“Nuestra misión no puede ser solamente
consolarlos con hermosas palabras
y dejarlos en su miseria, mientras yo
como tranquilamente y mientras nada
me falta. SU DOLOR DEBE HACERME
MAL: la falta de higiene de sus casas,
su alimentación deficiente, la falta de
educación de sus hijos, la tragedia de
sus hijas. Que todo lo que los disminuye
me desgarre a mí también. No seríamos
cristianos auténticos, si contentándonos
con un orden puramente interior, nos
desinteresáramos de nuestros hermanos,
de sus dolores, de sus justas aspiraciones,
de trabajar por establecer en
el mundo un orden social, que no es la
conservación de lo que tenemos, sino un
equilibrio interior”. Arriésgate a encontrar
quién sufre a tu alrededor y actúa.
Sal al encuentro de los que padecen el
sufrimiento y el dolor. Implícate en cambiar
aquello que hace sufrir a tus hermanos
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