A veces nos puede suceder algo semejante:
tomamos la decisión de eliminar a
Cristo, porque no nos convence el modo
con el que Él nos está guiando. Y la pregunta
que nace en nuestro interior es la
misma que le hacen los judíos: ¿Quién
pretendes ser?
Cristo siempre responde: Yo soy el Hijo
de Dios. Y añade: ¿Y tú quién pretendes
ser, que no aceptas plenamente mi amor
en tu corazón, que calculas una y otra
vez tu entrega a tu vocación cristiana en
tu familia, en la sociedad? ¿Por qué no
acabas de entregarte?
Cristo, ante nuestro reclamo, siempre
nos va a responder igual: con su entrega
total, con su promesa total, con su fidelidad
total.
No hay comentarios:
Publicar un comentario