LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


miércoles, 16 de mayo de 2012

LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS


La Ascensión del Señor supone culminar su tarea en este mundo, situarse para siempre junto al Padre e inaugurar un nuevo modo de presencia entre los suyos. Lo realmente importante es que vive la misma vida de Dios y eso es lo que el evangelista trata de decir utilizando la simbología muy arraigada en el lenguaje religioso. La Ascensión de Cristo significa, en primer lugar, la toma de posesión del Hijo del hombre crucificado y resucitado de la realeza de Dios sobre el mundo.


La verdad histórica de la Ascensión es que Jesús ya no está con nosotros físicamente. Su significado completo para los creyentes o verdad de fe es que Cristo resucitado vive glorificado con el Padre, y por medio de su Espíritu, en sus discípulos.


El cielo está en la tierra con la presencia angélica. Y la tierra ha subido al cielo con la humanidad del Señor. El evangelista Marcos da al misterio de la Ascensión un decisivo tono misionero: "Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación". Y con el envío, la seguridad de una presencia viva del maestro junto a los discípulos; una presencia singular, la del Señor que acompaña y confirma con milagros y prodigios la predicación del Evangelio.


El estar el hombre en Dios es el cielo. Y nosotros nos acercamos al cielo, más aún, entramos en el cielo en la medida que nos acercamos a Jesús y entramos en comunión con él. Por tanto, la solemnidad de la Ascensión nos invita a una comunión profunda con Jesús muerto y resucitado, invisiblemente presente en la vida de cada uno de nosotros. La Iglesia, no ha nacido ni vive para suplir la ausencia de su  Señor "desaparecido", sino que, por el contrario, encuentra la razón de su ser y de su misión en la presencia permanente, aunque invisible, de Jesús, una presencia que actúa con la fuerza de su Espíritu. La Iglesia vive y actúa para proclamar "su presencia gloriosa" de manera histórica y existencial.


Para Él la gloria, para nosotros la misión. Para nosotros el envío misionero, con la certeza de que su presencia en el cielo es garantía de su presencia activa en nuestro misionar y promesa de nuestro destino de gloria.


La fiesta que hoy celebramos es, antes que nada, motivo de esperanza. Como afirma la liturgia del día, lo que ya es verdad para Cristo, Cabeza de la Iglesia, se cumplirá también un día en nosotros, miembros de su Cuerpo. Pero mientras tanto, no podemos quedarnos como los apóstoles, "mirando al cielo". Ahí fuera hay un mundo que espera la Buena Noticia y nosotros, cada uno a su manera, está llamado a tomar el relevo y correr la parte de la carrera que le corresponde, sabiendo, por supuesto, que no estamos solos en esta tarea. El Señor, por medio de su Espíritu, coopera con nosotros.


La Ascensión no significa ausencia de Jesús. Él sigue bien presente en medio de su Iglesia. Por eso podemos dirigirnos a él y pedirle la fuerza que necesitamos para seguir siendo sus testigos en medio de nuestro mundo, porque sin él, no podemos realizar nada eficaz en nuestra vida y en nuestro apostolado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario