"Tengo que dirigirte una queja, ilustre hijo Teodoro. Recibiste gratuitamente de la Santísima Trinidad la inteligencia y los bienes temporales, la misericordia y el amor; pero estás constantemente inmerso en los asuntos en los asuntos temporales, obligado a frecuentes viajes y dejas de leer diariamente las palabras de tu Redentor. ¿No es la Sagrada Escritura una carta del Dios todopoderoso a su criatura? El Emperador del cielo, el Señor de los hombres y de los ángeles, te ha dirigido una carta que se refiere a tu vida, y tú no te ocupas de leerla con fervor. Aplícate, te lo ruego a meditar, cada día las palabras de tu Creador"
San Gregorio Magno, Epístola IV, 31
"La Iglesia no vive de sí misma, sino del Evangelio, y encuentra siempre y de nuevo su orientación en él para su camino. Es algo que tiene que tener en cuenta cada cristiano y aplicarse a sí mismo: solo quien escucha la palabra puede convertirse después en
su anunciador... La lectura asidua de la Sagrada Escritura acompañada por la oración permite ese íntimo diálogo en el que, a través de la lectura, se escucha a Dios que habla, y a través de la oración, se le responde con una confiada apertura del corazón. Si se promueve esta práctica con eficacia, estoy convencido de que producirá una nueva primavera espiritual en la Iglesia".
Benedicto XVI, discurso en el Congreso Internacional "La Sagrada Escritura en la vida de la Iglesia", septiembre del 2005.
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