LA NAVIDAD TIEMPO HERMOSO PARA CONTEMPLAR EL MISTERIO DEL DIOS HECHO CARNE

Este espacio quiere ser un ventana abierta al infinito que es Dios o una puerta abierta al finito, que somos cada uno de nosotros. Todos podemos comunicarnos con Él, porque la oración es el medio que tenemos para expresar lo que sentimos en cada momento. Dios que es amor, ha derramado, gracias a la muerte en la cruz y resurrección de su Hijo, la fuerza y la grandeza de su Espíritu Santo. Santa Teresa de Jesús define la oración: "tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos que nos ama" (V 8,5). No podemos olvidar que Dios nos ha regalado un año nuevo para que lo aprovechemos en bien de los demás y seamos cada uno de nosotros lo que Dios quiere y espera de nosotros. ¡Disfrutemos de esta nueva oportunidad!
DIOS ES AMOR Y NOSOTROS TENEMOS QUE SER REFLEJO DE SU AMOR ALLÁ DONDE ESTEMOS.


jueves, 10 de mayo de 2012

LA RESURRECCIÓN SEGÚN JUAN PABLO II



Cristo resucitó en un determinado momento de la historia, pero aún espera resucitar en la historia de innumerables hombres, en la historia de los individuos y en la de los pueblos. Esta es una resurrección que supone la cooperación del hombre, de todos los hombres. Pero es una resurrección en la cual se manifiesta siempre una oleada de esa vida que surgió del sepulcro una mañana de Pascua hace ya tantos siglos.

Dondequiera que un corazón, superando el egoísmo, la violencia y el odio, se inclina con un gesto de amor hacia el necesitado, allí Cristo resucita hoy de nuevo.

Dondequiera que en empeño operante por la justicia emerja una verdadera voluntad de paz, allí retrocede la muerte y se consolida la vida de Cristo.

Dondequiera que en empeño operante por la justicia emerja una verdadera voluntad de paz, allí retrocede la muerte y se consolida la vida de Cristo.

Dondequiera que muera quien ha vivido creyendo, amando y sufriendo, allí la resurrección de Cristo celebra su victoria definitiva.

La última palabra de Dios sobre las vicisitudes humanas no es la muerte, sino la vida; no es la desesperación, sino la esperanza. 
Juan Pablo II






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