En su última aparición desde el balcón apostólico
en San Pedro, Benedicto XVI habla de la oración,
a la que aún más el Señor le llama para servir mejor
a la Iglesia y en obediencia al Padre.
En el segundo domingo de Cuaresma la Liturgia nos
presenta siempre el Evangelio de la Transfiguración
del Señor. El evangelista Lucas destaca de modo especial
el hecho de que Jesús se transfigurara mientras oraba: la suya es una experiencia profunda de relación con el Padre durante una especie de retiro espiritual que Jesús vive sobre un alto monte en compañía de Pedro, Santiago y Juan (…).
Meditando este pasaje del Evangelio, podemos extraer una enseñanza muy importante. Sobre todo, el principal de la oración, sin la cual todo el empeño el apostolado y de la caridad se reduce a activismo.
En la Cuaresma, aprendemos a dar el justo tiempo a la oración, personal y comunitaria, que da aliento a nuestra vida espiritual. Además, la oración no es un aislarse del mundo y de sus contradicciones, como hubiera querido hacer Pedro sobre el Tabor, sino que la oración reconduce al camino, a la acción. (…)
(…) esta Palabra de Dios la siento de modo especial
dirigida a mí, en este momento de mi vida. El Señor me llama a “subir al monte”, a dedicarme aún más a la oración y a la meditación.
Pero esto no significa abandonar a la Iglesia, al contrario, si Dios me pide esto es justamente para que yo pueda seguir sirviéndola
con la misma dedicación y el mismo amor con el que lo he hecho hasta ahora, pero en un modo más adecuado a mi edad y mis fuerzas.
Invoquemos la intercesión de la Virgen María: Ella nos ayude a todos a seguir siempre al Señor Jesús, en la oración y en la caridad activa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario