Felices los que, atentos y presurosos,
cambian su ruta para salir al encuentro
del Señor vivo en el que sufre, tan presente
en estos tiempos.
Felices los que dan la vida por los demás.
Los que trabajan duro por la justicia anhelada.
Los que construyen el Reino desde
lugares remotos. Los que, anónimos y sin
primeras planas, entregan su vida para
que otros vivan más y mejor.
Felices TODOS los que trabajan por los
pobres, desde los pobres, junto a los pobres,
con corazón de pobre.
Felices los que viven solidarios, dejando
el asfalto limpio y cómodo, para caminar
por los senderos pedregosos y polvorientos,
que se abren al mundo de los que no
cuentan en los números o estadísticas de
los ministerios de turno.
Felices los que aman al hermano concreto
el asfalto limpio y cómodo, para caminar
por los senderos pedregosos y polvorientos,
que se abren al mundo de los que no
cuentan en los números o estadísticas de
los ministerios de turno.
Felices los que aman al hermano concreto.
Los que no se van en palabras,
sino que muestran su amor verdadero
en obras de vida, de compañía y de entrega
sincera.
Felices los que enseñan, los que intentan
que todos aprendan sin distinciones de color,
piel o dinero.
Felices los que comparten sus bienes,
don-regalo del Buen Padre Dios, para
vivir como hermanos y demostrarlo en la práctica.
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