Con la resurrección de Jesús los discípulos empiezan a recordar el sentido de sus palabras y a experimentar la verdad de su mensaje. La liturgia presenta la Pascua como "paso", como transformación de la existencia. Jesús pasa a una existencia transfigurada, gloriosa. A esto estamos llamados todos los que creemos en él. De esta nueva existencia hablan las lecturas de hoy. "Yo soy la vid". La fuerza expresiva de esta imagen está en la idea de la savia vital que empapa la vid y los sarmientos, trasladada a esa comunión entre Cristo y sus discípulos, recalcada por el verbo "permanecer", que indica esa misteriosa transfusión o comunión permanente de vida. Con ese sentido positivo. "El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada". Permanecer en Dios es creer y amar a los demás.
Permanecer en Jesús, vivir de sus palabras, de su savia vital, es la única manera de dar fruto, de glorificar al Padre. Sólo arraigados en una comunión que se cultiva desde dentro podrá el discípulo llevar a cabo el proyecto de amor de Dios sobre el mundo. Y en esto consiste la glorificación del Padre. La importancia de permanecer unidos a Jesús para superar las dificultades, perseverar en medio de la adversidad y dar frutos concretos de amor. Lo que interesa sobre todo es la unidad con el Señor, realizar su gloria, dando el fruto que al Señor le interesa. El tema central es la unión íntima entre el Señor y los suyos.
La vida cristiana no era otra cosa que vivir la lógica del bautismo recibido, de la unción del Espíritu, del alimento de la Eucaristía. Que ser cristiano no es ante todo cumplir con algunos preceptos, vivir en consonancia con algunas reglas, hacer determinados actos de piedad y de misericordia. Ser cristianos es "vivir en Cristo". Dejar que Cristo nos viva desde dentro, se apodere de nuestra vida y la continúe en la suya, en oblación al Padre y servicio a los hermanos en nuestra propia existencia.
Naturalmente de esta vida nacen los frutos, vigorosos, abundantes, con la condición de permanecer en Él, porque sin Él no podemos hacer nada. Y aquí está la definición de cristiano, que es discípulo por su comunión con la vida y la palabra del maestro y por la abundancia de frutos. La poda consiste en dejar cortar en nosotros el pecado y todo lo que no es según Dios: ese es el sufrimiento que da fruto. El sarmiento silencioso, lleno de amor, se deja podar sin condiciones. Nosotros sabemos lo que es la poda, puesto que en nuestra vida debe estar la cruz, y cuanto más cerca estemos de él y tanto más nos toque la cruz, más íntima y delicada será la poda.
Los frutos evangelizadores solamente podrán retoñar si la savia que alimenta los sarmientos es la de Cristo Jesús. Si comulgamos de verdad con él, el amor florecerá como el primero y más temprano de los frutos.
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