangre de este justo” (Mt 27,24).
- Centurión: “Verdaderamente este hombre era justo”. (Lc 23,47)
H. La soledad o el abandono: También Jesús los pudo experimentar, en esos momentos últimos de su vida humana, lo expresa con estas palabras, él gritó:”¿ Dios mio, Dios mio, por qué me tienes abandonado? (Mt 27,46).
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