Gracias, Señor,
por tu valor, por tu coraje,
porque no te frena
el temor a las consecuencias
de lo que dices y de lo que haces
en tu enfrentamiento con aquellos
que viven aferrados a “su verdad”.
Gracias por traernos
la buena noticia de la vida,
la vida que no muere,
la vida que brota y crece en la muerte
y, como la tuya,
resucita en la mañana de Pascua.
Y perdona, Señor,
perdona mis miedos,
mis comodidades,
mis gestos que no generan vida,
que ofrecen tristeza, dolor, indiferencia,
negación, rechazo, muerte.
Señor, tengo miedo a la muerte.
Pero sé que tú me regalas
la vida para siempre.
Dame la gracia de creer en tu Palabra
que me da vida eterna.
Ayúdame a descubrir la vida
que has puesto en mí.
Ayúdame a descubrir
todos los signos de vida
que puedo aportar,
y que ningún miedo me frene
para realizarlos.
Amen.
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