Con frecuencia estamos llenos de buenas
intenciones y grandes ideales, pero
el Evangelio es claro y radical. Seguir a
Jesús supone renuncia (a nuestras comodidades,
seguridades…) y compromiso
(por los más pobres, los necesitados,
los abandonados y desechados por
nuestra sociedad).
¿Qué le diría yo hoy a Jesús si viniera
y me preguntara qué he hecho por mi
prójimo? ¿He sido sensible ente el sufrimiento?
¿He denunciado las injusticias?
¿He compartido lo que tengo con quienes
no tienen tanta suerte? ¿Me atrevería
a decirle a Jesús que me he contentado
con rezar por él, para que “Dios le
ayude”?
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