María, según la presentan los evangelios, fue madre de Jesús y discípula del Hijo. Ella encarnó las actitudes fundamentales que debe hacer suyas quien quiera adentrarse en este camino de la Lectio Divina: escucha, compromiso, fidelidad y perseverancia.
- María "guardaba, meditaba y conservaba con cuidado todo en su corazón" (Lc 2,19.51). María no comprendió al instante el significado de lo que iba viviendo. Pero guardaba y conservaba en su corazón las palabras de su hijo, los acontecimientos en torno a su persona. En lo más profundo de sí misma, reflexionaba, rumiaba y oraba. En la Biblia, el corazón representa lo más profundo de una persona.
- "Hágase en mí según tu voluntad" (Lc 1,38). María, la mujer de la escucha, es también la madre del compromiso vital. En ella escucha y obediencia son dos conceptos íntimamente relacionados. Supo situarse bajo esa Palabra, como "esclava del Señor", para ponerla en práctica.
- "María estaba al pie junto a la cruz de Jesús" (Jn 19,25). María lleva hasta el final su ser de madre y de discípula. La mujer creyente, la madre de Jesús, se nos muestra como la madre de la esperanza, de la fidelidad, de la fortaleza, de la nueva humanidad.
- "Los creyentes perseveraban unánimes en la oración junto a María" (Hch 1,14). Tras la muerte de Jesús, María permanece con los discípulos aguardando en comunidad la llegada del Espíritu Santo. Tres rasgos caracterizan esta comunidad: perseverancia, unanimidad y oración.
Tomar como modelo a María significa:
- Crear en nosotros y a nuestro alrededor un clima propicio para la escucha.
- Penetrar en la hondura de los acontecimientos, más allá de la mirada superficial.
- Buscar ante todo la voluntad de Dios y no los propios caprichos o conveniencias.
- Cultivarnos como "oyentes de la Palabra".
- Estar dispuestos a que la Palabra nos cuestione, nos lea.
- Convertirse en personas capaces de encarar el dolor desde el seguimiento a Jesucristo.
- Educar nuestros ojos para ver, más allá de las apariencias, la sabiduría escondida de la cruz.
- Mantenerse junto a los crucificados de la historia, trabajando por un mundo de resucitados.
- Perseverar en la Lectio Divina para adecuar progresivamente nuestra vida al proyecto de Dios.
- Ser conscientes de nuestra pertenencia a la Iglesia, la comunidad que, animada por el Espíritu Santo, interpreta adecuadamente las Escrituras.
- Valorar la liturgia, que es el lugar por excelencia de la Lectio Divina.
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